
La coleccionista Patricia Phelps de Cisneros delante de una obra de Jorge Pineda. Foto: Mauricio Donelli
Patricia Phelps de Cisneros, mecenas: "Crear un museo iba en contra de mi misión como coleccionista"
Benefactora de museos como el Reina Sofía o el MoMA, su colección es una de las más reconocidas internacionalmente. Ahora, ARCO reconoce su labor al otorgarle el Premio “A” Honorífico.
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Cuenta Patricia Phelps de Cisneros (Caracas, 1947) que empezó a coleccionar de forma natural, que se fue nutriendo del vibrante contexto artístico modernista que se respiraba en la capital venezolana en aquellos años (los 70 del siglo pasado) y que no fue consciente de lo que tenía hasta que, un día, en una entrevista le preguntaron sobre su colección. "A partir de ese momento me planteé en serio lo que significa coleccionar arte y las responsabilidades que conlleva", explica.
Dispuesta a hacer valer el arte latinoamericano en las instituciones de todo el mundo, hoy es una de las principales mecenas internacionales, con un instituto de investigación en el MoMA que lleva su nombre. En nuestro país, participó en la puesta en marcha de los Amigos Internacionales del Museo del Prado y de la Fundación MACBA de Barcelona. También impulsó la creación de la Fundación Museo Reina Sofía.
Desde República Dominicana, donde pasa parte del año, responde a El Cultural poco antes de viajar a España y recibir el Premio "A" Honorífico que la Fundación ARCO le entrega este martes en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde también tiene residencia.
Pregunta. ¿Cuándo tuvo claro que coleccionar iba a ser más que una pasión para convertirse en un trabajo con una misión clara: resituar el arte latinoamericano en la Historia del Arte?
Respuesta. Es tanto pasión como trabajo guardar la memoria de nuestros pueblos. Cuando empecé a viajar por el mundo me llamaba la atención lo poco que se sabía de mi país y de mi continente. Vivía en una de las grandes ciudades del mundo, Caracas, pero veía que mucha gente del arte no la conocía, ni conocía la riqueza y diversidad cultural de América Latina.
»Eso me motivó a una misión tanto educativa como artística, y encontré el compañero perfecto en mi marido Gustavo, que veía el mismo problema en el mundo empresarial y político. Hoy nuestra hija Adriana, presidenta de Cisneros y de la Fundación Cisneros, continúa esta labor.
P. ¿A lo largo de este tiempo, qué descubrimiento artístico diría que le ha cambiado?
R. Siento que el arte es algo que te cambia todos los días. Cuando veo obras que compré hace 40 años, las veo como si fueran nuevas. El arte es un termómetro que te permite medir dónde estás y cómo estás.

Antonio Pichillá: 'Abuelo', 2016. Depósito indefinido de la Fundación Museo Reina Sofía, 2020 (Donación de Patricia Phelps de Cisneros en honor de José Antonio Llorente)
P. ¿Ha habido alguna obra que le hubiera gustado tener y no pudo ser?
R. En 1994, cuando visité la Fundación Hélio Oiticica en Río de Janeiro me quedé fascinada con su Grande Núcleo, una especie de laberinto de formas de color suspendidas en el espacio. En ese momento no me atreví con una obra tan potente y, años después, se destruyó en un terrible incendio.
P. ¿Qué le lleva a apostar por un artista?
R. Me gusta conocer al artista, cómo vive, cómo trabaja, además de su obra. Si veo que me sorprende, que me muestra algo que no entiendo del todo, me intriga y me gusta seguirlo para entender mejor.
"Hoy nadie estudia el arte moderno sin contar con Lygia Clark o Tarsila do Amaral, y eso ha sido un gran adelanto"
P. Y con el arte joven, ¿cuál ha sido su relación?
R. Siempre me ha interesado. Cuando empecé a coleccionar, la mayoría de los artistas eran jóvenes. Por ejemplo, Jesús Soto venía mucho a casa a tocar la guitarra y a las fiestas. He tratado siempre de conectar con la producción actual, visitando talleres, exposiciones, espacios alternativos. Sigo coleccionando obras de artistas jóvenes, por ejemplo, en República Dominicana donde hay una escena local increíble.
P. La Colección Orinoco, que conserva las expresiones culturales de comunidades indígenas del Amazonas venezolano, es una de las cinco áreas de la Colección Patricia Phelps de Cisneros (CPPC), y creo que fueron las primeras piezas que compró: ¿qué le atrajo de ellas?
R. Nuestra relación con el Amazonas venezolano data de hace mucho: mi bisabuelo William H. Phelps, explorador y científico, fue quien trazó los mapas de las montañas y ríos de la Amazonía venezolana y descubrió muchas especies de aves nuevas para la ciencia. Al poco tiempo de casarnos, Gustavo y yo empezamos a patrocinar muchos viajes científicos al Amazonas venezolano. A lo largo de los años, coleccionamos objetos que eran parte esencial de su vida.
