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Dice el escritor Javier Cercas, autor del prestigioso libro Anatomía de un instante, que "un español es alguien que tiene una teoría sobre el golpe de Estado del 23-F": "Es el mito fundacional de la democracia española, es nuestro asesinato de Kennedy, el punto exacto donde convergen todos los demonios del pasado español: esa suerte de neurosis colectiva". Hoy se cumplen 41 años de la jornada que más escuece en nuestra memoria común. Dice el dramaturgo Álex Rigola -que lleva al Teatro de la Abadía (Madrid) la obra de Cercas adaptada, desde ahora al 20 de marzo-, que "si fuésemos americanos, ya habría quince grandes películas sobre la Transición". Ah: pero no lo somos.
El instante que desmenuza Cercas en su novela es ese en el que Adolfo Suárez, el general Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo se mantuvieron levantiscos -impasibles, dignos, heroicos... o tal vez sólo temerarios, con gusto por la fotogenia o la trascendencia- mientras las balas de los golpistas rabiaban a su alrededor en el hemiciclo y el resto de parlamentarios se protegían de ellas bajo sus escaños.
Cabe la vida entera en un gesto. Un gesto guarda un enigma para siempre: lo encierra, lo encapsula.
Cercas dedicó casi 500 páginas y cuatro años, en una investigación exhaustiva de 10 horas al día, a intentar desencriptar aquella imagen icónica. Era política. Era historia. Pero también era la condición humana la que estaba en juego: con todas sus opacidades, con todas sus secretas tensiones y orgullos; parte indivisible de nuestro folclore emocional.
"Mi libro, en su día, fue leído como antisistema y antimonárquico. Hoy, doce años después, lo leen exactamente al contrario: dicen que es un libro que justifica al rey, que es un libro conservador… ambas visiones son estúpidas y absurdas. Yo sólo intenté contar la verdad. Los hechos", resopla el autor.
Pregunta.- ¿Cuál fue exactamente el mérito del rey?
Cercas.- El mérito del rey fue que venía de Franco, igual que el mérito de Suárez es que venía del franquismo. En la historia no hay otro ejemplo similar: qué raro cambiar una dictadura por una democracia sin otra guerra civil y sin ninguna revolución. El rey, menos para los fachas -los fachas para mí son los que dieron el golpe-, se gana un prestigio enorme en España y en todo el mundo. Eso le blinda y hace que la prensa española no haga su trabajo. Del rey no se podían decir determinadas cosas y eso fue un inmenso error: nadie puede ni debe estar blindado.
P.- ¿Qué pensaría hoy Juan Carlos I si viese esta obra, teniendo en cuenta cómo se ha ido pudriendo su prestigio en el imaginario popular?
Rigola.- El espectáculo no le gustaría nada a Juan Carlos. Hay una diferencia con el libro: Javier intenta mantener más la neutralidad, en el sentido de que es crítico con todos por igual. Pero yo, al intentar sintetizar su libro y recoger su espíritu, tiendo a poner el foco en unos puntos más que en otros… acciono más sobre unos personajes que sobre otros. Y yo soy profundamente republicano (se detiene). Hay una reflexión final, ya fuera del texto de Javier, en la que los actores -que son sólo cuatro y actúan durante una hora y media- cuentan sus propias anécdotas de cómo vivieron ellos, personalmente, el 23-F, y cómo lo vivieron sus padres… ahí se reflexiona sobre la idea que tienen hoy del monarca.
Lo interesante es que uno conoce las versiones oficiales de las cosas, las que se dieron en su momento, y a través de los textos de Javier llega a otras verdades que no conocía y que uno nunca hubiera puesto encima de la mesa. Éstas, según cómo se cuenten, pueden dar lugar a una visión u otra. Por ejemplo: la reunión de Armada con Múgica y Reventós del Partido Socialista. ¿Qué hacían dos socialistas reunidos con un militar hablando de la futura presidencia del Gobierno… gobernada por un militar? Son hechos que nos dicen que las cosas no son blancas o negras: sólo a través del tiempo puedes entenderlas. Eso no tendría que haber sucedido en su momento pero tampoco puedes separarlo de una grave inexperiencia, de una democracia infantil.
Cercas.- Hoy sería directamente inimaginable.
Rigola.- La democracia se aprende por el camino, como el amor. Lo que nos cuentan de ellos nunca se ajusta a la realidad… hasta que lo aplicas.
