Los desplazados de Líbano e Israel vuelven a sus casas con una mezcla de alegría y recelo en el primer día de tregua
- En los suburbios de Beirut y en el sur de Líbano, centenares de casas han sido destruidas.
- Más información: Netanyahu acepta un acuerdo de alto el fuego de 60 días con Hezbolá: "Así nos podemos centrar en la amenaza de Irán"
En los últimos dos meses, castigados por los ataques aéreos israelíes, los suburbios del sur de Beirut, conocidos como el Dahye, han sido barrios fantasma. Este miércoles, sin embargo, han vuelto a llenarse de gente tras la entrada en vigor del acuerdo de alto el fuego alcanzado entre Hezbolá e Israel.
Por las calles resuenan ráfagas esporádicas de disparos al aire. El ruido de los fusiles de asalto es, en realidad, una manera de celebrar el fin de los bombardeos en una zona que ha quedado salpicada de edificios derrumbados, montañas de escombros y fachadas que desafían la ley de la gravedad.
Frente a las ruinas aún humeantes que dejó uno de los ataques de la intensa oleada que precedió a la entrada en vigor de la tregua a las 4:00 de la madrugada del miércoles, un grupo de jóvenes ondea banderas del grupo chií libanés entre gritos de celebración y consignas de lealtad a su asesinado líder Hasán Nasralá.
Estampas similares se repiten en algunas rotondas del Dahye, por cuyas carreteras ya circulan decenas de vehículos. Algunos llevan colchones atados al techo, señal del retorno de los desplazados. Otros circulan en pequeñas caravanas, haciendo sonar música y vítores alegres.
Volver a casa
Tamara es una de las muchas vecinas que este miércoles han vuelto a los suburbios tras pasar el grueso de la campaña aérea iniciada el pasado 23 de septiembre en una vivienda de alquiler en la localidad de Broumana, una zona montañosa de mayoría cristiana cercana a la capital donde buscó refugio con su familia.
"Estoy muy feliz de haber vuelto a mi casa y, lo más importante, al Dahye. Hay algunos daños, pero gracias a Dios lo principal es regresar a nuestra tierra", explica en declaraciones a la agencia Efe. Sin embargo, otros de su círculo han corrido peor suerte, pues solo alrededor de la mitad de sus parientes han podido regresar como ella este miércoles. "Algunos perdieron sus casas, de modo que no han vuelto", relata la joven.
El Líbano, y especialmente los cerca de 1,2 millones de desplazados por la campaña aérea, vivieron la noche del martes pegados a las noticias a la espera del anuncio israelí que confirmaría la aprobación del cese de hostilidades, contando las horas para su entrada en vigor.
En Beirut, muchos pasaron la noche en vela esperando el final de la última campaña de ataques lanzada en la recta final de la violencia por Israel, que el martes por la tarde emitió órdenes de evacuación sin precedentes para toda la ciudad, coincidiendo con intensos bombardeos también en el Dahye. "Nos quedamos despiertos esperando todo. La destrucción que estaban causando fue masiva, pero no importa, porque regresamos", zanja Tamara.
Viviendas destruidas
Esta mañana, algunos vecinos ya retiran cascotes y basura de las entradas de negocios o viviendas, tratando de iniciar cuanto antes la vuelta a la normalidad. En una calle plagada de devastación, un anciano retira, con una espumadera, el polvo de cemento acumulado en los escalones de su puerta.
No solo los desplazados del Dahye, si no también los del sur y este del país, comenzaron a moverse hacia sus hogares nada más empezar la tregua. "A las 6:00 estábamos aquí. Yo, mi madre y mis hermanos todos estábamos aquí a las 6:00 en punto", explica a Efe el joven Ali, que perdió su casa bajo los ataques, especialmente intensos en esta zona.
También perdió a un hermano que combatía con Hezbolá y que pereció en Khiam, una localidad meridional muy cercana a la frontera de facto con Israel, donde se ha concentrado el grueso de los enfrentamientos iniciados entre las partes en octubre del pasado año y también de la más reciente escalada.
"Nací aquí y viví aquí y aún estoy aquí", comenta Ali, contento de estar en el Dahye este miércoles. No muy lejos, otro desplazado, que prefiere mantener el anonimato, explica que durante los últimos dos meses había estado alquilando una vivienda alternativa en una zona más segura. "Claro que saqué a mi familia, tengo hijos", sentencia.
