Carlos Scholz, el actor malagueño.

Carlos Scholz, el actor malagueño.

Cultura

El ascenso de Carlos Scholz, el actor malagueño que siempre vuelve a casa: "Mis padres me ponen los pies en el suelo"

El actor ha presentado Vírgenes en el Festival de Málaga, su tierra natal, algo que para él siempre es "un regalo". 

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Verano del 1968. Unos jovencísimos sevillanos vírgenes descubren que Torremolinos se ha llenado de apuestas chicas suecas en bikini y se van a la aventura. De ahí parte Vírgenes, el nuevo filme que protagoniza, entre otros, el malagueños Carlos Scholz, quien a sus 31 años se está convirtiendo en uno de los actores más fieles al Festival de Málaga presentando nuevos proyectos. "Me tendrían que dar un carné de socio como mínimo, soy un pesado", dice con una sonrisa el actor.

Venir mucho al Festival de Málaga implica que no para de presentar proyectos, lo cual es una magnífica noticia y algo que deja entrever que Carlos Scholz no para. Él mismo lo reconoce y lo dice con una sonrisa. Y no es para menos: encadena proyecto tras proyecto, entre castings y promociones. 

Su carrera profesional, bien podría ser una de fondo. Él define su ascenso como "algo escalonado, nada de un día para otro. Este actor, que nació en el barrio de La Paz y se ha criado por las calles de Huelin, comenzó su andadura haciendo teatro, entre otras compañías la mítica Pata teatro. A aquello le fue siguiendo su aparición en anuncios de televisión, actuaciones en Tivoli y la Warner o hasta en eventos infantiles encarnando a Papá Noel. Así, poco a poco llegaron las series, con ese papel que marcó un antes y un después en su vida en Toyboy como stripper; las pelis... Y los papeles protagonistas como el de Vicente en Vírgenes. 

Una carrera que ha combinado siempre con formación, como sus estudios en Arte Dramático en Málaga, y con una máxima que siempre lleva por bandera: "Me da igual si el personaje es protagonista o secundario, yo lo preparo como si fuera el más importante. Como si fuera el último que voy a interpretar".

A Scholz no le gusta encasillarse. En Vírgenes se mueve en la comedia con soltura, pero le hemos visto en registros muy distintos: "Siempre he querido hacer personajes diferentes. Empecé haciendo de stripper, luego un rey, un personaje muy distinto en Feria, Luis I de España... Y este año quedan por salir personajes más oscuros. Eso es lo que siempre he querido: no repetirme".

Esa búsqueda de nuevos retos le lleva a soñar con futuros papeles. "Me encantaría hacer un western, un pistolero andaluz, en Tabernas... o algo de terror, muy fuerte, rollo endemoniado o zombi. Quiero cosas locas. Me encanta camuflarme, caracterizarme, salir de mí. Eso es lo que más disfruto", dice, mencionando como referentes a actores camaleónicos como Johnny Depp, Jim Carrey o Leonardo DiCaprio. Siempre ha dicho que quiere ser como ellos en este aspecto.

Scholz no pierde la sonrisa en toda la entrevista y cree que esa es una de sus mayores virtudes y la que, probablemente, le da más trabajo. En cada rodaje, siempre trata de dar lo mejor de él y cuidar el ambiente para que sea siempre lo más bueno posible. "Si lo das todo pero no eres buen compañero, eso la gente lo comenta y te puede cerrar puertas", declara.

"Rodar en casa es único"

Para Carlos, rodar en Andalucía y, especialmente, en Málaga, tiene un valor especial. Vírgenes, ambientada en los años 60 en Torremolinos, le ha permitido estar cerca de los suyos: "Después de años en Madrid, grabar aquí es volver a casa. Terminas de rodar y te vas a cenar con tu familia. Madrid es más jungla, con más soledad", lamenta.

Además, se documentó para la película hablando con su tía abuela, la única familiar que vivió en Málaga aquellos tiemposo: "Le pregunté si todo lo que pasaba en el guion era real, y me decía 'Claro que sí, las suecas venían en bikini y era una locura entonces... ¡Tanta carne!'".  

Pese a que puede parecer que la trama podría dejar poca reflexión, Scholz asegura que le ha dado que pensar. En aquellos tiempos, para ligar o tener relaciones, algunos optaban por métodos como "los del cole", con escritos en cartas. Pero también quedando con alguien y charlando horas. "Eso ya no se ve, cuando conoces a alguien que te interesa, lo primero que le pides es el Instagram... Ya no nos miramos igual a la cara. Chiquillo, antes de pedirle nada, pregúntale aunque sea como se llama, ¿no?", cuenta entre risas el actor. 

Pese al buen momento profesional, Scholz sigue con los pies en la tierra. "Mis padres siempre me han bajado a la realidad. Me apoyan, vienen a verme rodar, pero luego me dicen 'venga, vamos al Mercadona', restándole importancia a lo que hago", cuenta entre risas. Sobre sus aspiraciones, lo tiene claro: "No busco ser famoso. Quiero contar buenas historias. Y me queda todo por hacer".

A aquel niño del barrio de La Paz que empezó en este camino de la interpretación, responde sin dudar: "Le diría que no se haga tatuajes ni piercings, porque ahora cada día me llevan una hora más de maquillaje tapándolos que podría estar acostado en mi cama", dice divertido. "Ya más en serio, que siga hacia delante. Puede sonar raro, pero yo siempre supe que, si trabajaba y me esforzaba, todo iba a llegar. Jamás me desvié", zanja.