Image: La gran herencia de George Balanchine

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Teatro

La gran herencia de George Balanchine

22 enero, 2004 01:00

Balanchine con Stravinsky. Foto: Martha Swope

El 22 de enero se cumple el centenario del nacimiento de George Balanchine, padre del llamado "ballet americano"cuya contribución a la danza del siglo XX ha sido fundamental. Formado en el teatro Mariinsky de San Petersburgo, fundó años más tarde el New York City Ballet.

Difícilmente se podría concebir el ballet actual sin George Balanchine, un nombre que veinte años después de su fallecimiento sigue marcando no solamente una época y unos artistas sobresalientes, sino un repertorio singular que revolucionó los cánones del ballet y es un patrimonio valiosísimo. Este año se celebra el centenario de su nacimiento con numerosas actividades en Europa y Estados Unidos, pero hasta la fecha no conozco ninguna iniciativa semejante en nuestro país, seguramente porque hoy ninguna compañía española está en condiciones de enfrentarse a un reto semejante.

Hijo de compositor, inició sus estudios de música siendo muy joven e ingresó en la Escuela Imperial de Ballet en San Petersburgo a los nueve años. Al graduarse prosiguió con clases de composición, contrapunto y armonía. Este dominio de la música le proporcionó una relación privilegiada con los compositores con quienes colaboraría más adelante, así como la capacidad de interpretar en piano sus partituras y valerse de las claves de éstas para elaborar sus coreografías.

Tras su paso por el teatro Mariinsky, conoció en una gira europea a Diaghilev, y llegó a formar parte de Los Ballets Rusos. Poco después, Balanchine aceptó la invitación de Lincoln Kirstein, balletómano, escritor, crítico y visionario estadounidense cuyo sueño era crear en su país una compañía de ballet de un nivel comparable o mejor que las europeas. Las famosas palabras de Balanchine, "But first a school" ("Primero una escuela") sentaron las bases, con la creación de la School of American Ballet (SAB) en Nueva York, en 1934. Desde entonces la SAB se encarga de formar en los principios establecidos por Balanchine, con énfasis en la rapidez, la ligereza y la musicalidad, exigencias que han influido en el canon del cuerpo "ideal" de la bailarina (alta, delgada, largo cuello, con agilidad, velocidad y gracia) y suponen un reto para otras compañías que interpretan sus coreografías. Las primeras formaciones (The American Ballet, American Ballet Caravan y Ballet Society) se nutrieron de los alumnos aventajados de esta escuela y allí se perfilaron no solamente unos artistas de gran calibre, también una visión propia del ballet. En 1948 la compañía estableció su sede permanente en el City Center y nació el New York City Ballet (NYCB). Puente entre la tradición de la Escuela Rusa y el jóven país adoptado, Balanchine creó un estilo propio que tenía mucho que ver con el entusiasmo que vivió a su llegada a Nueva York. Mezcló sus gustos exquisitos europeos con elementos musicales americanos, algo que se ve en sus coreografías donde a veces conviven el vocabulario clásico con el jazz. Igualmente, participó en musicales de Broadway y en cine.

Sin jerarquías
El New York City Ballet sorprendió desde el principio. A diferencia de la jerarquía absoluta que impera en los ballets europeos, aquí no hay estrellas, aunque siempre ha habido bailarines que destacan. Pero desde el principio se entendió que el repertorio, amplísimo, era la verdadera estrella. ¡Pero qué repertorio!, joyas del ballet neoclásico como Concerto Barroco, Apollo, Serenade, Los Cuatro Temperamentos, Agon o Jewels conviven con producciones de algunos grandes ballets clásicos (su Cascanueces es toda una tradición navideña en Nueva York). Su estrecha convivencia con la música hizo que la mayor parte de sus coreografías prescindan de la narrativa: Balanchine pidió a los bailarines ejecutar y no interpretar sus creaciones, concepto radical en su momento. Esta visión atrajo a estrellas de otras compañías, entre ellos Baryshnikov, al NYCB. Hay que destacar su extraordinaria colaboración con el compositor Stravinsky (crearon Apollo). En total, Balanchine ideó 29 ballets. Profundamente religioso, el coreógrafo siempre se consideraba un artesano más que un creador. Enamoradizo y discreto, se inspiró en diversas musas, entre ellas sus esposas Tamara Geva, Vera Zorina, María Tallchief y Tanaquil Leclerq, y la inolvidable Suzanne Farrell, joven bailarina con la que trabajó en su madurez. Farrell trabaja por su cuenta para mantener viva las obras de Balanchine, mientras el NYCB, dirigido por Peter Martins, se encarga de cuidar este repertorio único.


George Balanchine
El 22 de enero de 1904 nació en San Petersburgo George Balanchine, hijo de un compositor y de una pianista. Estudió música, piano y ballet y a los 17 años ingresó en el teatro Mariinsky. A los 24 ya era coreógrafo en Los Balles Rusos de Diaghilev, pero su estilo único y su gran técnica le empujaban a crear su propia compañía. En 1932 emigró a los Estados Unidos para crear allí una escuela, germen del futuro ballet americano: the School of American Ballet. En 1948 fundó el New York City Ballet. Murió en 1983.