Dos muyahidines talibanes en las horas previas al cerco de Kabul.

Dos muyahidines talibanes en las horas previas al cerco de Kabul.

LA TRIBUNA

Las implicaciones del retorno talibán a Afganistán

Rusia y China quieren demostrar que pueden tener éxito allá donde Estados Unidos y Europa fracasan. La toma de poder talibán en Afganistán concede una nueva oportunidad.

16 agosto, 2021 01:53

Los talibán están de vuelta. En apenas unos días han recuperado el control de la mayor parte del territorio afgano, incluidos centros urbanos y pasos fronterizos. En el momento de escribir estas líneas, milicianos talibán deambulan ya por las calles de Kabul y el Gobierno de Ashraf Ghani parece descomponerse a la misma velocidad que el denominado Ejército Nacional Afgano, una fuerza más virtual que real pese a los miles de millones de dólares invertidos en su creación.

Aún quedan incógnitas por despejar, pero todo indica que la bandera talibán ondeará de nuevo en breve en el palacio presidencial. Para la población afgana, particularmente para las mujeres y para aquellos que han participado del florecimiento de la sociedad civil y derechos y libertades auspiciados por el despliegue de EEUU y la OTAN estas dos últimas décadas, se avecinan tiempos muy oscuros. De igual forma, el retorno de los talibán propiciará un reposicionamiento estratégico regional con profundas implicaciones geopolíticas.

Aunque se ha repetido mucho en las últimas horas, ni Afganistán ni el mundo están de vuelta a 1996 o 2001. Hay continuidades, pero también cambios importantes. Empezando por los primeros, cabe mencionar a Pakistán, el actor clave cuando se trata de los talibán. Sin el respaldo de Islamabad, los talibán no tendrían tanta fuerza.

De ahí que muchos afganos hablen de injerencia y ataque pakistaní contra su país. La comunidad estratégica pakistaní, empero, sigue viendo a los talibán como el mejor instrumento disponible para controlar Kabul y orientar Afganistán en clave anti-India.

Pakistán aún ve Afganistán bajo el prisma de la “profundidad estratégica”, un concepto en buena medida obsoleto, pero vigente a ojos de Islamabad. Cuando la diplomacia pakistaní se refería estos últimos meses a una “paz sostenible”, quería decir con los talibán dentro del Gobierno. Así que su respaldo al nuevo poder talibán en Kabul puede darse por descontado.

Rusia y China quieren mostrar éxito allá donde Occidente ha fracasado

Más allá de Pakistán, el resto de actores regionales contemplan con inquietud el agravamiento de la situación en Afganistán. Pero, a diferencia de lo sucedido antaño, llevan meses preparándose para este nuevo escenario.

China, hegemón en ciernes, recibió en Beijing hace un par de semanas a una nutrida delegación talibán encabezada por su actual líder, el mulá Baradar, y no tuvo inconveniente en darle toda la visibilidad al encuentro. Antes de eso, el portavoz talibán ya había indicado en una entrevista con un medio chino que consideran a China “un amigo” y que sus inversiones serán bienvenidas y su seguridad garantizada. Es decir, los talibán no darán cobijo ni respaldo a la causa uigur (la principal preocupación china).

Beijing, por su parte, ha manifestado su disposición a hacer grandes inversiones en el marco de la Iniciativa de la Ruta y la Franja. O, lo que es lo mismo, la nueva Ruta de la seda. Pero conviene ser prudente con este tipo de anuncios con una fuerte carga propagandística. Beijing quiere mostrar éxito allá donde Occidente ha fracasado.

A Rusia también le preocupa que el Afganistán talibán pueda irradiar de nuevo inestabilidad y terrorismo a sus vecinos centroasiáticos. Pero, al igual que China, asiste complacida al fracaso de EEUU y sus aliados y su retirada definitiva de lo que ambos consideran su retaguardia estratégica.

Rusia lleva meses preparándose para el nuevo escenario y su relación con los talibán no tiene nada que ver con la de los años 90. De hecho, es la inteligencia rusa la que lleva al menos dos años alertando del supuesto desembarco del autodenominado Estado Islámico en Afganistán, legitimando implícitamente a los talibán como el único actor local capaz de contener la expansión de esta amenaza en Asia Central. En marzo, una delegación talibán visitó Moscú, aunque (en claro contraste con lo sucedido en Beijing hace un par de semanas) la diplomacia rusa se cuidó mucho de evitar fotos conjuntas.

Estas últimas semanas se han multiplicado los encuentros también con la participación de vecinos inmediatos de Afganistán, como Turkmenistán y Uzbekistán, sobre los que Moscú conserva aún un fuerte ascendiente. Como reflejo de los nuevos tiempos, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, calificó recientemente a los talibán de “personas sensatas”. 

A diferencia de lo que sucede en Occidente, las cuestiones humanitarias son secundarias para Rusia y China

Tayikistán, por su propia debilidad y por su cercanía con los aproximadamente siete millones de tayikos étnicos afganos, es el vecino centroasiático más vulnerable y preocupado ante el retorno talibán. Para disipar sus temores, y también aprovechando para fortalecer su posición en el país, Rusia ha realizado maniobras militares conjuntas con las fuerzas tayikas. El mensaje de Moscú a los talibán es claro: la coexistencia será posible siempre y cuando no amenacen o acojan a grupos insurgentes con vocación de expandirse hacia el norte.

De momento, la impresión es que los talibán han aprendido de lo sucedido hace veinte años. El empeño por controlar los distritos del norte para evitar que se consoliden bolsas de resistencia (fundamentalmente tayika) y sus declaraciones amistosas hacia China y Rusia sugieren una vocación por centrar sus esfuerzos en la consolidación de un nuevo Emirato, evitando enfrentamientos regionales (incluyendo Irán).

La población afgana, claro, será la gran víctima de este nuevo equilibrio de fuerzas regional y también el factor decisivo para la consolidación o no del poder talibán. Pero, a diferencia de lo que sucede en Occidente, las cuestiones humanitarias son secundarias para Moscú y Beijing.

Ni Rusia ni China acogerán refugiados y, mientras la crisis quede contenida a las fronteras afganas, no será motivo de ninguna acción por su parte. De hecho, previsiblemente, en las próximas semanas la diplomacia rusa y la china y sus medios de comunicación centrarán su atención y discursos en el fracaso de Occidente y en el supuesto advenimiento de un orden multipolar como resultado del declive de la hegemonía de EEUU. Y conviene tener muy presente que el autoflagelo y pesimismo occidental ayudan en la estrategia rusa y china, pero no a las víctimas afganas. 

*** Nicolás de Pedro es Senior Fellow del Instute of Statecraft en Londres.

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