Francisco Pizarro. Una nueva visión de la conquista del Perú
Esteban Mira Caballos
9 marzo, 2018 01:00Francisco Pizarro
Es difícil entender cómo una tropa de poco más de 150 hombres logró dispersar en Cajamarca un ejército de decenas de miles de soldados y apresar a Atahualpa; cómo un grupo tan exiguo consiguió dominar el inmenso y accidentado imperio inca en menos de cuatro años; y no menos complicado es explicarse por qué los protagonistas de semejantes victorias, sin apenas disfrutarlas, se destrozaron entre sí en un rosario de venganzas personales. Estos son los titulares de la fascinante historia de la conquista del Perú por los castellanos, un conjunto de acontecimientos que por su sorprendente encadenamiento y desenlace suponen un reto para los historiadores. Y ello no solo porque es complejo explicarlos en sí a partir de las fuentes disponibles, sino también porque los hechos se mueven en ese delicado terreno de los mitos fundacionales, tan proclive a interpretaciones apasionadas.Una vía de esclarecimiento es trazar las biografías de los actores principales y por encima de todos, la de Francisco Pizarro, (Trujillo,1478-Lima,1541) como se propone en este libro. En torno al trujillano se anudan los hechos, los demás protagonistas, las mentalidades que están detrás de las decisiones adoptadas y los motivos de enfrentamiento. Y también alrededor de Pizarro se entrelazan las controversias sobre la empresa de conquista, el juicio que ha merecido y merece: la asimilación de Pizarro en la memoria colectiva y nacional peruana, una polémica que aún no se ha estabilizado, como acertadamente recuerda el autor.
Mira Caballos (Carmona, 1966) tiene en cuenta todos estos extremos en su intento de biografiar a Pizarro, y aunque trata de ceñirse al individuo, pues advierte de que no pretende hacer una historia de la conquista del incario, su libro es un ensayo explicativo de todo el proceso. Los modestos orígenes extremeños, el temprano traslado a Indias en busca de prosperidad y honores, la participación en numerosas empresas de descubrimiento y conquista en Centroamérica, su transformación en un hombre nuevo, aclimatado y bien situado en la incipiente sociedad castellano-indiana, hacen inevitablemente de Pizarro un modelo del conquistador. Pero a la vez, su singularidad destaca sobre otros como él, por su constante inconformismo -o insaciable ambición-, que ya maduro le lleva a apostarlo todo por la incierta aventura de llegar el primero a ese gran imperio del sur del cual había noticias dispersas y poco contrastadas.
Mira Caballos se muestra riguroso en la narración de los hechos conocidos y prudente cuando se mueve en las zonas en sombra por falta de datos, pero quizá su aportación más importante sea cómo conecta el Pizarro real al legendario y polémico. La comparación con Hernán Cortés es esclarecedora: si ambos extremeños ganaron imperios, el de Medellín venció también en la batalla de la imagen, mientras que el de Trujillo la perdió.
Por si no bastase la densidad de la trayectoria de conquistador de Pizarro, queda la historia de revanchas violentas entre él y Almagro, que conocemos como guerras civiles pero que tienen mucho de ajuste de cuentas personal prolongado en las respectivas familias. Esta serie de odios, traiciones y asesinatos entre antiguos compañeros nos revela en toda su crudeza las contradicciones del universo mental que les había empujado a correr los peligros de lo desconocido y constituyen un elemento indisociable con sus actos de valentía y temerario arrojo. Eso es lo que sucedió, ahora nos atañe a nosotros el desafío de entenderlo en la distancia, no juzgarlo con nuestra escala de valores.