A Adrián Menéndez-Maceiras le costó dormir el lunes por la noche, horas antes de jugar su primer partido en el cuadro final del Abierto de los Estados Unidos ante Patrick Kypson. El español, que pasó la fase previa después de intentarlo sin éxito 18 veces consecutivas en torneos de la categoría, intentó buscar vídeos de su rival para tener alguna referencia y fue para nada, porque del 923 del mundo hay poco rastro en internet. El miércoles, cuando a los 31 años Menéndez-Maceiras celebró su primer triunfo en un Grand Slam (6-4, 7-6 y 6-1) y se plantó en la segunda ronda (le espera Juan Martín Del Potro, vencedor 6-4, 7-6 y 7-6 del suizo Laaksonen), el español siguió escribiendo su historia y se fue a la cama con tres certezas que no tenía al principio de la semana: la tranquilidad de haberse ganado un ascenso de 20 puestos en la clasificación (del 148 al 127), un premio que le cambia el futuro (86.000 dólares, más de 70.000 euros) y la confianza disparada.
“Ha sido más difícil de lo que pensaba”, confesó el español en el restaurante de jugadores del torneo. “Ha sido el partido que más me ha costado de los partidos que llevo esta semana en Nueva York, sobre todo por gestionar el tiempo. Desde el viernes hasta empezar el partido el martes, luego la suspensión por lluvia, después volver a tener que prepararlo… Ha sido muy difícil porque se presentaba una oportunidad muy buena y los nervios siempre aparecen”, insistió Menéndez-Maceiras. “En principio no tenía más presión, pero cuando entras en pista muchas veces reaccionas de una manera distinta. Creo que ganar un partido de Grand Slam es el sueño de todo jugador. Son una serie de encuentros que se han presentando en pocas ocasiones en mi carrera, he jugado tan solo tres partidos de cuadro final en un grande y las oportunidades de conseguir una victoria son mínimas”.
El saque de Kypson, que con 17 años tiene por delante un buen futuro, fue el mayor problema al que se enfrentó Menéndez-Maceiras en el encuentro, aplazado por lluvia el martes (6-4, 4-3 y servicio del español) y reanudado el miércoles a primera hora de la mañana por el mismo camino del triunfo. Así, la victoria del 148 del mundo le entregó la recompensa a muchas horas de perseverancia y trabajo, pese a los tortazos que la vida le ha ido dando en forma de sinsabores.
“Uno intenta ir poniéndose objetivos a corto plazo, no es lo mismo mi caso que el de un chico de 17 o 18 años, que se puede plantear en tres o cuatro temporadas los objetivos”, argumentó el español. “Yo tengo que ponerme objetivos de motivación. Ahora debo disfrutar el momento, pensar en todo lo que he pasado, lo que me han aportado los reveses del destino y las cosas buenas que he vivido para aprovecharlas con la experiencia que tengo”, siguió. “Del Potro, por ejemplo, es un premio, lo soñado. Es mejor en segunda ronda que en primera obviamente. Vinimos con un objetivo y lo hemos cumplido de sobra, ahora a disfrutarlo y a pelear”.
Antes de ponerse el pijama tras uno de los mejores días de toda su carrera, Menéndez-Maceiras le echó un ojo a su teléfono móvil y todavía tenía cientos de mensajes por responder, el síntoma inequívoco de haber hecho algo muy bien. El jueves, contra Del Potro, está frente a la ocasión de provocar que las felicitaciones se le sigan amontonando. De momento, el mejor capítulo de su biografía sigue con un buen espacio en blanco.
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