Temor a Pedro y Pablo: 8 razones para creer que ‘no pasará nada’ y otras 8 para pensar que 'se liará gorda'
Por primera vez desde 1936 habrá un Ejecutivo de extrema izquierda aliado con el nacionalismo. ¿Hay razones para temer que se repita la Historia?
8 enero, 2020 04:10Una
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No: La España de 2020 no es la España de 1936. España es hoy una democracia consolidada, forma parte de la Unión Europea, es la decimotercera economía mundial y puntúa muy alto –en no pocas ocasiones por encima de naciones vecinas con democracias mucho más veteranas que la nuestra– en la mayoría de parámetros que miden la calidad democrática de los Estados modernos.
Sí: ¿Y cuántos de esos logros se habrían materializado con un Gobierno como el actual? La experiencia en aquellos ayuntamientos donde ha gobernado la extrema izquierda en España oscila entre la molicie inane (Manuela Carmena en Madrid, Kichi en Cádiz, Pedro Santisteve en Zaragoza) y una brutal degradación de la ciudad (Ada Colau en Barcelona).
En las comunidades donde esa extrema izquierda ha gobernado junto al PSOE –Valencia, Baleares, Navarra, Aragón– el nacionalismo, el cantonalismo y la división de los ciudadanos por motivos identitarios han avanzado sin freno, estimulados y financiados por las mismas instituciones controladas por Podemos.
Dos
No: La alianza entre PSOE, Podemos y los nacionalistas es muy frágil. La mayoría de la investidura (167 votos a favor) queda lejos de la mayoría absoluta necesaria para aprobar cualquier ley en el Congreso de los Diputados (176 diputados), lo que hace prever una legislatura centrada en la propaganda contra la oposición y en la aprobación de leyes muy ideológicas, pero intrascendentes y que no modificarán en nada los pilares del sistema económico y político español.
Sí: La mayoría de la que dispone el Gobierno no es de 167 votos, sino de 185: los 167 que ayer votaron sí y los 18 que se abstuvieron, pero que correrán en auxilio del Gobierno cuando peligre la aprobación de alguna ley decisiva.
En cualquier caso, Pedro Sánchez ya ha demostrado que no tiene problema alguno en gobernar a base de decretos leyes o por la vía de la presión y los hechos consumados, tensando las formas y los procedimientos del Estado de derecho. Y el mejor ejemplo de ello es la concesión a los separatistas de una "mesa de Gobierno" y una "consulta" que, en circunstancias normales, habrían exigido del consenso de los partidos de la oposición.
Tres
No: Pedro Sánchez ha mentido sin freno a los votantes del PSOE prometiendo que no sería presidente con el apoyo de aquellos que ayer le hicieron presidente o negando reiteradamente que concedería lo que ha acabado concediendo. ¿Por qué pensar que Sánchez no traicionará a sus socios frente a la imposibilidad de contentarlos a todos, ya sea por los obstáculos legales que plantea la Constitución como por la evidente imposibilidad presupuestaria de satisfacer todas las exigencias a las que se ha comprometido?
Sí: Ni todas las exigencias de ERC, PNV, BNG, Podemos, Compromís o ¡Teruel Existe! son económicas –la mayoría, de hecho, son políticas– ni la Constitución parece merecer por parte del PSOE mayor respeto que las decisiones de la Junta Electoral Central.
La facilidad con la que el PSOE ha prometido a PNV, ERC y BNG "adecuar la estructura del Estado al reconocimiento de las identidades territoriales", algo que exigiría una reforma constitucional de muy largo alcance, es la mejor prueba de que el PSOE ya no considera la España surgida de la Transición como una realidad intocable, sino como un lienzo en blanco a su entera disposición.
Cuatro
No: Las responsabilidades de Gobierno amansan a las fieras. Cuando Podemos cate de primera mano la realidad del Estado y sea consciente de los equilibrios económicos, políticos y sociales que mantienen en pie un país, virará hacia el posibilismo y se convertirá en poco más que un partido socialdemócrata ligeramente más ideologizado de lo habitual. El PSOE impondrá además su experiencia de gobierno y su autoridad moral para frenar los proyectos más confrontacionales de Podemos.
Sí: Este PSOE no es el PSOE de los años 80 y 90. Una simple comparación entre los Sánchez, Calvo, Lastra e Iceta de hoy con los Solana, Rubalcaba, González o Solbes de ayer resulta bochornosa para los actuales altos cargos del partido. Ni su sentido de Estado es el mismo, ni su experiencia de Gobierno, ni sus méritos profesionales.
No es la gestión lo que ha llevado a Pedro Sánchez al Gobierno, sino su habilidad en el manejo de la propaganda, facilitada por la desideologización del PP decidida por Mariano Rajoy en 2008 y por la entrega de las televisiones al PSOE.
