Image: Espartaco

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Cine

Espartaco

Stanley Kubrick en DVD

3 febrero, 2005 01:00

Kirk Douglas en Espartaco

El Cultural entrega el 3 de febrero, por sólo 8,95 euros, el DVD Espartaco (1960), uno de los peplum más memorables, protagonizado por un reparto legendario que va de Kirk Douglas a Laurence Olivier. Sustituyendo a Anthony Mann en la dirección, Stanley Kubrick renovó la épica romana con esta monumental película sobre la lucha por la libertad.

Corre la leyenda de que Espartaco existe porque William Wyler no contó con Kirk Douglas para Ben-Hur, y desde su resentimiento el actor se propuso levantar a toda costa su propia épica romana. El cinemascope había abierto el cine a películas monumentales, y la Universal entró en el proyecto barnizando la imagen de esa capa de plástico propia de la casa, que a Kubrick nunca le gustó como tampoco le gustaron tantas cosas. Empezando por el guión. Para el director neoyorquino la historia pecaba de un exceso de moralidad, y si la dirigió fue porque sus ambiciones no le impidieron decir que no a una superproducción hollywoodense servida en bandeja de oro, al frente de una selección de legendarios actores que van de Peter Ustinov a Laurence Olivier, pasando por Charles Laughton, Jean Simmons y Tony Curtis.

Por mucha tinta impresa o contenidos extras de DVD que existan sobre el tema, no podemos saber con precisión qué tormentos padeció Kirk Douglas bajo las órdenes del treintañero Stanley Kubrick durante el rodaje, o si fueron otras circunstancias a las conocidas las que llevaron a la superestrella de Hollywood a pronunciarse con evidente malestar sobre el cineasta: "Es una mierda con talento". Lo que sí sabemos es que el egocéntrico Douglas llamó de urgencia al no menos egocéntrico Kubrick para sustituir a Anthony Mann porque tras varios días de rodaje se dio cuenta de que no podía imponer su criterio con facilidad. El actor se equivocó al pensar que Kubrick sería más dócil, aunque sólo fuera por su juventud, sobre todo teniendo en cuenta que venía de trabajar bajo sus órdenes en Senderos de gloria. Algo nos dice que en el espacio de tres años entre una y otra película se produjo un punto de inflexión en Kubrick que fortaleció la confianza que tenía en sí mismo, como si al entrar a la edad adulta se hubiera prometido que nadie, ni siquiera una superestrella con grandes poderes en la industria hollywoodense, pasaría por encima de sus convicciones respecto a cómo se dirige una película. Detrás de las batallas épicas de Espartaco acontecieron batallas de egos no menos sangrientas.

Pero dejando a un lado los demonios personales que alimentaron la producción del filme, hay que otorgar a Espartaco el enorme mérito de ser uno de los peplum, si no el primero, más admirados por el público durante casi medio siglo, y ahí tenemos la reciente, nefasta Gladiator para dar fe de la influencia que todavía ejerce. Quedan lejos las asociaciones políticas y sociales a su tiempo (Craso como representante de la extrema derecha norteamericana, el primer mártir de la revolución es negro, etc.), presentes desde la firma del guionista Dalton ‘blacklisted’ Trumbo en los créditos, y lo que resiste a la impiedad del tiempo son las hechuras de clasicismo en consonancia con la feroz energía del film, sus inspiradas interpretaciones (nótese la preferencia por el estilo británico) y su tratamiento de la violencia libre de anodinos escrúpulos, su actitud poco romántica hacia la guerra y el seguimiento paralelo que dispensa a oprimidos (esclavos) y opresores (senadores), resaltando la enorme distancia que separa ambos mundos.

Un Kubrick incómodo
En algunas escenas se adivina un Kubrick ciertamente incómodo dirigiéndolas, especialmente las que tienen que ver con la afectada historia de amor entre Espartaco y Varinia -que podemos sobrellevar gracias a la balsámica belleza de Simmons-, quizá porque el verdadero corazón de la película late en la conflictiva y compleja relación que protagonizan Graco y Craso. Es en el juego de conspiraciones por el poder -el imperio no tiene rostro, el mal es abstracto-, en las viscerales escenas de acción y en la fase de entrenamiento de los gladiadores (donde vemos la primera aproximación del futuro autor de 2001 a su concepto de hombre-máquina) donde Kubrick puede dar lo mejor de sí mismo, ofreciendo para la posteridad momentos de gran cine. Quizá no trabajó con el guión que él hubiera soñado para la película, y quizá Espartaco pudo no haber triunfado en su sangrienta lucha por conseguir la libertad, pero Kubrick sí conquistó la suya. Nadie le pararía los pies a partir de entonces.

Detrás de la pantalla
-Para conseguir tal número de estrellas en el reparto, Kirk Douglas dio a cada una de ellas un guión distinto en el que su papel tenía más protagonismo que el resto.
-De los 167 días de rodaje, se invirtieron seis semanas en rodar las secencias de la batalla (en España), que convocó a 8.500 extras en la piel de soldados romanos y esclavos.
-La versión restaurada de 1991, que recupera escenas censuradas en 1960 por su contenido sexual y violento, dio lugar a un nuevo negativo de 65 mm que respeta los colores originales de la película.
-Varias escenas entre Peter Ustinov y Charles Laughton fueron reescritas por el propio Ustinov.