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Globalización y educación ciudadana

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Este artículo parte de una problemática general que podríamos resumir como la relación entre la creciente globalización que ha modificado las instituciones políticas y educativas y, en consecuencia, la reformulación del papel del Estado-nación dentro de un contexto supranacional.

¿Se avanza hacia un mundo fragmentado desde una perspectiva nacional donde el concepto de ciudadano se construye vinculado a sociedades nacionales culturalmente homogéneas? ¿O, por el contrario, se construye un mundo más proclive a ensalzar una humanidad común vinculada a una diversidad local y subnacional? Para dar respuesta a  estas cuestiones se requiere poner en marcha una vasta investigación comparativa e histórica.

En primer lugar, hay que destacar una idea, de que la educación universal para todos, obligatoria y estandarizada surge a partir del nacimiento del Estado-nación con la finalidad de formar el carácter nacional y para transformar el pueblo en ciudadanos. Esta educación universal pretendía transmitir y promover el nacionalismo, reforzando la idea del Estado-nación y la cultura y sociedad nacionales a través de las diferentes materias del currículo, la lengua, sobre todo, pero también la historia o la educación cívica.

Esta situación da un giro importante a partir de la Segunda Guerra Mundial. Se piensa que los males de este mundo son consecuencia de un nacionalismo exacerbado que alimenta la intolerancia y la discriminación de grupos subnacionales y, por tanto, comienzan a cuestionarse los currículos con un cariz tan nacionalista en pro de otros más cosmopolitas y multiculturales, en definitiva, más desnacionalizados y, consecuencia, más internacionales propios de una sociedad mundial.

La desnacionalización del currículo educativo se desarrolló en tres dimensiones. En primer lugar un marco cosmopolita internacional: es decir, se adopta un enfoque curricular regido por valores comunes de progreso y justicia compartidos por los diferentes Estados-nación.

La segunda dimensión es tener en cuenta una perspectiva multicultural, por tanto, diversa donde tienen cabida grupos o minorías ausentes hasta ese momento, por ejemplo, los afroamericanos en la historia de Estados Unidos.

Por último entonáramos una concepción de la persona como individuo empoderado y con autoridad, es decir, atendemos a una nueva concepción de la noción de ciudadanía, más global y participativo.

Esta nueva visión no deja de tener sus defensores y detractores, sigue existiendo, por tanto, una tensión entre los defensores de una visión más globalizadora o internacional de la enseñanza de las ciencias sociales y otra más asociada a una visión más nacionalista. En cualquiera de los casos, se pone de manifiesto la necesidad de una revisión del saber que se ha construido y transmitido hasta este momento en los diferentes países.

Pero ¿cuáles son los cambios que se han producido en los argumentos relacionados con esa nueva noción de la educación para la ciudadanía?

A nivel mundial se fijan aspectos compartidos de todas las sociedades nacionales y se subrayan al máximo los rasgos positivos de la sociedad mundial, dejando en un segundo plano los aspectos divergentes o conflictivos. En el nivel nacional se intensifica la diversidad nacional, subnacional y local, así como el derecho y el poder de los ciudadanos como personas y no como miembros de una estructura política. A nivel de los libros de texto se fomenta una visión cosmopolita, multicultural y de fomento del empoderamiento personal.

Finalmente, el capítulo deja planteado un proyecto de investigación para comprender todo lo que hemos señalado hasta este momento, es decir, cuáles son las tendencias de los distintos países en lo que respecta a la educación cívica y cómo varía de un país a otro y, finalmente, cuáles son los discursos a escala mundial con respecto a la educación para la ciudadanía. 

La globalización no conduce necesariamente a la homogeneización o incluso a un aumento de la similitud entre sistemas educativos estatales; no hay razón alguna para esperar que se produzca un declive espectacular de la diversidad. Por resumir, la globalización necesita de los Estados y éstos necesitan sistemas educativos.

Aunque los Estados siguen encarando los mismos problemas elementales y aunque esos problemas siguen surgiendo de forma natural en la agenda educativa, lo que sí ha cambiado es la forma que adoptan y la prudencia y capacidad del Estado para determinar cómo responder ante ellos.

Todo esto tiene implicaciones directas e indirectas para la educación, por ello habría que identificarlas y empezar a registrar sus efectos sobre los sistemas educativos nacionales de tal forma que nos permita aumentar nuestra capacidad para compararlos de una manera valiosa y válida, de modo que podamos encontrarnos en una mejor posición para contestar a las preguntas fundamentales de la educación, tanto nacional como comparativamente.

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