El Dalí de Okinawa y los falsos japoneses estafados
Una veintena de japoneses denuncian a dos comerciales por haberles vendido una escultura falsa del artista. La Audiencia Provincial de Barcelona lo niega y critica a la Fundación Gala-Dalí por su “falta de rigor”.
15 julio, 2018 11:03La reunión se celebró hace diez años y, aunque parezca lo contrario, no está incluida en ningún guion maldito de Berlanga. El 15 de febrero de 2008 llegaron a las profundidades asturianas tres japoneses, decididos a cumplir con “su proyecto vital” que pondría en orden la memoria histórica de la población de Okinawa. Venían en busca de una rareza escondida en el Palacio de Labra, propiedad del conde de la Carrera, Juan González-Quirós, coleccionista de arte y negociante de los derechos de reproducción de la parte menos elogiosa de la trayectoria de Salvador Dalí, sus esculturas.
Tatsuji Mizobe, Katsumi Yarnashiro y Takehiro Shiraishi representaban al Comité Okinawa Dalí Project, creado unos meses antes para hacerse con la escultura Dios Solar emergiendo de las aguas de Okinawa. Se trata de una figura que emerge del mar, con cola de sirena y cabeza y torso de hombre, coronado por corales rojos que simulan haces de luz. La figura es de plata, el coral rojo y el mar debía ser de lapislázuli. De esta manera, el artista catalán rendía tributo a los fallecidos en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial con esta escultura. Fue un encargo del franquismo para exhibirla en el pabellón español de la Exposición Oceánica Internacional de 1975, celebrada en Okinawa.
La creación de un mito
Tras localizar la escultura en el pueblo asturiano, Tatsuji Mizobe contacta en España con Akira Marushima, bilingüe, para que interceda con el conde y dueño de la pieza. Acuerdan la fecha de la visita. Ninguno de los tres visitantes había visto antes la obra original, pero viajaron hasta Asturias para crear un mito. Lo primero era dar a conocer la obra en su ciudad natal, en una exposición temporal (titulada Dali, Okinawa y el mar), entre septiembre y octubre de ese año. Firman con Quirós un contrato de alquiler -muy elevado- por el que pagarán al coleccionista 41.000 euros más los gastos del viaje hasta Japón. Con opción a compra.
La obra llega al aeropuerto de Okinawa y al abrirla descubren que los corales se han partido. González-Quirós repara el daño con pegamento de contacto Araldit. La exposición de la pieza tiene un éxito notable y los miembros del Comité adquieren la obra para exponerla permanentemente en Japón. Tendrán que pagar por ella 600.000 euros a su dueño, así que ponen en marcha una campaña de recaudación de fondos entre los vecinos. La mayoría de los fondos son importes de unos 65 euros.
Y cuando los nuevos dueños han abonado 207.307 euros en cuotas deciden, el 29 de julio de 2009, romper el contrato y devolver la escultura acusando a su dueño, a Marushima y al experto que certificó la autoría por un delito de estafa. Aquella obra no era la misma que se había podido ver 33 años antes y ni siquiera era de Dalí.
Cárcel para todos
La Audiencia Provincial de Barcelona acaba de dictar sentencia a un juicio en el que 20 japoneses acusan de un delito de estafa a Juan González-Quirós, Akira Marushima y Eduardo Fornés Gil. La fiscalía pedía para el intermediario japonés una pena de ocho años de prisión y para el experto, seis. Quirós está en un estado de salud grave y el magistrado archivó su causa. Los acusadores alegan que la escultura es falsa y los acusados que lo hacen ante la imposibilidad de satisfacer la totalidad del precio acordado, por una recaudación insuficiente. El micromecenazgo tampoco funciona en Japón.
A pesar de todos los prejuicios que se les hayan podido disparar, a favor de los pertinaces japoneses, el Tribunal acaba de absolver a los dos acusados de los presuntos delitos. Los magistrados han determinado que no hay pruebas de las que se deriven elementos incriminatorios. Es más, en la sentencia se llama la atención sobre la falta de capacitación de los miembros del Comité, que no hicieron labor alguna de investigación o documentación de la obra que buscaban y cuyo aspecto desconocían, a pesar de los catálogos de la exposición de 1975. “Nada de eso se hizo”, explica el Tribunal, simplemente confiaron en la palabra del Sr. Marushima.
