Varias personas sujetan carteles durante una manifestación del 25N contra las violencias machistas en Santander, Cantabria.

Varias personas sujetan carteles durante una manifestación del 25N contra las violencias machistas en Santander, Cantabria. C. Ortiz

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Jenni Hermoso, Gisèle Pelicot y la filósofa francesa que reinventa el mito griego de Casandra: "Hay que escucharlas"

Hélène Frappat reivindica las voces de las mujeres a las que históricamente se ha "enmudecido" y silenciado. 

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"Casandra es la única figura femenina de la mitología griega a la que no agreden sexualmente para convertirla en mito, ¿te habías dado cuenta?". La filósofa feminista francoitaliana Hélène Frappat pronuncia estas palabras abriendo mucho los ojos al otro lado de la pantalla.

Es una cara de sorpresa impostada, porque para ella no es nada nuevo, pero recuerda que "eso no nos lo contaron de primeras cuando lo estudiamos en el instituto o la universidad". La historia de "la pobre" Casandra, dice, es la que "hemos venido sufriendo las mujeres desde hace miles de años".

Y es que este personaje es la gran silenciada de la mitología. Ya lo dice Taylor Swift en su canción dedicada a esta figura: "Mataron a Casandra primero porque temía lo peor y trató de avisar a la ciudad". Su mito habla de, como explica Frappat en su libro Luz de gas (Paidós, 2025), el "arte de enmudecer a las mujeres".

"Nuestras palabras siempre se han relacionado con fluidos como la sangre, las lágrimas… Por eso, cuando Casandra le dice que no a Apolo —y él no puede violarla—, el dios de la adivinación escupe una maldición en la boca de ella, que representa una especie de esperma, muy sutil, que la envenena", explica la filósofa para poner en contexto el mito.

"Escupirle en la boca significa envenenar su capacidad de hablar en general y de decir la verdad", añade. Y matiza: "O, más bien, de que la crean". Porque "nuestro veneno es la duda". Siempre en entredicho, siempre cuestionadas. 

Esa capacidad de arquear una ceja ante las protestas de una mujer sería, según Frappat, "esa simiente que siembra Apolo en la boca de Casandra". Y en eso, precisamente, se basa la luz de gas o gaslighting sobre la que reflexiona en su libro.

Porque la clave, dice a ENCLAVE ODS, está en hacerte dudar "de lo que estás viviendo y sintiendo, de ti misma, de tu propia existencia hasta convertirte en un cadáver, una muerta en vida, una suerte de zombi". Es, recuerda, lo que pretendía Apolo con el castigo que le infligió a Casandra.

Y eso, afirma, es lo que se ha venido haciendo cuando se ejerce violencia machista. Hoy, el mito griego se reinterpreta en las figuras de mujeres como la víctima de La Manada, la futbolista Jenni Hermoso —tras el infame beso de Rubiales— o el nuevo rostro de la lucha feminista mundial, Gisèle Pelicot, que decidió denunciar a su marido después de que la tratase como mercancía y la sometiese a años de violaciones grupales.

Escuchar a Casandra

Ellas, dice, serían el equivalente moderno de la Casandra griega, pues han dicho hasta aquí, ya basta y, a pesar de verbalizar la violencia sufrida, se han visto juzgadas. Por eso, reivindica Frappart, "ha llegado el momento de escuchar a Casandra".

Así, insiste, debería reformularse esta nueva ola feminista surgida tras el Me Too: "Tenemos que prestar atención a todas las Casandras que están ahí fuera". Porque, repite, "debería haber acabado el no escuchar a las mujeres".

Pregunta: ¿Qué supone escucharla?

Respuesta: El mito de Casandra se creó hace más de mil años, y lo que viene a decir es que las palabras de una mujer, la verdad (imposible) de una mujer, el pensamiento de una mujer, el cerebro de una mujer, su punto de vista están siempre conectados con su cuerpo. Ahí radica su importancia, y Casandra ha venido a decirnos que puede ser sincera, decir la verdad, hablar desde la razón, pero nunca se la escuchará.

Por eso, insiste Frappart, ese "escuchar a Casandra significa prestar atención a su voz". Aunque, recuerda, el problema radica en la idea de que "nuestra racionalidad, nuestras palabras, nuestros pensamientos y nuestra voz han estado siempre conectados a nuestro coño".

