Cuando empezamos a andar aprendemos a destruir: avanzamos como dinosaurios torpes, arrollando todo a nuestro paso. Pequeños, salvajes y hegemónicos. Pero después, medio inspirados, entendemos a relacionarnos con el entorno y llega la creación. Aquí cerca hay un juego de construcción. Vaya, qué es esto. Si puedo edificar. Los cinco dedos de la mano comienzan a tener sentido, a ser exactos. "Los juguetes sirven para construir personas y modelar una serie de vocaciones", explica el escultor Juan Bordes (Madrid, 1948). Colecciona desde hace 20 años las 500 piezas que ahora presenta en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. No son chismes: hablan de la historia de la arquitectura, de la educación, de las herramientas primeras de expresión, de los elementos de aprendizaje "de los que nos han privado algunas grandes firmas del juguete".
Bordes donó su colección al Museo del Prado de libros especializados en el estudio de la figura humana. Antes montó una exposición en el Museo Picasso de Málaga sobre los juguetes de las Vanguardias. Ahora, avisa a los adultos, en la inauguración de Juguetes de construcción (Escuela de la arquitectura moderna), que la muestra "no va sobre juguetes, sino sobre objetos provocadores de experiencia": "Estamos acostumbrados a tratar a los niños como si no se enteraran de nada y no, ellos van a entender esta colección perfectamente. Son los adultos los que no tienen que ver aquí nostalgia, sino arquitectura".
Los niños van a entender esta exposición perfectamente; son los adultos los que no tienen que ver aquí nostalgia, sino arquitectura
El escultor se confiesa un "vicioso coleccionista de cosas raras" y encuentra belleza y significado en esos juguetes "poco atractivos para las antologías al uso", porque muchos han desaparecido y otros están mal conservados. "Y si lo están es porque han sido utilizados por grandes artistas en sus estudios", como forma de materializar y ordenar sus ingenios con piezas. "Ésta es una línea inédita de trabajo y me siento Indiana Jones", bromea.
El escultor cree que la sociedad se edifica desde la infancia y lamenta que "los políticos no le den el crédito a los educadores de que son ellos los que tienen que cambiar el mundo". Los juguetes de construcción comenzaron a fabricarse como derivación de los bloques a finales del siglo XVIII y se usaban para enseñar matemáticas, geometría y dibujo, además de para visualizar operaciones abstractas.
Los juguetes tienen una estructura maravillosa: le das uno a alguien y puedes hasta ver si esa persona tiene problemas mentales
Pero fue el pedagogo alemán Frederich Froebel (1782-1852) el primero en introducir los juegos en su programa docente de las escuelas infantiles. "Pasaron de ser juguetes muy caros, destinados a niños de la aristocracia, a convertirse en un elemento pedagógico que ayudaba a todos a cambiar el mundo a pequeña escala", sostiene. "Los juguetes tienen una estructura maravillosa: le das uno a alguien y puedes ver si esa persona tiene problemas mentales. Hay una lógica en sus piezas...".
Define la construcción como el "único juguete no sexista de la historia" y explica que "los juegos provocadores de la 'peste rosa', como lo llaman los educadores, son los iniciadores de la segregación". Los bloques integran a los dos sexos, responden a algo tan humano como el "impulso creativo de primer orden". Los defiende también por encima de la maqueta: "Marcar una guía estricta, un camino, no es aprendizaje. La maqueta es un ejercicio de paciencia y punto".
Los juguetes son un acceso a la modernidad, hacen imaginar al niño los grandes avances, ayudan a delimitar sus sueños
Claro que los juguetes sirven como método de enseñanza: "Ojalá vuelva, porque deberíamos haber entrado ya en otra Europa", suspira Bordes. "Tienen algo de "acceso a la modernidad", un trazo precoz que dibuja lo que viene o lo que puede venir, "hacen imaginar al niño los grandes avances, delimitar sus sueños". Bordes regresará a la institución el 7 de marzo con su conferencia Jugando a las vanguardias, que abre la programación de Los lunes, al Círculo.
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