Agasajo y estafa
Más allá de los motivos económicos, la tormenta de la sospecha se desata cuando ven una foto antigua de la escultura. La de 1975 es dorada y no plateada como la que acaban de comprar. Al menos, eso parece. Además, los corales son otros. Y lo más escandaloso, y que no se habían caído hasta ese momento, la base de la escultura no tiene nada que ver. No había ninguna duda, picaresca española de primera calidad.
La Fiscalía aseguró en su escrito que el mediador japonés y el propietario de la obra “urdieron un plan” para organizar una visita de los miembros del Comité al Palacio, donde el acusado tenía la escultura. Una vez allí, el propietario pudo ver cómo “los japoneses se emocionaban al ver la obra”. Atención: los acusadores alegaron en el juicio que todo aquello les dejó impactadísimos.
A la entrada de la finca hay un imponente Hombre de Newton, similar al de la Plaza de Dalí, frente al Palacio de los Deportes de Madrid. Dentro, les impone la nobleza del anfitrión (un conde), su relación con la realeza (una foto con el rey) y el escudo de la casa... todo les indujo a confiar en las manifestaciones de Marushima y de Fornés, “sin realizar comprobación adicional alguna”.
Sin embargo, Quirós les entrega una fotografía en blanco y negro de la pieza, entre todos los documentos de autenticidad. En esa foto la base y la disposición de los corales es radicalmente diferente a la que tienen delante de ellos. Los japoneses, sin embargo, no se dan cuenta. En el juicio, los compradores nipones aseguran que fueron “agasajados” y que tras una copiosa comida y bebida “se logró embaucarles para la firma del contrato”. Pero en las fotografías realizadas durante la firma aparece la hora, 12:16 AM...
Del arte a la artesanía
Entonces, ¿qué ha pasado? ¿Por qué si todo parece una estafa de libro no lo es? Puede que la fraude sea el mercado del arte y la manera en la que un artista puede llegar a convertirse en millonario olvidándose de los escrúpulos y de la dignidad de su obra. Viajemos hasta 1975, cuando Dalí pasa por delante del escaparate de una galería de arte y se encapricha con una pintura atribuida a Goya. El dueño de la tienda será decisivo en la trayectoria y en la conversión del arte surrealista en merchandising: Isidro Clot. Le propone un trato: la pintura es suya si Dalí realiza pequeñas esculturas para reproducir y vender a mansalva. Acepta.
Dalí hace 54 maquetas a la cera tibia que luego se reproducirán a la cera perdida (con la que se obtienen tan buenos resultados que las diferencias entre cada pieza mínimas e inapreciables y se consideran escultura original, siempre que se respeten los tirajes). Clot le paga dos millones de pesetas por cada una de esas piezas y llega un momento en el que no puede asumir el caché, así que se asocia con Quirós -nuestro conde-, en 1975. Le vende la mitad de los derechos de las maquetas y juntos se dedican a colocar aquellos cristos en broches, collares y toda bisutería que se les ocurriese hasta finales de los setenta.
La máquina de hacer dinero
El acuerdo hace de oro a Dali, lo convierten en un artista millonario e insaciable para mantener el ritmo de vida que quieren él y Gala. Ian Gibson, en La desaforada vida de Salvador Dalí (Anagrama), da buena cuenta del apetito voraz por el dinero que tenía la pareja. Juntos firmarán un sin fin de contratos para que su obra sea reproducida en baratijas de cualquier manera. La peor de todas, las adaptaciones escultóricas de sus pinturas. Nadie sabe cuánto se involucró el viejo Dalí en este negocio millonario, pero permitía por contrato “sacar esculturas de las pinturas” del maestro. Un desastre.
Y así siguen hoy, comercializadas por marcas como The Dali Universe, que ofrece cientos de posibilidades, en un negocio en el que pican particulares y ayuntamientos de todo el mundo. La galería es propiedad de Beniamino Levi y tienen los derechos para reproducir hasta la saciedad: “Salvador Dalí se volvió hacia la escultura, ya que sintió que era la forma más completa de expresar sus visiones surrealistas”, justifican en la web. Desde la Fundación Gala-Salvador Dalí aseguran que “no son obras cuya autoría se le pueda atribuir”. Sin embargo, la Fundación sí da permiso para que se sigan reeditando las 54 piezas, cuyos derechos en su día pertenecieron a Clot y que ahora están en poder de 2049 Obra Contemporánea S.A.
