La aparición de la IA china DeepSeek ha supuesto un auténtico batacazo para la hegemonía estadounidense en este sector. Montaje: Rubén Vique

La aparición de la IA china DeepSeek ha supuesto un auténtico batacazo para la hegemonía estadounidense en este sector. Montaje: Rubén Vique

Entre dos aguas

DeepSeek, el Sputnik de la inteligencia artificial

Las alarmas que saltaron en EE.UU. cuando la Unión Soviética lanzó el primer satélite al espacio tiene puntos comunes con la reacción vivida ante la presentación de la nueva IA.

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El 4 de octubre de 1957 la Unión Soviética puso en órbita alrededor de la Tierra un satélite artificial, el Sputnik. La noticia conmocionó a Estados Unidos. El físico James Killian, que el 7 de noviembre había sido designado asesor para Ciencia y Tecnología del presidente Eisenhower, se refirió en los siguientes términos a la reacción que se produjo tras el anuncio del logro soviético: "Al lanzar sus señales al espacio, el Sputnik I creó una crisis de confianza que barrió el país como el viento huracanado del incendio de un bosque".

Y añadía: "De la noche a la mañana, se desarrolló un amplio temor a que el país se encontrase a merced de la maquinaria militar soviética y que nuestro gobierno y su brazo militar hubiesen perdido repentinamente el poder de defender a la propia patria, por no decir la capacidad de mantener el prestigio y liderazgo de Estados Unidos en el escenario internacional. De repente, se evaporó la confianza en la ciencia, tecnología y educación americana".

Da idea de la repercusión social del lanzamiento el hecho de que la revista Time designase a Nikita Jrushchov "Hombre del Año 1957". En la portada del número del 6 de enero de 1958, en la que se anunciaba la elección, aparecía Jrushchov con una corona que reproducía el Kremlin, mientras sostenía en sus manos el Sputnik. "Con el Sputnik —escribía Time— Rusia puso al hombre en una nueva era del espacio, y, con sus avances en el arte de los misiles, ha situado a los EE.UU. frente a la más dramática amenaza a la que jamás se ha enfrentado".

Fueron numerosas las reacciones que se produjeron en Estados Unidos, una de ellas condujo al establecimiento en 1958 de la National Aeronautics and Space Administration, la NASA. Relevante es, asimismo, recordar que el lanzamiento del Sputnik provocó un importante crecimiento de la financiación que tanto el Congreso como el presidente estuvieron dispuestos a dedicar a partir de entonces a la investigación científica.

Tan solo unos días después de que llegasen las noticias de la existencia del vehículo espacial soviético, el nuevo secretario de Defensa, Neil McElroy, anuló la orden de su predecesor de reducir en un 10 % el presupuesto de Defensa para investigación básica. Entre 1957 y 1961, los gastos federales para I+D se multiplicaron por más de dos, llegando a los 9.000 millones de dólares anuales; en concreto el presupuesto para la National Science Foundation, la institución civil federal dedicada a promover la investigación básica, pasó de 30 millones de dólares a 76.

El 20 de enero del presente año, la compañía tecnológica china DeepSeek presentó DeepSeek-R1, un modelo de Inteligencia Artificial (IA) de código abierto y gratuito que rivaliza con modelos similares, como los ChapGPT de la estadounidense OpenAI. Además, según DeepSeek, ha sido creado con mucha menor inversión económica que la de las empresas norteamericanas, aunque es difícil de comprobar en qué medida el gobierno chino ha contribuido a la financiación de la empresa (algo que ha hecho en otros casos de desarrollo tecnológico).

Inicialmente parecía que el ChapGPT tenía funciones que no poseía DeepSeek-R1, pero pocos días más tarde la compañía china ha lanzado un nuevo modelo, denominado Janus-Pro-7B, que puede generar imágenes a partir de textos, muy parecido a lo que permiten DALL-E 3 de OpenAI y Stable Diffusion, de la londinense Stability AI.

Si la pugna por la hegemonía espacial tenía un trasfondo militar, los efectos de la IA son ilimitados e incuantificables

La reacción ante el anunció chino tiene algunos puntos comunes con la que se produjo hace casi 67 años con el Sputnik. Ciertamente se ha convertido en noticia en los medios, escritos y audiovisuales, de todo el mundo, especialmente en Estados Unidos, cuyo Gobierno está teniendo muy en cuenta la noticia.

Independientemente de los detalles técnicos que puedan diferenciar a los modelos chino y estadounidense, de lo que acaba de suceder se pueden extraer conclusiones muy interesantes. La más obvia es que, al contrario de lo que sucedía en 1957, ahora no se trata de una confrontación entre la Unión Soviética/Rusia y Estados Unidos, sino entre este país y China, convertida en un muy serio aspirante a ejercer una hegemonía mundial. Es cierto que hay que tener en cuenta a Rusia, pero su poder-influencia se basa sobre todo en su potencial nuclear y en sus grandes recursos de petróleo y gas natural, como bien sabe la Unión Europea.

En segundo lugar, está el diferente objetivo en disputa: en 1957 era el espacio, en 2025 la IA. Y mientras que la pugna por la hegemonía espacial tenía un evidente trasfondo militar, aunque con importantes repercusiones en la industria civil aeroespacial estadounidense y, por consiguiente, con efectos económicos, los de las aplicaciones de la IA son en principio ilimitados e incuantificables.

A pesar de que exista la posibilidad de que a través de modelos como el de DeepSeek-R1, China obtenga información valiosa de otros países, temor que explica que Italia haya prohibido su utilización, no es este el efecto más temido en Estados Unidos; de hecho, la apropiación de información no autorizada, para alimentar los gargantuescos bancos de datos, constituye una práctica habitual en las empresas del ramo, apropiación de la que todos somos víctimas.

Como con la famosa frase de Bill Clinton, "es la economía, estúpido", un elemento muy destacado en el enfrentamiento China-Estados Unidos sobre la IA tiene base económica. Y, al menos en el caso de la nación norteamericana —en China es mucho más difícil distinguir entre lo privado y lo gubernamental—, se trata, más que de la economía estatal, de la de empresas privadas, dominadas por un pequeño grupo de megamillonarios que pretenden establecer la agenda mundial del futuro. Recuérdese que poco después del anuncio de DeepSeek, las acciones de Nvidia, empresa estadounidense líder mundial en IA, cayeron espectacularmente.

En consecuencia, el enfrentamiento actual entre China y Estados Unidos no lo es únicamente por liderar un mercado, que previsiblemente será predominante en el futuro, sino que también es una pugna entre dos sistemas políticos muy diferentes. Uno, el estadounidense, en el que una parte muy significativa del poder no se encuentra en manos del Gobierno, sino en las de empresas, controladas con mano férrea por unas pocas personas y no por sociedades corporativas. El otro, gobernado, con mano aún más férrea, por el aparato estatal. Así es el mundo del siglo XXI.