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El 30 de marzo de 1867, el imperio ruso vendió Alaska a los Estados Unidos por 7 millones de dólares de la época. En aquel momento, muchos se burlaron de la que iba a convertirse en una de las compras más exitosas de la historia, la mejor inversión estadounidense jamás realizada. Sólo 50 años después, EEUU ya había multiplicado por cien el precio de la compra explotando los recursos naturales del nuevo territorio.

En la actualidad es tal su riqueza que el gobierno entrega todos los años a sus habitantes una bonificación por la explotación petrolífera de sus tierras. Además, es una poderosa economía, con un millón de habitantes y un PIB que supera los 50.000 millones de dólares, más de 400 veces lo que Rusia obtuvo.

Estados Unidos es el único país que, durante su formación, compró casi todo su territorio: Manhattan a los nativos, Alaska a los rusos, Florida a los españoles, Luisiana a los franceses... Pero cuando un país se negó a venderles una de las tierras que codiciaban, decidieron tomarla por otros medios.

Restos del USS Maine en el puerto de La Habana.

Restos del USS Maine en el puerto de La Habana. Wikimedia Commons

Aquel país era España, y el territorio que los estadounidenses anhelaban era una de sus provincias más preciadas: Cuba. Y aunque tuvieron que ir a la guerra para conseguirlo, lo que creían que sería una campaña breve se alargó en un conflicto que duró meses. Todo gracias a héroes como Domingo Montes Regüeiferos.

La más deseada

A finales del siglo XIX, las provincias españolas de ultramar comenzaron a generar importantes problemas a un gobierno débil, incapaz y en quiebra. A las habituales revueltas locales se sumaron las pretensiones de un joven país que codiciaba conseguir nuevas tierras más allá de sus fronteras, entre ellas la isla de Cuba, el primer productor del mundo de azúcar y clave para dominar todo el Caribe.

Para ello, desde el 11º presidente de los Estados Unidos, James Knox Polk, hasta el 25º, William McKinley, no dudaron en ofrecer escandalosas sumas de dinero a cambio de la isla, pero la respuesta de España siempre fue negativa. Los estadounidenses llegaron a ofrecer una "envenenada" ayuda para mediar en el conflicto entre rebeldes cubanos y españoles, algo a lo que de nuevo los hispanos se negaron.

Por tanto, en 1897, el presidente McKinley comenzó a colaborar con los separatistas con armas y dinero para intentar debilitar la posición española, además de enviar, en enero de 1898, al acorazado USS Maine desde Cayo Hueso, en Florida, a La Habana, a donde llegó sin previo aviso a las autoridades españolas como medio intimidatorio.

Lo que pocos saben es que, ante esa provocación, el gobierno español ordenó al crucero acorazado Vizcaya, uno de los barcos más potentes de la Armada española, con 100 metros de eslora, 20 cañones, ametralladoras y tubos lanzatorpedos, fondear en la bahía de Nueva York apuntando sus cañones a la ciudad, causando gran temor entre los neoyorquinos durante varios días.

A las 21:40 del 15 de febrero de 1898, una explosión retumbó en el puerto de La Habana. El USS Maine había volado por los aires, causando la muerte de 274 marineros.​ Aunque no tardó en demostrarse que había sido un desafortunado accidente, el 21 de marzo, un consejo de guerra naval en Cayo Hueso declaró que la causa de la explosión había sido una mina española, lo que les vino como anillo al dedo para declarar la guerra y comenzar a atacar las anheladas posesiones españolas por todo el mundo.

El 25 de abril de 1898 se firmó la declaración de guerra y los estadounidenses procedieron a imponer un bloqueo naval a la isla. Para evitar ser atacados, los barcos españoles se refugiaron en los puertos más cercanos, entre ellos dos pequeñas lanchas cañoneras a vapor de 42 toneladas, la 'Ligera' y la 'Alerta', que contaban con una dotación de 20 personas, un cañón a proa de 42 milímetros y una ametralladora a popa de 37 milímetros.

USS Wilmington.

USS Wilmington. Wikimedia Commons

Un marino excepcional

Su destino fue el puerto industrial de Cárdenas, al norte de Cuba, donde también se había refugiado un viejo remolcador de 68 toneladas, el 'Antonio López', que pertenecía a la Armada española tras comprárselo a la compañía civil Trasatlántica.
Este remolcador había sido armado con un cañón Nordenfelt de disparo rápido de 57 milímetros y era un veterano que ya había participado en algunos enfrentamientos con rebeldes en la isla y que estaba al mando del alférez de navío Domingo Montes Regüeiferos.

Domingo era natural de Santiago de Cuba, donde había nacido en 1863. Su padre, un capitán de infantería onubense, fue el motivo por el que Domingo ingresó en la carrera militar. Tras pasar por multitud de destinos en España y el Caribe, fue destinado a Filipinas, donde recibió la medalla de la Regencia de María Cristina, de manos de la propia reina regente, por su destacada actuación durante una epidemia de cólera. A mediados del año 1897 recibió el mando del remolcador 'Antonio López', con el cual se encontraba en el puerto de Cárdenas, el 11 de mayo de 1898.

USS Winslow.

USS Winslow. Wikimedia Commons

Una victoria improbable

Aquel día, una flota de barcos estadounidenses, muy superiores técnicamente, en número y en capacidad de fuego, pero mal dirigidos y con una tripulación pésimamente entrenada, bloquearon el puerto. El torpedero USS Foote, un gigante de 150 toneladas y tres piezas de artillería, entró en la bahía. La Ligera, con su pequeño cañón, decidió atacar.