Cinco
No: La derecha está exagerando y cayendo en el histrionismo. Ni el PSOE ni Podemos suponen la más mínima amenaza para los derechos y las libertades de los ciudadanos españoles.
España, además, cuenta con una larga lista de contrapoderes que, en casos extremos, pondrían pie en pared frente a cualquier intento de quebrar los grandes consensos políticos derivados de la Transición o que pudieran atentar contra los derechos constitucionales de los españoles.
Sí: Esos contrapoderes no sólo no han servido de nada frente a atropellos como la inmersión lingüística o la discriminación en el acceso a la función pública por razones de lengua en las comunidades bilingües, sino que han legitimado esos atropellos con decisiones famosas por su creatividad jurídica.
PSOE y Podemos, además, han atacado con inusitada saña al Poder Judicial durante los últimos meses y a nadie se le escapa que uno de sus principales objetivos será el control político de aquellos órganos de la Judicatura –como el Tribunal Constitucional, la Fiscalía y el Consejo General del Poder Judicial– que no controlan actualmente.
Seis
No: La coalición de Gobierno formada por PSOE y Podemos es una alianza de fuerzas progresistas que romperán, para bien, las inevitables inercias conservadoras de cualquier sistema consolidado. Como ha ocurrido antes con temas como el aborto, el matrimonio gay o muchas otras leyes sociales, la derecha acabará con el tiempo sumándose al consenso y aceptando que esos cambios no son sólo tolerables, sino también imprescindibles.
Sí: El mayor problema del nuevo Gobierno no serán las leyes sociales, sino el peligro que supone hacer descansar la gobernabilidad del país en partidos que han hecho de las amenazas a instituciones y ciudadanos particulares algo más que una costumbre.
Altos cargos de Podemos han señalado y amenazado a ciudadanos particulares en las redes sociales, se han querellado contra ellos por inocentes poemas satíricos, han amenazado con guillotinar al Rey y han llevado al Congreso de los Diputados a asociaciones cuyas principales responsables han sido acusadas y condenadas por el secuestro de sus hijos. ¿Qué confianza cabe tener en que Podemos moderará su agresividad y su sectarismo cuando disponga del poder y del presupuesto asociado a un ministerio?
Siete
No: La amenaza de la ultraderecha, personificada en Vox, hace necesaria una alianza de de las fuerzas progresistas que ponga freno a la tendencia involutiva de una parte de la derecha española. La misma derecha que no ha entendido jamás la diversidad española.
La coyuntura obliga a una coalición de fuerzas heterogéneas, pero inequívocamente tolerantes y partidarias de la diversidad, que intente poner fin al eterno problema español con las comunidades históricas.
Sí: La única ultraderecha que en España ha manejado presupuestos y gobernado en ayuntamientos y comunidades es la de los nacionalismos periféricos. Esos nacionalismos cuya lealtad hacia España y los intereses de sus ciudadanos es mínima, por no decir inexistente, y que ahora ha investido a Pedro Sánchez en la creencia de que este es su mejor oportunidad en décadas para la consecución de todos sus objetivos políticos.
Parece más bien que es la izquierda española la que no ha entendido la propia diversidad de las comunidades históricas o la verdadera naturaleza insolidaria y supremacista de los nacionalismos con los que temerariamente se ha aliado.
Ocho
No: La sociedad española es lo suficientemente madura como para esquivar cualquier tentación de confrontación civil. Una sociedad de clases medias, razonablemente burguesas, sin grandes desigualdades y con un nivel de vida envidiable es el terreno menos propicio posible para estallidos de violencia o para la polarización de la sociedad en dos bandos irreconciliables.
La Transición cosió las dos Españas y permitió el mayor periodo de prosperidad y de paz de la España moderna. Ese legado no se romperá por el Gobierno del PSOE y un Podemos que se ha conformado con ministerios menores y sin poder ni presupuesto relevante.
Sí: Esa Transición es, precisamente, la que el PSOE y Podemos aspiran demoler con una Segunda Transición de parte y que sólo contemple los intereses y las aspiraciones de la mitad de los españoles: los de izquierdas y los nacionalistas, precisamente aquellos que más rechazo sienten por la idea de una España de ciudadanos libres e iguales.
Es inocente, además, pensar que los españoles vayan a tolerar mansamente que sus derechos se vean laminados por una coalición de partidos que han hecho de la polarización, la crispación y la demonización de medio país su principal razón de ser. Llegar al Gobierno enfrentando a los ciudadanos por razones de ideología, de sexo o de comunidad de origen tiene un coste y el PSOE y Podemos no tardarán en comprobarlo.