Javier cree que para que una obra de teatro se mantenga fiel al alma de la novela en la que se inspira "tiene que traicionar la letra". Recuerda que el corazón, que las tripas de su libro "son morales más que políticas", y que el quid de la cuestión es lo que él llama "el heroísmo de la traición".
P.- ¿Suárez, Carrillo y el general Gutiérrez Mellado… fueron héroes?
Cercas.- Sí fueron héroes, pero héroes de un tipo muy particular. Héroes de la traición, lo que parece un oxímoron. Estamos acostumbrados a pensar que la lealtad es una virtud, ¡y lo es!, pero hay un momento en el que es más virtuosa la traición que la lealtad. Estos tres hombres fueron grandes traidores para los suyos. Gutiérrez Mellado era un general franquista que hizo la guerra con Franco y también con él el resto de su carrera, pero llega el periodo de la Transición y cambia un ejército franquista por uno democrático: eso sus compañeros nunca se lo perdonaron. Eso le generó un grado de odio tremendo entre los suyos en particular y entre la derecha en general. No te lo puedes ni imaginar. Yo lo he visto y todavía hoy hablando con gente se pone de manifiesto.
"Suárez, Gutiérrez Mellad y Carrillo fueron héroes de la traición"
P.- Hablemos de Carrillo.
Cercas.- Carrillo es el gran traidor aún hoy, ese señor que se apunta a algo llamado eurocomunismo, que era una especie de socialdemocracia, y deja de ser estalinista. ¡Renuncia a la República, acepta la monarquía…! Considera, con toda razón, que la cuestión fundamental es la democracia y que es menos relevante si es república o monarquía. ¡Hasta acepta la bandera española! Por no hablarte de Suárez, el maxitraidor. Cuando lo nombran presidente del Gobierno, quienes celebran su nombramiento son los ultraderechistas. Los guerrilleros de Cristo Rey, que no eran de la ultraderecha de Vox, eran peores, porque eran, literalmente, de armas tomar.
Los franquistas se alegran de que "ese chico guapo que nos llevaba las maletas y que nos había hecho la pelota toda la vida" tuviese esa posición. Ese "hijo de puta", piensan ellos, "coño", "que al final, en menos de un año, desmonta literalmente el franquismo y forma los fundamentos de una democracia". El tipo era muy católico, muy religioso, siempre iba a misa… ¡y había gente que no le daba ni la mano para darle la paz! (Se parte). Es difícil decir "no" a los tuyos.
P.- ¿Cuál es el más teatral de los tres?
Rigola.- Cada uno tiene lo suyo, es esa imagen de Solo ante el peligro. Pero, para mí, Carrillo. Es el gran personaje. Tú te reúnes en 1950 con Santiago y le dices que va a aceptar la bandera española y te hubiera dicho que estás loco.
Cercas.- Entonces no se hubiese creído ni que iba a aceptar la democracia, porque él no era demócrata.
Rigola.- "Te vas a 'comer' al rey y el besamanos…" (ríe).
P.- Creo que Cercas llegó a decir que el gesto de Suárez era una pose. Que lo que le interesaba era copar las páginas de la prensa nacional e internacional al día siguiente y convertirse en leyenda. ¿Fue el ego?
Cercas.- No fue el ego, no fue sólo eso. Es muy complejo, porque ese gesto contiene muchas cosas. Shakespeare dice "¿qué hay en un nombre?". Y yo digo: "¿Qué hay en un gesto?". De eso va, en realidad, toda la literatura, todo el cine, todo el teatro. Del misterio insondable de un gesto. ¿Había algo de pose? ¿Sabía que estaba la tele ahí? Hostia, lo sabía, me cago en la leche: lo sabía y no quería que le vieran con el culo tirado en el suelo, ¿verdad? ¿Había algo de redención? También. Con ese gesto Suárez dijo: "Hijos de puta, soy un demócrata: me dijisteis que no lo era y ahora estáis todos tirados en el suelo y yo aquí dando la cara".
Rigola.- Había un "puestos a morir, que la imagen sea digna".
"Con el gesto de no moverse, Suárez dijo 'hijos de puta, soy un demócrata y no os lo creíais'"
P.- ¿Qué hay de Tejero, ese tipo temible que después ha pasado al recuerdo patrio casi como un meme? Ahora se le ve jubilado, dedicándose a la pintura, bailando con su esposa en los chiringuitos de Málaga… y diciendo que los años del franquismo fueron los más felices de su vida.
