Frances Morris en la exposición de Phyllida Barlow en el Chillida Leku la semana pasada. Foto: Chillida Leku

Frances Morris en la exposición de Phyllida Barlow en el Chillida Leku la semana pasada. Foto: Chillida Leku

Arte

Frances Morris, directora emérita de la Tate: “Los museos tienen que despertar”

Exposiciones con menos prestadores, y menos transportes, más presencia femenina y actividades dirigidas a los niños. Estas son algunas de las claves que Frances Morris defiende en su conversación con El Cultural.

13 octubre, 2023 01:12

Frances Morris (Londres, 1959) descuelga el teléfono en medio de los verdes jardines del Chillida Leku de San Sebastián, a donde se ha desplazado para dar una charla sobre la artista Phyllida Barlow (Reino Unido, 1944-2023), famosa por sus antimonumentos hechos con materiales de reciclaje. Su nombre ha estado más de tres décadas asociado al de la Tate Modern, de la que ha sido directora, la primera mujer al frente, entre 2017 y 2023. Tanto su gestión como su discurso han estado siempre unidos a un respeto total por el medioambiente y a la búsqueda de otras maneras de exponer y de estar en el mundo.

Pregunta. Cuando la Tate Modern invitó en 2011 a Phyllida Barlow a seleccionar una obra de su colección,  la artista se quedó con una de Chillida, ¿qué conexiones encuentra entre estos dos artistas?

Respuesta. Creo que seleccionó una obra de 1963 llamada Modulaciones en el espacio. Una cuestión muy importante del trabajo de Phyllida Barlow es su imbricación con la tradición escultórica europea. Estudió Bellas Artes después de la guerra, a finales de los cincuenta, y fue una apasionada de artistas como Giacometti o Miró y de la generación emergente de los abstractos. Le fascinaba la escultura y el movimiento y por eso se alejó de la pintura, que le exigía una observación estática.

[Los museos rompen moldes]

P. Y este movimiento que buscaba, sin embargo, sí lo encontró en Chillida…

R. Sí, Chillida invitaba a pasear alrededor de la obra, a verlo desde múltiples puntos de vista. La escultura de Phyllida plantea distintas cuestiones antitéticas al espectador: tensión y relajación, si es duro o blando… Para ella Chillida era vanguardia y en Europa encontraba un gran campo de juego frente al estatismo británico. También le interesó el arte americano, aunque creo que siempre sintió su obra -muy fluida en los materiales- como una reacción al minimalismo. Es también interesante que nunca le dejaran trabajar con metales. En esa época no se dejaba a la artistas utilizar esos materiales en las escuelas de arte británicas.

P. Barlow exploró los límites del lenguaje escultórico y supo transformar el espacio con sus instalaciones "antimonumentales". ¿Cuáles cree que son las claves para que la escultura funcione en el espacio público, un difícil reto para los artistas?

R. Es una pregunta muy interesante. Creo que Phyllida es una excepción, una de esas artistas rara avis que pueden crear obras en un entorno íntimo o en pleno Manhattan o en medio de la naturaleza. Hay muchos artistas que fagocitan con sus esculturas la naturaleza, Chillida, por ejemplo, pero Phyllida aquí hubiera hablado de falocentrismo. No tenía ningún interés en que los paisajes fueran perfectos, sino en plantearnos cuestiones más profundas: qué ha pasado aquí, quién está detrás… Interrogaba al paisaje.

"Podemos hacer exposiciones más sostenibles reduciendo los transportes, apoyándonos en las colecciones"

P. Cuando dejó la dirección de la Tate hace unos meses comentó que quería llevar a cabo proyectos curatoriales relacionados con el cambio climático, ¿a qué se ha dedicado?

R. Estoy trabajando en animar a organizaciones importantes a que colaboren entre ellas y se alineen para luchar contra el cambio climático. Sé que los museos y los artistas tienden a ser muy competitivos y para encarar esta crisis tenemos que dejar de serlo y ser muy colaborativos. También estoy dando charlas sobre cómo pueden responder los museos a esta situación, porque los centros de arte son también un modelo para otras instituciones y no solo se desarrollan creciendo.

P. ¿Podría darnos algún ejemplo?

R. Una de las conversaciones que tuve con Phyllida antes de que muriera es que no todas las obras de arte tienen que durar para siempre. Una vez que la obra ha tenido una vida y la ha disfrutado el público, esta puede volver al planeta. De hecho me parece un final mejor que estar arrinconada en un almacén.