Mitología y misógina

Frappat insiste en que "Casandra es la única figura femenina de la mitología griega a la que no violan para convertirla en mito". Aunque el fin de sus días llega pronto: "Es la única profeta que muere joven". Y lo hace a manos de Áyax, hijo de Oileo, durante los saqueos de Troya, quien, finalmente, según algunas versiones de la leyenda, la agrede. 

Para la filósofa francesa, la figura de Casandra es, cuando menos, reveladora. Pues la mitología griega tiende a "silenciar a todas las mujeres hermosas y a someterlas a todo tipo de violencia". En el caso de Casandra, en cambio, se le brinda el don de la profecía, pero su voz es ignorada.

Dentro del arquetipo que repite una y otra vez la mitología griega de la mujer, dice Frappat, estaría Helena de Troya. "Las protagonistas de estas leyendas siempre son silenciadas, violadas, secuestradas. Para Helena todo empieza de niña e incluso antes, porque a su madre, Leda, la violó Zeus; dio a luz un huevo del que salió Helena, a la que luego secuestraron y violaron".

Helena de Troya, dice, es representada como una mujer "siempre callada, silenciada, pero luego se le considera la puta universal, que deriva en que a nosotras, a las mujeres y a la belleza femenina se nos vea como las causantes de las guerras".

Y es que, insiste Frappat, "todo siempre está conectado con nuestro cuerpo, con nuestra sexualidad". Aunque alude a la máxima feminista "nuestro cuerpo, nuestro derecho" para apuntar que "eso también significa a Casandra". Es la primera y única, asegura, en decir no. 

Un 'yo sí te creo'

Reinventar, repensar y reestudiar la leyenda de Casandra es "un grito para acabar con ese mito que dice que las mujeres no podemos hacer determinadas cosas porque somos emocionales, por ejemplo". Al reivindicar a esta profeta de Apolo, se reconoce "la capacidad femenina de decir la verdad, de hablar, de razonar e, incluso, de utilizar la ironía del lenguaje para comunicarse y usar el idioma como arma o como una forma de entender el mundo".

Grabado de George Romney de Emma Hamilton en el papel de Casandra.

Grabado de George Romney de Emma Hamilton en el papel de Casandra. WikimediaCommons

La filósofa añade: "Para que se nos escuche, para que se escuche a Casandra, tiene que haber siempre dos personas: porque la verdad no sirve de nada si nadie le presta atención, si no hay un receptor de esa verdad". Porque esta, insiste, "tiene dos caras y, además, es tendenciosa".

Y pone un ejemplo claro: "Como europeos, nos creemos que la verdad es universal, lo que se traduce en blanquitud, mitología griega, democracia y toda una serie de fantasías que siempre se atribuyen a lo masculino, al hombre". Pero todo, aclara, "empezó con la pobre Casandra y lo que representa: que la verdad puede ser femenina".

El arma más poderosa

Muy relacionado con la capacidad de escuchar y ser escuchadas están las "dos armas fundamentales que tenemos, hoy, todas las mujeres": los testimonios y la ironía. Sobre los primeros, dice Frappat que son "fundamentales" y se pueden "compartir con periodistas, jueces, abogados, un buen policía… Aunque un testimonio también puede ser en forma de diario".

Este formato, recuerda, especialmente en situaciones de violencia de género, "cuando una mujer está realmente aislada porque es parte del proceso de gaslighting, es muy importante". El motivo es sencillo: le devuelve a la realidad; "le ayuda a entender lo que ve, lo que siente, lo que oye, lo que piensa… y a darse cuenta de que no está loca". Eso, subraya, "es también escuchar a Casandra". 

Por otro lado, Frappart apunta a la ironía como "segunda arma" de la que disponen las mujeres para enfrentarse a ese enmudecimiento histórico que menciona la filósofa francoitaliana. Y matiza que habla de ironía como contradicción: "No significa que no me importe una mierda nada, o que nada sea serio. No, en absoluto".

Más bien, dice, se refiere a "poder elegir creer o no en lo que nos han vendido como realidad después de estudiar la historia, la genealogía, las leyendas que conocemos, la mitología, la historia de la filosofía o la estructura política de la sociedad". Pero, claro, para eso, puntualiza, hay que hablar de consentimiento más allá del ámbito sexual.

"¿Qué pasa con mi consentimiento como lectora? A lo mejor estoy leyendo un libro de amor romántico y decido no creer en ese tipo de relación, porque he aprendido a malas que no es sana. Eso es ironía, y es una herramienta muy poderosa", zanja.