El arte de la extorsión
Clot también vendió a Quirós el Dios Solar emergiendo de las aguas de Okinawa, por 15 millones de pesetas (42 años después lo vende al Comité por 600.000 euros). ¿Quién era Isidro Clot? Si bien se hizo con la exclusividad de explotación de las obras escultóricas de Dalí como “colgantes, brazaletes y demás”, Clot mantenía otras líneas de negocio un poco más mafiosas.
Fue acusado en el Juzgado número 12 de Málaga, en 1978, por “proteger” a los pescadores andaluces y cobrarles por ello un canon por pescar en las aguas que los separan de Marruecos. La CNT informaba, en 1973, que de Barajas salía mensualmente una valija diplomática con el dinero del chantaje, rumbo a Suiza. Y en 1978, La Vanguardia informa del arresto de Clot en Barajas rumbo a París, con un maletín repleto del dinero cobrado a los pescadores.
Con sus manitas
Dalí moldeó el cuerpo y la cola del dios y autorizó a la creación de una serie de nueve obras a partir del molde original (y otras cuatro fuera de comercio). La obra regresó de la Exposición de 1975 machacada. No sobrevivió ni uno de los corales y la base de resina fue modificada por una de bronce. Ninguna de las reproducciones que existen son de lapislázuli como dejó escrito el artista, por lo que todas podrían considerarse falsas.
“Esto es relevante”, explica la sentencia del Tribunal, “porque en tal caso, el cambio de la base, sustituyéndola por el mar de bronce, no podría entenderse que altera la autenticidad de la obra, en opinión de este Tribunal”. Ni siquiera Dalí colocó los corales, que fue Lavaill (el fundidor), según indicaciones que supuestamente recibió del autor.
El visto bueno del perito
La Audiencia Provincial de Barcelona llamó al experto consultor en arte José Manuel Lluent para que investigara el caso y determinara la autenticidad o falsedad de aquel Dios solar. En su informe concluye que el torso y cola es obra del artista catalán: “La escultura no es una copia de la realizada por Salvador Dalí”.
“Considero que la escultura en cera fue modelada por Salvador Dalí y la posterior edición fue ejecutada respetando los criterios acerca de los materiales deseados por el maestro, en este caso plata”, dice el perito. Además, explica que es la misma escultura que representó a España en 1975, aunque la composición ha sufrido variaciones en el soporte (el mar) y los corales (restituidos por su pérdida). “Para que la escultura se repute original es necesario que el titular de los derechos de edición respete los criterios que fija el artista para la edición, en número y en los materiales empleados”, dice la sentencia.
¿Y el color dorado que desató la sospecha? El experto asegura en su informe al que ha tenido acceso este periódico que “según la iluminación que se aplique al material, ya sea luz de tungsteno o luces similares, da una tonalidad dorada, puntualizando que en ningún caso puede entenderse como que dicho material ha sido sobredorado”.
El papelón de la Fundación Gala-Dalí
No se vayan todavía, aún hay más. Es habitual que en los tribunales aterricen litigios sobre los límites y la verdad del arte, pero este caso es especialmente llamativo por el papelón que tuvo la Fundación Gala-Dalí en el juicio. La sentencia es rotunda en su definición: “Debemos poner de manifiesto la falta de rigor de la pericial realizada por el equipo de la Fundación Gala-Dalí”.
La perito Montserrat Aguer es la responsable del estudio para la Fundación Gala-Dalí, que determinó y trató de avalar la “falsedad” de la escultura. Los magistrados se quejan de que no profundizaran en el estudio de los materiales, que concluyó que la escultura de plata era de bronce y que los corales no eran tales, sino “una pasta sintética de color rojo”. Esto a ojo.
“Sin embargo”, explica la sentencia para total descrédito de la Fundación que gestiona y custodia los derechos de la obra de Dalí, “estos datos se han visto claramente desvirtuados por la pericial técnica del Sr. Fernández de la Vega que ratifica que el material empleado es plata”. La gemóloga Sra. Fernández Pérez asegura que se trata de coral auténtico del Mediterráneo, “que es muy fácil de identificar el coral como gema, por sus características: rojo intenso, líneas de crecimiento longitudinales...”