Un niño desnutrido, el pasado sábado, en el hospital Alban Jadeed de Jartum, Sudán.

Un niño desnutrido, el pasado sábado, en el hospital Alban Jadeed de Jartum, Sudán. El Tayeb Siddig Reuters

EEUU

Los recortes de Musk en USAID se cobran sus primeras vidas: "Muchos más niños van a morir en las próximas semanas"

El principal mecenas de Trump ha asegurado que “nadie” ha muerto a causa de sus recortes, pero en Sudán del Sur ya han fallecido varios infectados de VIH cuya salud empeoró tras dejar de percibir la asistencia de Washington.

Más información: ¿Tiene sentido la política exterior de Trump? "La confianza se gana gota a gota, pero se pierde a raudales"

Publicada

El PEPFAR –Plan de Emergencia del Presidente de los Estados Unidos para el Alivio del SIDA– ya no existe. Se evaporó a finales de enero, cuando el multimillonario Elon Musk, actuando en nombre de Donald Trump, comenzó a desmantelar la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, más conocida como USAID, de la que el PEPFAR dependía. Y se evaporó pese al coro de voces que advirtió de lo que podía ocurrir a continuación: un sinfín de muertes en los lugares más pobres del planeta.

Tras su desaparición transcurrió un mes sin que nadie hablase del PEPFAR hasta que hace dos semanas Jon Favreau, la persona que escribía los discursos de Barack Obama, dijo en sus redes sociales que iban a empezar a morir niños por culpa de Musk. Dándose –lógicamente– por aludido, el hombre más rico del mundo contestó llamando a Favreau un “propagandista imbécil que miente para ganar discusiones políticas baratas”.

La enganchada entre ambos continuó durante unos cuantos mensajes más hasta que, en un momento dado, Musk sentenció que “nadie ha muerto como resultado de la breve pausa realizada para verificar la sensatez del dinero que se destina a la ayuda exterior”. Acto seguido repitió: “Nadie”.

Sin embargo, y según ha podido comprobar Nicholas Kristof, un periodista especializado en investigar las incontables zonas grises que existen en el continente africano, Musk no dice la verdad.

Centrándose únicamente en aquellas personas que recibían asistencia del PEPFAR –un programa que habría salvado 26 millones de vidas en dos décadas– y han dejado de recibirla en uno de los países más pobres del mundo, Sudán del Sur, Kristof ha documentado docenas de muertes en las últimas semanas.

En un reportaje publicado en el New York Times, el periodista estadounidense cuenta el caso de Peter Donde, un huérfano de 10 años contagiado de SIDA por su madre al nacer. También habla de Achol Deng, una niña de 8 años infectada de la misma forma. O de Jennifer Inyaa, una madre soltera de 35 años, y de su hijo Evan Anzoo, de 5 años. Y de otros tantos que, como los anteriores, han muerto desde que dejaron de llegar las medicinas pertinentes.

“Si USAID hubiese seguido en marcha, Peter Donde no habría muerto”, le contaba Moses Okeny Labani, un trabajador sanitario a cargo de centenar y medio de huérfanos, a Kristof. Y según Margret Amjuma, otra trabajadora sanitaria que colabora con Labani, “muchos más niños van a morir en las próximas semanas”.

La investigación de Kristof ha tenido bastante eco en Estados Unidos por haber desmentido a Musk no con cifras macro –las cuales no dejan de ser proyecciones– sino con casos concretos y con los vaticinios de quienes se encuentran sobre el terreno y tienen información de primera mano.

Pronósticos a medio y largo plazo

Según las estimaciones del Centro para el Desarrollo Global, un think tank de Washington fundado en 2001 destinado a combatir la pobreza y la desigualdad en el mundo, las vacunas y medicamentos que hasta ahora enviaba Estados Unidos al resto del mundo habrían salvado más de tres millones de vidas anuales entre aquellos infectados por el VIH, la tuberculosis y la malaria. Asimismo, sus expertos han pronosticado que cerca de 1,7 millones de personas infectadas por el virus VIH podrían fallecer de aquí a diciembre si no se reactivan las ayudas.

Por su parte la Fundación de Salud Desmond Tutu, con sede en Ciudad del Cabo, ha realizado estimaciones en lo que a Sudáfrica se refiere, un país donde hay más de siete millones de personas infectadas de VIH, y ha concluido que, de mantenerse, los recortes podrían costarle la vida a más de 600.000 personas a lo largo de la próxima década.