Afirma que "todas" las instalaciones de su empresa han quedado destruidas, incluidos dos almacenes de 3.000 metros cuadrados llenos de materiales que se vinieron abajo en las últimas semanas debido a la violencia. Pero, como muchos, se contenta pensando que todo parece haber terminado por fin.
"Me siento muy feliz de que la guerra haya parado, y de que todo el mundo esté volviendo a casa para ver sus tiendas y edificios", concluye.
Escepticismo en el norte de Israel
En contraposición, la tregua no termina de convencer a los residentes israelíes de las comunidades fronterizas, donde más de 60.000 de ellos siguen evacuados. Su sentimiento es ahora de escepticismo porque consideran que este nuevo acuerdo está lejos de "garantizar su seguridad".
"No estamos muy satisfechos con esta tregua sinceramente. Mi familia y yo hemos pagado un precio muy alto durante más de un año para ahora tener la sensación de que nuestro Ejército no ha terminado su trabajo", lamenta Tzahi David Hafsadi, de 34 años, residente de la evacuada ciudad norteña Kiryat Shmona, y que desde hace más de un año vive con su familia en un hotel en Jerusalén.
De acuerdo con el alto el fuego, en un plazo de 60 días las fuerzas de la milicia chií Hezbolá se replegarán del sur del Líbano y se trasladarán al norte del río Litani. Al mismo tiempo, el Ejército israelí coordinará la llegada del Ejército libanés, que será el que ocupe la zona fronteriza.
Este plan, sin embargo, no acaba de agradar a Moran Brustin, una israelí de 39 años y con dos hijos, que tras vivir diez meses en un hotel decidió regresar a su casa a pesar de que esta no cuenta con refugio, ubicada en el kibutz HaGoshrim.
"No ha sido una decisión fácil regresar, pero cansa mucho vivir en hoteles. Yo creo que ahora es un problema parar la guerra contra Hezbolá y no es porque yo apoye las guerras, pero parece que nada ha cambiado. ¿Quién nos garantiza que algo va a cambiar? Es muy difícil confiar en nuestro Ejército tras los fallos del 7 de octubre", critica Brustin.
Fatiga entre los evacuados
Esta sensación de fatiga también la tiene Devora Ivgi, israelí de 71 años y residente de Avivim, un pueblo pegado a la línea divisoria, cuya casa ha quedado parcialmente destrozada por el impacto de dos cohetes de Hezbolá.
"Me gustaría decir que una tregua no significa que podamos volver mañana a nuestras casas. Yo además, estoy muy cansada de no estar en mi casa. Y lo peor es que aunque todo haya acabado, yo no puedo regresar y si lo hacemos tendremos que dormir con un ojo abierto", asegura esta israelí.
La falta de respuestas y coordinación por parte del Gobierno israelí es algo que también han echado en falta los evacuados del norte a lo largo de este año, tal y como explica Taya Kadeshberg, una israelí 35 años y evacuada del kibutz Dan.
"No nos sentimos seguros, y creo que nada ha cambiado durante todo este año. Vivimos día a día porque ni el Ejército ni el Gobierno se han puesto en contacto con nosotros para explicarnos su planes y para darnos una fecha de cuándo podremos regresar", cuenta Kadeshberg quien vive desde hace más de 13 meses en casa de sus padres en el centro de Israel.
Y pese a que el acuerdo recoge la posibilidad de que Israel pueda atacar si Hezbolá viola el alto el fuego, los evacuados del norte reconocen no poder despojarse del miedo. "Israel debería poner un muro en la frontera con Líbano para evitar que haya incursiones. Yo quiero volver a mi casa con la garantía de saber que no me van a secuestrar o que no nos van a atacar", apuntó Devora Ivgi.
Un oficial militar insistió este miércoles que las operaciones llevadas a cabo durante estos dos últimos meses por las tropas israelíes lograron destruir la infraestructura militar de la milicia libanesa, instalada sobre todo en el sur del país árabe. "Sabemos que nos va a costar más de un año poder volver a nuestras casas, mientras tanto sobrevivimos como podemos. El dinero que recibimos por parte del Gobierno no compensa con este desastre", cuenta Orna Weinberg, una israelí de 58 años, residente del también evacuado kibutz Manara en el norte.