“Es demasiado”. “No es demasiado”. Tras la primera ronda del Abierto de los Estados Unidos, que el martes se disputó a cubierto en el estadio Arthur Ashe como consecuencia de la lluvia, Rafael Nadal y Roger Federer no se pusieron de acuerdo sobre el incesable ruido que siempre ha nacido sin control desde la grada y danzado por todos los rincones de la pista más grande del planeta (23.771 espectadores), y que desde la instalación del techo en 2016 se ha multiplicado por tres. Tras construir una bóveda de 5000 toneladas de acero, y según la mayoría de los jugadores que han experimentado la sensación, jugar en la central del torneo es como subirse a un escenario durante un concierto de rock and roll. Un buen problema en un deporte que necesita jugarse en silencio.
“No sé como se puede controlar”, dijo Nadal mientras se encogía de hombros ante los periodistas. “Me encanta la energía de esta pista y el apoyo del público de Nueva York. Tengo recuerdos inolvidables de este torneo, pero es cierto que había demasiado ruido con el techo cubierto. No podía ni oír la pelota cuando golpeaba. Entiendo que es un espectáculo y me gusta formar parte, pero deberíamos ser un poco más estrictos con el ruido”, reiteró el español. “La Federación Estadounidense ha hecho una mejora increíble para los aficionados, los jugadores y la televisión. Ahora pueden hacer esa mejora incluso un poco mejor si controlan un poco el ruido”.
Tres veces intentó Nadal pedirle a Dusan Lajovic durante el encuentro que esperase un momento para sacar mientras el público terminaba de sentarse y tres veces fracasó, incapaz de que su voz le llegase con claridad al serbio entre el tremendo jaleo que se concentró bajo la cubierta del estadio, convirtiendo la pista en una jaula de grillos en la que los dos oponentes se enfrentaron privados del oído, uno de los cinco sentidos humanos, importantísimo en el desarrollo del juego.
“Es incómodo”, reconoció el campeón de 15 grandes, que el jueves jugará con el japonés Daniel por la tercera ronda. “En este deporte es clave el sonido de la pelota porque es donde uno tiene las sensaciones. Por eso, el silencio es importante, igual que en el golf. Si golpeas una bola de golf con los auriculares puestos es complicado saber si la has tocado bien o no, si no oyes el el impacto es difícil sentirla bien”, insistió el mallorquín. “Con Lajovic ha pasado eso. No escuchaba el impacto de la bola del rival, por lo cual no sabía cómo venía y no podía leer el tiro. Y cuando tocaba la bola, al no sentir cómo lo había hecho, no podía valorar si tenía que cepillarla un poco menos o impactarla un poco más”, añadió. “El sonido y el ritmo van unidos y para encontrar la combinación de ambas cosas necesitas un poco más de silencio”, cerró Nadal, que el año pasado estrenó el techo de la pista ante el italiano Seppi.
“Tanto ruido me produce dolor de cabeza”, reconoció Toni Nadal, tío y entrenador del tenista. “Es un murmullo constante y es difícil que los jugadores puedan concentrarse bien. Como entrenador siempre le he dado mucha importancia al sonido del golpe. Me gusta fijarme en cómo suena la pelota de un jugador”, prosiguió el técnico balear. “De hecho, en muchas ocasiones cuando escucho comentar un partido por televisión me molesta que hablen constantemente durante los puntos y no permitan escuchar el ruido de la pelota”, se despidió el preparador del número uno mundial.
“Hay ruido, no se escucha la pelota”, coincidió Carlos Moyà, otro de los entrenadores de Nadal. “El sonido de la bola es muy importante. Entiendo que los que no hayan jugado nunca quizás no lo comprendan, pero notas el impacto, la fuerza, el efecto… son mínimos detalles que tenemos siempre y que se echan de menos cuando te los quitan, lo que pasó ayer con Lajovic”.
A Federer, sin embargo, le pareció una atmósfera fantástica, y eso que el suizo jugó en las condiciones más extremas de todas: en la sesión nocturna, contra un estadounidense y en un encuentro decidido en el quinto set. El campeón de 19 grandes, que nunca había estado bajo el techo de la central, necesitó ir al límite para batir a Frances Tiafoe entre un griterío ensordecer, desatada la grada intentando apoyar al suyo, y ni aún así le resultó molesto el terrible ruido.
“Lo esperaba peor porque oí comentarios en esa línea”, reconoció Federer tras llegar a la segunda ronda, donde le espera Mikhail Youzhny. “Escuché que el año pasado era muy fuerte, pero no creo que fuese tan malo”, subrayó el suizo. “Hubo ruido, sí, más ruido del que realmente estoy acostumbrado. Sin embargo, con el público se formó un gran ambiente. Creo que fue muy agradable”.
En Nueva York, donde Nadal y Federer pelean estos días por el último grande del año y por el trono del circuito, dos formas distintas de ver el ruido de la pista más grande de planeta.
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