Cercas.- Tejero ha crecido en nuestra memoria de muchas maneras, pero una de las grandes mentiras que se suelen decir del golpe de Estado, una mentira contra la cual escribí mi libro, es que fue un "golpe de opereta", que era una zarzuela, que jijí, jajá, qué risa. Eso es una trola y algo peor: era una forma de exculparse por parte de los que no hicieron nada, de los que se escondieron.
Carrillo, Suárez y Gutiérrez Mellado fueron una excepción, porque ¡nadie más hizo nada! Y era lo normal, que estuviese todo el mundo metido en casa. Pero que no se nos olvide: no fue una broma y estuvo a punto de salirle bien a los golpistas. Ahora de Tejero te puedes reír lo que quieras, que sí, que es un payaso, pero aquel día dio un miedo horripilante.
Rigola.- Al mismo tiempo, y él lo cuenta, Tejero fue usado. Y de alguna forma también, él fue el que paró el golpe al final.
Cercas.- Lo frustró.
P.- Ahora que hablamos de la leyenda de la "opereta"… ¿qué opináis de lo que Jordi Évole deslizó en su falso documental Operación Palace? Denunció la opacidad, el hecho de que hasta el año 2031 haya algunos documentos del 23-F que no pueden ser consultados porque el Tribunal Supremo no lo permite. ¿Sabemos la verdad absoluta?
Cercas.- ¡Basta, no hay ninguna conspiración! La verdad absoluta en la historia no se sabe acerca de nada, pero del 23-F se ha escrito todo, excepto, quizá, la marca de calzoncillos del general Armada. Eso no lo conocemos, ¿verdad? Pero lo esencial lo conocemos desde hace mucho tiempo. Lo otro es la industria del 23-F, que cada año viene a imponerse con sus tretas. Lo que dijo Jordi Évole es una fake news.
P.- ¿Cómo?
Cercas.- Lo leyó en mi libro y lo leyó mal, y, por tanto, lo explicó mal. Todos los juicios del Tribunal Supremo no se pueden consultar por motivos jurídicos muy entendibles: es decir, sólo las partes los pueden consultar. Évole hacía ver que no se puede saber lo que se dijo en el juicio, y es mentira, es un disparate y no tiene sentido, es pura industria del 23-F.
Obviamente, las partes lo pueden consultar. Obviamente, la mayor parte del sumario está publicada. Es como si dijésemos que nadie puede saber lo que se dijo en el juicio del procés. ¡Claro que se sabe! Allí había periodistas y cámaras de todo el mundo. Lamento decirlo, pero es así. Évole me dijo que fuese a su programa a celebrarlo con él y le dije "mira, no voy a ir porque si voy, voy a tener que decir que está mal hecho, que mentiste escandalosamente". Fue brutal. Fue una de las peores mentiras, las que usan la verdad para mentir.
"Un golpe como el 23-F ya no se puede dar en España: ya no necesitamos dictaduras para ser esclavos"
P.- ¿Os preocupa que un golpe de Estado como éste se pudiera repetir en España tras el auge de la extrema derecha?
Cercas.- Yo creo que lo que ocurrió no se va a repetir: así no. Es un golpe de Estado al estilo siglo XIX, al estilo siglo XX. Antes los golpes se daban así, abiertamente contra la democracia. Ahora se hace de otra manera, como en Hungría o en Polonia. Se dan desde dentro. Yo los llamo "golpes posmodernos". Se hacen desde el poder. Dan mucho miedo los nuevos golpes, que destruyen igual la democracia pero son tan perversos que se hacen en su nombre. Los que entraron en el Capitolio lo hicieron en nombre de la democracia y lo hicieron con el aval y el ánimo del presidente de EEUU, no eran como los de Tejero o como lo ocurrido en Hungría, en Nicaragua… ya nos vamos a Latinoamérica pero es así. No veo ahora a un militar español dando un golpe de Estado.
Rigola.- Yo sí veo algo folclórico en los que entraron al Capitolio que puede parecerse al estilo Tejero. Pero sobre todo creo que hoy los poderes están repartidos de otra manera, están en otro sitios, y que los económicos tienen mucha más fuerza que los políticos. Ya no va de conquistar países y Estados, sino que los partidos y la política son usados para eso. Lo sabéis muy bien los periodistas con la poca independencia que os dan para escribir. Quizá sea esto más sibilino. Lo decía Orwell, o Huxley: no necesitamos ya dictaduras para ser esclavos.