Los estadounidenses dispararon setenta disparos de los que solo uno acertó en la cubierta de la Ligera, mientras esta respondió con diez disparos que causaron graves daños en la sala de máquinas del Foote, que tuvo que huir a aguas profundas para no ser hundido y resguardarse junto al resto de la flota: los cañoneros USS Wilmington, USS Castine y USS Machias, los destructores torpederos USS Winslow y USS Ericsson y el torpedero USS Hudson.

El 8 de mayo, volvieron a la carga. Esta vez los elegidos fueron el USS Ericsson y el USS Castine y fue el Antonio López el encargado de responder en esta ocasión, escondido en un lugar del puerto difícil de localizar, pero desde donde tenía a su alcance toda la bahía. Domingo dio orden de disparar, provocando que los estadounidenses, al no saber de dónde procedían los proyectiles, huyeran de nuevo a mar abierto.

En vista de que la toma del puerto se estaba complicando, los americanos decidieron enviar al USS Wilmington y al USS Machias, de más de 10.000 toneladas cada uno y armados con diez piezas de artillería, al USS Winslow (gemelo del USS Foote) y al USS Hudson. Las dos cañoneras españolas huyeron a aguas poco profundas donde estaban seguras, pero el Antonio López no podía acompañarles, debido a sus dimensiones, así que no le quedó otro remedio que quedarse y plantar batalla a aquellos gigantes.

A las 13:35, el USS Winslow se preparó para atacar a Domingo y su remolcador, pero los españoles se adelantaron y a las 13:40, a una distancia de 1.250 metros, atacaron, inutilizando el sistema de gobierno del barco estadounidense, hiriendo a su comandante y matando a cuatro marineros, además de provocar un incendio en cubierta.

Cuando el USS Hudson vio lo ocurrido, se acercó para evacuar a la tripulación del USS Winslow mientras disparaba sin cesar al Antonio López, que respondía incesante con su único cañón de disparo rápido. Este incesante bombardeo del pequeño remolcador provocó que los estadounidenses pensaran que les disparaban desde distintas partes, así que varios de ellos comenzaron a bombardear la ciudad de Cárdenas esperando destruir las inexistentes baterías de artillería ocultas desde las que creían que les disparaban.

Combate del Antonio López contra los tres barcos estadounidenses.

Combate del Antonio López contra los tres barcos estadounidenses. Museo Naval de Madrid

Mientras tanto, el Antonio López seguía disparando sin cesar, alcanzando al USS Hudson de lleno, mientras remolcaba al USS Winslow, y acabando con la vida de su segundo comandante, el primer oficial muerto en la guerra hispano-estadounidense. Tampoco se libró el gigante USS Wilmington con sus 16 cañones y más de 200 tripulantes, que recibió dos impactos directos del pequeño barco español que aconsejaron la retirada.

Domingo dio orden de perseguir a los tres barcos de guerra, que huían en fila de la bahía, uno de ellos remolcado, y los otros dos con incendios y escorados por las vías de agua, pero le informaron de que se habían quedado sin munición, por lo que finalmente ordenó volver a puerto sin bajas y con algunos heridos para reparar y reabastecer a su pequeño monstruo.

Una mentira repetida

Para justificar su humillante derrota, el almirantazgo estadounidense escribió en su informe que habían sido sorprendidos por baterías terrestres ocultas, algo totalmente falso, ya que en Cárdenas tan solo había una unidad de infantería de marina y algunos voluntarios movilizados. Esta misma versión fue también empleada por la prensa estadounidense para justificar la derrota y ha sido replicada cientos de veces en los libros de historia anglosajones, incluso los más recientes.

Realmente, el sorprendente éxito de Domingo y su Antonio López se basó en su cañón de tiro rápido, que le permitía mantener una cadencia de tiro endiablada, haciendo creer a los barcos enemigos que les disparaban desde varios lugares.

Tras esta amarga experiencia, los estadounidenses se retiraron del puerto de Cárdenas y no volvieron a atacarlo durante la guerra. Por la extraordinaria hazaña de derrotar a tres barcos enemigos con un remolcador provisto de un solo cañón, el alférez de navío Domingo Montes Regüeiferos fue condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando de segunda clase y ascendido a teniente.

Terminada la guerra, Domingo regresó a España, donde tuvo varios destinos. En 1911 fue nombrado ayudante del rey Alfonso XIII, quien quiso con este puesto distinguirlo por su heroísmo de 1898. Acompañó al monarca hasta el fin de sus días, en 1914, mientras la Corte estaba en San Sebastián.

Además de la Cruz Laureada de San Fernando, Domingo recibió dos Medallas Navales de 1ª clase con distintivo Rojo, la Cruz al Mérito Militar de 1ª con distintivo Rojo, una Cruz al Mérito Naval de 1ª clase con distintivo Rojo, una Cruz del Mérito Naval distintivo Blanco, una Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, dos Placas de la Militar Orden de María Cristina de 1ª clase, la Medalla de Cuba, la Medalla de la Regencia de María Cristina, la Medalla de Alfonso XIII, la Medalla de oro de Girona, la Encomienda de San Carlos del Principado de Mónaco y la condecoración de Oficial de la Legión de Honor de la República de Francia.