
Vista de la exposición de Carlos Aires en la galería Sabrina Amrani. Foto: Cortesía del artista / Sabrina Amrani
Carlos Aires, el artista que nos reta a ver arte en la oscuridad y luego nos deslumbra con 2.500 luces LED
En su segunda exposición en la galería Sabrina Amrani, reflexiona sobre el poder de la mirada a través de la privación del sentido de la vista.
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Encontrarse con una galería de arte en completa oscuridad representa un manifiesto. La ceguera empuja al resto de sentidos a compensar la carencia de la visión y nos desplaza a un lugar vulnerable, aquel en el que ciertas piezas, normalmente las buenas, nos sitúan.
Blind, la exposición que presenta Carlos Aires (Ronda, Málaga, 1975), la segunda en Sabrina Amrani, permanece un minuto en plena oscuridad antes de iluminarse –los tres minutos siguientes– con la deslumbrante potencia de 2.500 bombillas LED en el interior de 2.500 rostros impresos en farolillos de feria.
Rostros de víctimas que centellean con la alegría de una fiesta y la estupefacción de contemplar una masacre. Estos rostros anónimos han sido transferidos desde los archivos de la hemeroteca de prensa más antigua de la que se tiene registro en España, la de ABC, y de buscadores de imágenes online libres de derechos, seleccionados minuciosamente bajo la etiqueta de #catástrofe.
Este retrato colectivo converge en una nube densa y compacta en la que se inmiscuyen sesenta rostros de otro tipo de pornografía, la del clímax sexual, la petit mort. Expresiones que nos transportan al pathos barroco del Éxtasis de Santa Teresa de Gian Lorenzo Bernini e incluso a los fotocollages de 1933 en los que Salvador Dalí exploraba El fenómeno del éxtasis.
Las referencias al Barroco abundan en la obra de Aires: en su iconofilia, en el pan de oro, en los trípticos que se abren como El jardín de las delicias de El Bosco, en las imágenes dolientes de la contemporaneidad –como sus billetes en curso recortados de los 30 países más ricos del mundo–.

Detalle de la instalación de Carlos Aires. Foto: Cortesía del artista y Sabrina Amrani
Blind incomoda y deleita a partes iguales. Es bella y terrible, abyecta y deliciosa. No solo alude a nuestra memoria histórica y a nuestra capacidad de volvernos inmunes ante la crudeza de las imágenes de prensa, sino también a una experiencia personal del artista, que estuvo a punto de perder la visión después de cuatro operaciones oftalmológicas; una experiencia intensa y dolorosa para alguien cuyos ojos son sus manos y su pan.
Aires brilla en su oscuridad, donde además de la instalación central de grandes dimensiones que ocupa un espacio vacío, encontramos sus clásicos perfiles de siluetas titulados Mirrors, por su forma oval. Una de estas piezas contiene las siluetas de todos los países dispuestos en una composición nueva que nos aleja del mundo tal como lo conocemos, transformándolo en un irreconocible plancton de formas; en otro, discurren siluetas de personajes de la actualidad y el tercero hace referencia al hedonismo y al placer, con dibujos de Walt Disney o de máscaras BDSM.

Carlos Aires: detalle de 'Mirrors', 2025. Foto: Cortesía del artista y Sabrina Amrani
Los perfiles están impresos en un material similar al Vantablack, el negro más negro que se ha podido obtener en la industria química. Una sustancia tan oscura que absorbe el 99,8 % de la luz visible y cuya licencia de producción ha adquirido –en exclusiva– el artista británico nacido en la India Anish Kapoor, y que ahora Aires encarga a una empresa japonesa, competencia de la anterior, para introducir el juego de la industria en la producción artística.
Estos fragmentos negrísimos se sujetan con alfileres como si de una colección de taxidermia entomológica se tratara. El dolor y el placer, la catástrofe y el hedonismo, el fetiche y el objeto de estudio científico como caras de una misma moneda.
En Blind, Aires nos introduce, además, en una nueva serie que está realizando con sangre humana, en concreto con su propia sangre, y que se irá ampliando con la de otros agentes del sector, como la de los coleccionistas, algo muy barroco, por otra parte.
Para estas piezas se inspira en los dibujos de anatomía humana de Andrés Vesalio, el primer dibujante que en el siglo XVII seccionó quirúrgicamente órganos humanos para dibujarlos, lo que le convirtió en el padre de la anatomía moderna. En su primera pieza vampírica, Aires transfiere a serigrafía la partitura de la canción The End de Jim Morrison, una composición que se ha convertido en la banda sonora protagonista en muchos de sus trabajos.

Carlos Aires: 'The End', 2025. Foto: Cortesía del artista y Sabrina Amrani
Escondido, en una esquina de la sala, encontramos un código QR que nos conduce a un vídeo del “cómo se hizo” la pieza, desde la extracción de sangre a las pruebas de color para la impresión de la estampa. La música acompaña y despliega todo su poder evocador en el corpus de su obra recordándonos que su familia se dedica a la venta de aparatos de sonido en su Ronda natal.
¿Podría definirse su trabajo como político? Evidentemente, sí. Su potencia, contenida en su ejercicio estético, reside también en sus minuciosos y obsesivos procesos de producción. Como el mismo artista nos recuerda, hoy el arte está lleno de autocomplacencia manteniéndose al margen de lo terrible. “El Museo del Prado está abarrotado de arte político”, nos dice. Aires es un nuevo artista antiguo, un maestro del memento mori que transmuta la oscuridad.

Vista de la instalación. Foto: Fundación DIDAC