James Brown
Ten Last Dead Indians, 1990
En 1990 James Brown tuvo una individual en una galería madrileña dedicada a su vertiente pictórica y desde entonces poco hemos vuelto a saber de él. La Caja Negra presenta ahora una pequeña revisión de su producción gráfica desde ese mismo año hasta hoy, en la que se advierte claramente que para Brown (Los ángeles, 1951) el grabado era una cuestión primordial, una práctica perfectamente integrada en su repertorio creativo. Siguiendo un recorrido cronológico, las primeras obras de principios de los noventa muestran a un Brown drástico de rasgos agitados. Litografías con abstracciones de raíz gestual que dan paso, con los años, a una mayor contención formal, a un intenso diálogo entre los distintos materiales. Así, las siguiente series ofrecen un aire más tenue, casi como un susurro, donde diferentes elementos (y realidades) se superponen unos a otros en experiencias extraordinariamente sutiles. Son interesantes las piezas que utilizan el reverso de mapas a los que Brown añade diferentes tejidos en composiciones de estructuras más racionales, igualmente sutiles y tendentes a la levedad. También están sus alusiones al mundo indio, donde incorpora fotografías y collage, y una sugerente muestra de libros de artista para la editorial Carpe Diem con versos de poetas norteamericanos.