Al margen del VIH, también se teme que a lo largo de los próximos meses medio millón de personas perezcan en el mundo por falta de alimentos hasta ahora financiados por Estados Unidos. Asimismo, se espera que 290.000 personas mueran en ese mismo periodo tras los recortes a la prevención de la malaria y que más de 300.000 corran su misma suerte al no poder seguir esquivando la tuberculosis.

Por lo pronto, y aunque la Casa Blanca continúa con la reestructuración del entramado federal revirtiendo, en ocasiones, algunas de sus decisiones iniciales, se sabe que hoy por hoy las nuevas autoridades estadounidenses ya han cancelado contratos destinados a la ayuda exterior valorados en 54.000 millones de dólares.

También se sabe, porque lo anunció la semana pasada el secretario de Estado, Marco Rubio, que el 83% de los programas de USAID se han eliminado. Y se sabe que a los miles de funcionarios que empleaba directamente la agencia y que han perdido su puesto de trabajo hay que sumar decenas de miles de voluntarios repartidos por medio mundo. Más de 100.000, según dicen antiguos trabajadores de USAID.

Elon Musk presume de motosierra en la convención conservadora del pasado febrero.

Elon Musk presume de motosierra en la convención conservadora del pasado febrero. Nathan Howard Reuters

Organizaciones religiosas

Tras la publicación de su reportaje, un lector del Times preguntó a Kristof por las organizaciones cristianas dedicadas a combatir la vulnerabilidad de la población local en lugares como Sudán del Sur. ¿Están haciendo algo al respecto?

“Organizaciones evangélicas como World Vision y Samaritan’s Purse continúan realizando una labor excelente en zonas remotas”, contestó el periodista. “Y organizaciones católicas como Catholic Relief Services y Cáritas también llevan a cabo una gran labor”. Si no hablan en público, señalaba Kristof, es “por temor a ser castigadas” por la Casa Blanca dado que, en muchos casos, también perciben fondos federales procedentes de Estados Unidos.

“A la hora de investigar este artículo –concluía Kristof– me he sentido como en los viejos tiempos, cuando trataba de informar desde China, donde las fuentes tenían miedo no ya de hablar sino directamente de reunirse conmigo”.

Influencia estadounidense en el mundo

El trabajo de Kristof ha recibido una avalancha de críticas procedentes del trumpismo que podrían resumirse en la siguiente frase: es muy triste que toda esa gente muera, pero… ¿por qué es responsabilidad nuestra mantenerlos con vida?

Más allá de razones éticas, los partidarios de la realpolitik –la teoría que dice que la política exterior debe obedecer a las circunstancias y no a las nociones ideológicas o a las premisas morales– argumentan que la ayuda humanitaria desplegada por USAID suponía uno de los pilares sobre los que se asentaba la hegemonía estadounidense en el mundo.

En primer lugar, porque no solo se generan vínculos y se promueven alianzas recurriendo al brazo militar. Al exportar programas de ayuda y, en paralelo, dinero para todo tipo de infraestructuras estás afianzando lo que en geopolítica se conoce como “poder blando”. Es decir: tu influencia entre las élites políticas de aquellos países que reciben tu asistencia.

Y, en segundo lugar, porque los trabajadores de USAID han colaborado, en algunos casos estrechamente, con las agencias de inteligencia de Estados Unidos a la hora de compartir información importante sobre lo que ocurre en tal o cual región y los riesgos que allí pueden estar cocinándose para los intereses estadounidenses. A fin de cuentas, hay determinados datos y dinámicas que se obtienen o se comprenden mucho antes en un campo de refugiados que hablando con el funcionario de turno en tal o cual ministerio.

Es más: cuando John F. Kennedy puso en marcha USAID, a comienzos de los años sesenta, exigió a sus asesores vincular “todo ese concepto de ayuda a la seguridad de Estados Unidos” y a repetir constantemente que “esa es la razón por la que brindamos ayuda”. Y lo exigió porque sospechaba, con razón, que su rol humanitario no iba a ser muy popular entre la ciudadanía estadounidense. De hecho, sugirió cambiar el término “ayuda” por el de “asistencia mutua” o, mejor todavía, hablar de “una inversión en seguridad nacional”.

No es de extrañar, por tanto, que países como China ya estén realizando rondas en África, América Latina y el Pacífico ofreciendo su dinero, sus excavadoras y sus servicios en aquellos lugares que acaban de ver cómo USAID se ha esfumado. Los chinos ya se han dejado ver en Colombia, por ejemplo, un país que recibía 400 millones de dólares en ayudas procedentes de Washington. También Camboya, Nepal y las estratégicas Islas Cook figuran en el listado cada vez más amplio que maneja la diplomacia china en Pekín.