»Con el tiempo, pasaron a formar parte de una colección más amplia cuando asumimos la responsabilidad de cuidar también las obras y objetos reunidos por los etnógrafos con quienes viajábamos. Desde entonces, la colección ha seguido creciendo, incorporando nuevas piezas y, más recientemente, obras contemporáneas de artistas indígenas que dialogan con estas tradiciones.
P. Esto nos conecta directamente con ARCO, que este año tiene como tema central precisamente la Amazonia. ¿Por qué cree que se está dando esta relectura de lo que hasta ahora era considerado como artesanía?
R. Porque artistas y pensadores se han propuesto ampliar las definiciones que se tenían del arte y por lo tanto, museos, coleccionistas y curadores se están replanteando cómo se relacionan con estas prácticas. Artistas como Sheroanawe Hakihiiwe del Alto Orinoco, en el Amazonas venezolano, trabajan en la tradición de narración yanomami, demostrando que estos lenguajes artísticos continúan creciendo. Y como él, son cada día más artistas cuyas voces se unen para elevar conciencia de cómo los museos enmarcan el arte indígena, quién tiene el poder de definirlo y por qué.
"Es importante pensar sobre la misión de una colección, cuándo y cómo se cumple, y qué tiene sentido dejarles a los hijos"
P. Volviendo a su colección, en los 90 ponen los pilares en la CPPC para visibilizar el arte latinoamericano, en concreto, la abstracción geométrica: ¿qué interés despierta este movimiento hoy en la lectura del arte contemporáneo?
R. Cuando empezamos a coleccionar arte abstracto, era algo muy marginal porque América Latina se asociaba exclusivamente con la figuración y el folclore. Hoy la situación es muy diferente, y se entiende que en América Latina hubo muchos aportes artísticos importantes, en la figuración y en la abstracción. Para ello fue necesario un inmenso esfuerzo educativo para enseñar otra historia y combatir muchos estereotipos. Hoy nadie estudia el arte moderno sin contar con Lygia Clark o Tarsila do Amaral, y eso ha sido un gran adelanto.
P. ¿Piensa en el futuro de su colección?
R. Llevo años pensando en esto, y de hecho creo que es el mayor desafío para cualquier coleccionista. Es importante pensar sobre la misión de una colección, cuándo y cómo se cumple, y qué tiene sentido dejarles a los hijos. Hace varios años empecé un proceso de planificación.
»Como parte de este proceso doné más de 400 obras a más de 12 museos en América y Europa porque sentía que así se cumplía el impulso que me hizo adquirirlas: que contribuyeran a educar sobre el arte y la cultura latinoamericana en un contexto global. Y por lo mismo creé el Instituto Cisneros de Investigación en el MoMA, para que hubiera siempre una actividad de estudio sobre la producción artística latinoamericana allí.

Patricia Phelps de Cisneros fotografiada con obras de Alejandro Otero en el MoMA de Nueva York. Foto: Mauricio Donelli
P. ¿Por qué ha preferido las donaciones y préstamos frente a una sede fija para la
colección?
R. Una vez definida la misión educativa de la colección, tenía mucho más sentido llegar a los públicos y a los foros donde ya se estaba hablando de arte que tratar de competir por públicos con un museo propio. Me parece mucho más potente ver una obra de Joaquín Torres-García al lado del Broadway Boogie-Woogie de Mondrian en MoMA que en un posible Museo Cisneros.
»Hay casos en los que un museo particular tiene sentido, pero el mío hubiera ido en contra de la misión de la colección: la de poder ampliar y expandir los contextos y públicos para entender el arte latinoamericano en un contexto global.
P. Fue patrona fundadora de la Fundación Museo Reina Sofía. ¿Qué relación tiene ahora con el museo?
R. En su momento me llamó Guillermo de la Dehesa junto con Manolo Borja y me plantearon la creación de una fundación para poder apoyar al museo desde el sector privado. Me pareció una apuesta muy acertada y novedosa para España y lo acepté con gusto. Trabajamos juntos y de la mano de otros grandes pensadores, como mi gran amiga Estrella de Diego, en la creación de la Fundación Reina Sofía y me alegro de ver cómo ha crecido en los últimos años.
P. ¿Piensa visitar ARCO este año? ¿Qué es lo que más valora de la feria?
R. Por supuesto. ARCO ha sido muy importante en reconocer el arte latinoamericano desde muy temprano y yo siempre la he apoyado siendo parte de sus foros y por medio de adquisiciones. Ifema hace una gran gestión con la feria y todo lo que se mueve alrededor.
P. ¿Qué es para usted lo mejor y lo peor del mundo del arte?
R. Lo mejor: los artistas. Lo que menos me gusta: la especulación.
P. ¿Y qué le recomendaría a un joven coleccionista?
R. Que piense muy bien en el porqué de lo que hace. Coleccionar arte conlleva una gran responsabilidad con las obras, con los artistas, con la cultura. Es fácil comprar, pero cuidar lleva tiempo, ganas y recursos. Además, es muy importante involucrarse con los museos de su comunidad, apoyarles y aprender de personas que saben más y se dedican a ello. Con el tiempo uno irá encontrando su propio camino.