
El ser vivo más grande del océano mide 34 metros, tiene más de tres siglos y está en Oceanía. iStock
Ni ballena ni tiburón, este es el ser vivo más grande del océano: mide 34 metros, tiene más de tres siglos y está en Oceanía
Este curioso descubrimiento, hecho por el videógrafo español Manuel San Félix, se ha consagrado como el organismo acuático de mayores dimensiones.
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Más de 344 científicos de 34 países diferentes, entre los que se encuentra España, englobados en el llamado Censo de la Vida Marina han inventariado hasta ahora cerca de 17.650 especies de las profundidades marinas que viven bajo las aguas del océano, a unos 5.000 metros de profundidad y que nunca han visto la luz del sol.
Esta diversidad marina incluye desde microorganismos hasta plantas y animales, que tienen la capacidad de crecer, reproducirse y responder a estímulos del entorno, adaptándose a una amplia variedad de hábitats. Pero entre todos ellos, destaca uno muy por encima del resto —al menos, dentro de las especies conocidas—.
No se trata de un tiburón, ni de una ballena... ni siquiera de un animal, pero se ha consagrado como el ser vivo más grande del océano. Mide 34 metros, existe desde hace más de tres siglos y está en Oceanía.
Se trata, nada más y nada menos, de la colonia de coral más grande jamás descubierta. Se encuentra en las aguas de las Islas Salomón, y pertenece a la especie Pavona clavus.
Un organismo colosal
Su enorme tamaño lo convierte en un organismo colosal, de dimensiones nunca antes vistas. Alcanza los 34 metros de ancho, 32 metros de largo y 5,5 metros de alto. Para ponerlo en perspectiva, es 12 metros más grande que el anterior poseedor del récord, ubicado en la Samoa Americana.
En contra de lo que pueda pensar, no se trata de un conjunto de colonias de diversos genotipos, sino que este megacoral es un único organismo compuesto por millones de diminutos pólipos funcionales, a diferencia de los arrecifes de coral tradicionales.
Su impresionante tamaño y longevidad, estimada en alrededor de 300 años —como curiosidad, ya existía en la época de Napoleón—, evidencian su capacidad para resistir las amenazas que han diezmado a otros corales en todo el mundo.
Un hallazgo "fortuito"
El hallazgo de esta 'catedral submarina' fue gracias, nada más y nada menos, que a un español. Fue el videógrafo Manuel San Félix quien lo avistó y, tal y como revela en declaraciones recogidas por EcoNews, se trató de un hecho "fortuito". El equipo de la expedición Pristine Seas de National Geographic, liderado por San Félix, se topó con el coral mientras exploraba una zona conocida por ser un cementerio de naufragios.
Este descubrimiento es impresionante por su tamaño y por su potencial para revolucionar la conservación marina. En un contexto de crisis global de los arrecifes de coral, donde el aumento de las temperaturas oceánicas provoca el blanqueamiento y la muerte de estos ecosistemas vitales, el megacoral de las Islas Salomón se presenta como un faro de esperanza.
El reto de proteger los corales
Los arrecifes de coral de las Islas Salomón, considerados pilares de la biodiversidad marina y fundamentales para las economías locales, se encuentran en una situación crítica.
El aumento sostenido de las temperaturas oceánicas, consecuencia del calentamiento global, amenaza con acelerar el blanqueamiento y la degradación de estos ecosistemas, poniendo en riesgo tanto a la fauna marina como a las comunidades que dependen de ellos.
Ante esta situación, especialistas y autoridades ambientales coinciden en que es imperativo adoptar un enfoque multidimensional para su protección. En primer lugar, se subraya la importancia de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global.
Esta acción, esencial para frenar el avance del cambio climático, requiere la cooperación de gobiernos, industrias y ciudadanos para transitar hacia fuentes de energía más limpias y sostenibles.
En paralelo, la creación y fortalecimiento de áreas marinas protegidas se presentan como medidas cruciales. Estas zonas, donde se limitan las actividades extractivas y el turismo no regulado, permitirían que los arrecifes tengan un espacio seguro para recuperarse y mantener su diversidad biológica.
Además, la implementación de proyectos de restauración —como el cultivo y trasplante de corales— podría contribuir a regenerar zonas que han sufrido un deterioro significativo.
La educación y la concienciación ambiental también juegan un papel vital. Iniciativas dirigidas a las comunidades locales y a los visitantes sobre la importancia de estos ecosistemas pueden generar un compromiso activo para su preservación. De este modo, el impulso a la investigación científica permitirá comprender mejor las dinámicas de estos arrecifes y desarrollar estrategias de adaptación innovadoras que respondan a los desafíos impuestos por el cambio climático.