Frances Morris en la Sala de Turbinas de la Tate Modern. Foto: EuropaPress

Frances Morris en la Sala de Turbinas de la Tate Modern. Foto: EuropaPress

P. Entiendo que el mayor enemigo de esta propuesta es el propio mercado del arte, ¿no es así?

R. Sí, quizá el problema sea el mercado del arte. Algunas de las instituciones con las que estoy hablando de medidas para frenar el cambio climático forman parte de él. Es urgente que todos los actores seamos conscientes de que también somos responsables de lo que está pasando.

P. ¿Cómo podríamos hacer exposiciones más sostenibles?

R. Desde luego reduciendo los transportes de obra de arte, apoyándonos más en las colecciones propias de cada museo, trabajando con materiales naturales. En la Tate Modern redujimos el número de prestadores a solo una institución y también aumentamos la duración de las muestras. Además, hay que asumir que no todos los públicos están interesados en las exposiciones y que pueden participar de otras maneras. Ese modelo en el que entras en el museo y solo miras las obras colgadas de la pared está desapareciendo. Los más jóvenes quieren interactuar con ellas. Phyllida entendió muy bien que la exposición era un espacio de recreo.

"Me gustaría que las cuotas fueran invisibles, trabajar con obras de arte de mujeres que han estado fuera del mercado"

P. ¿Cree que muchos jóvenes visitan las exposiciones solo para colgar un selfie después en las redes sociales?

R. Es verdad que las redes sociales son muy importantes para ellos, pero también se les puede atraer con otras ideas, pintar el suelo de la Sala de Turbinas, por ejemplo. Cuando ofreces algo diferente el público lo agradece, y nos tenemos que enfocar en eso. ¿Cómo aportar alternativas a la vida digital? ¿Cómo divertirnos? Pongamos de nuevo la idea de juego en el centro del museo. El juego está probado que es una pieza fundamental del aprendizaje. Ya es hora de hacer cambios en los museos, tienen más de 300 años.

P. Recuerdo que la última vez que visité la Tate, en marzo, me sorprendió que hubiera tanto público y niños. Me pareció que los espacios eran acogedores y que llamaban a quedarse.

R. Eso es una de las cosas que intenté hacer como directora: asegurarme de que siempre hubiera alguna actividad infantil, aunque solo fueran juegos y libros en el suelo. Si solo tienes algo un día a la semana no afianzas esa confianza, ese hábito de que siempre se van a encontrar con algo. Atrayendo a esos niños de dos, tres, cuatro años, estamos fidelizando a los adultos del futuro.

P. Ha sido la primera mujer directora de la Tate. Aún queda camino por recorrer en materia de igualdad de género (en cuanto a directoras, artistas en las colecciones y exposiciones temporales), ¿qué medidas cree que podrían allanar el camino? ¿Está a favor de establecer cuotas?

R. Las cuotas son importantes, pero me gustaría que fueran invisibles. Esto es algo que va más allá de los números y tiene que ver con una manera de pensar y con otro tipo de valores. Sería más interesante trabajar con obras de arte de mujeres que han estado fuera del mercado, en labores más artesanales. Hay que respetar y rescatar todas esas enseñanzas manuales, repensar el legado del arte moderno, romper las reglas y las convenciones que rigen habitualmente lo que se entiende por buen y por mal arte. En la Tate Modern no sólo me fijé en cuántas mujeres exponía sino también en que su trabajo fuera muy diferente al de los hombres.

[Las artistas reescriben la historia de los museos]

P. Empezó a trabajar allí en 1987. ¿Cuáles diría que son los principales cambios que se han producido en el sistema del arte (museo, arte, exposiciones) en todos estos años?

R. El cambio más importante ha sido la asfixia del sector público y la intrusión del mercado del arte y del poder de las empresas. Cuando yo empecé el museo era completamente público, lo financiaba el Gobierno. Ahora hay un conflicto de intereses. Estamos pendientes de cuántas entradas se venden, se organizan exposiciones que sean un éxito de taquilla y, en definitiva, el contexto es más complejo. Pero no todo es negativo, los museos también han tenido que reflexionar sobre por qué son necesarios y cuáles son sus objetivos. No pueden dedicarse a hacer exposiciones complejas para cuatro privilegiados, hay que pensar en todo el público. Ha sido un periodo de muchos cambios y muy rápidos como la globalización y las innovaciones tecnológicas. Imagínate, cuando yo empecé a trabajar, la Tate era un museo de pintura y escultura y eso no define al arte de hoy.

P. Y de cara al futuro, ¿cuáles son los principales retos de los museos para los próximos años?

R. La emergencia climática. Qué significa ser un museo responsable. Si supimos responder a la pandemia, ¿por qué no podemos encarar una emergencia que es mucho más grande? Tenemos que despertar.