El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, visita la central nuclear de Khmelnytskyi este jueves.

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, visita la central nuclear de Khmelnytskyi este jueves. Reuters

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Ucrania y un arriesgado plan B: seguir la guerra contra Rusia sin la ayuda de EEUU y sólo con la que Europa pueda ofrecerle

Trump sigue presionando a Ucrania para que acepte una negociación con Putin en unos términos nada ventajosos. Zelenski debe decidir si acepta o si continúa la lucha con menos medios.

Más información: Zelenski, tras conversar una hora con Trump, dispuesto a alcanzar un acuerdo para una paz duradera: "Hagámoslo"

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El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, mostró este jueves su profundo malestar por la conversación telefónica entre Donald Trump y Vladímir Putin y las muestras de empatía entre ambos líderes. “No fue agradable”, manifestó ante la prensa que esperaba su reacción al comunicado de la Casa Blanca de la noche anterior. Zelenski insistió en que la paz tenía que pasar por su país y negó que se pudiera negociar un acuerdo a sus espaldas, que es lo que Trump parece estar haciendo.

Los comentarios del presidente estadounidense del miércoles por la noche, junto a los de su secretario de Defensa, apuntan a un alto el fuego que daría paso a una negociación donde se redefinirían las fronteras ucranianas y se establecería la imposibilidad de su entrada en la OTAN. Ambas condiciones encajan perfectamente en la lista de exigencias de Vladímir Putin y consisten, en la práctica, en una rendición tras tres años de lucha. El propio Trump manifestó con aire altivo el jueves por la mañana que Zelenski “hará lo que tiene que hacer”, en referencia a la necesidad de Ucrania de aceptar las condiciones que negocie Washington en su nombre.

No está tan claro, sin embargo, que eso vaya a suceder. El movimiento MAGA tiene una visión completamente distorsionada de la realidad y eso incluye lo que viene sucediendo en Ucrania durante los tres últimos años. El presidente Trump altera las cifras a su gusto e insiste en que la administración Biden aportó a la defensa ucraniana más de tres veces lo que aportó Europa, algo completamente falso.

En consecuencia, no solo quiere cortar por completo dicha ayuda, sino que hizo viajar a su secretario del Tesoro, Scott Bessent, a Kiev para presentarle a Zelenski una oferta disparatada por sus minerales raros y cubrir así la deuda.

La cifra en la que Trump ha estimado la mencionada deuda es de 1,5 veces el PIB de Ucrania y está completamente alejada, de nuevo, de la realidad. Zelenski, por supuesto, se negó a firmar el documento y Bessent se volvió a Washington entre las loas de Trump a su gestión y su valentía.

En Kiev, se tiene la sensación de que Estados Unidos pretende ahogar a Ucrania hasta condenarla a la rendición. El presidente Zelenski lleva desde noviembre intentando calmar las aguas y jugando al elogio constante hacia Trump, pero no parece haber servido de nada. Trump solo entiende de fuerza y hechos consumados. Y, en su opinión, quien puede garantizar estabilidad en el este de Europa y mantener alejados a Estados Unidos y su ejército es Putin.

La guerra sin EEUU

Ahora bien, eso es muy discutible. Si las condiciones que se intentan imponer a Ucrania son palpablemente injustas, Zelenski podría negarse a firmar el alto el fuego y continuar la guerra por su cuenta o con el apoyo que le puedan dar sus socios occidentales. Hasta el momento, su ejército se ha mostrado muy capaz de aguantar las embestidas rusas. Sigue ocupando parte de la región de Kursk y defendiendo el acceso a Kramatorsk y Sloviansk al hacerse fuerte en Pokrovsk, donde los rusos llevan desde verano perdiendo hombres y armas para avanzar unos centenares de metros.

En el terreno de una guerra convencional, si Europa mantiene las sanciones económicas a Rusia y sigue enviando armas y dinero a Ucrania, no está claro que el empate actual vaya a romperse de la noche a la mañana. Los drones ucranianos se están mostrando como una herramienta barata y muy práctica a la hora de defender posiciones y, al fin y al cabo, la ayuda estadounidense en los últimos dos años ya se había encontrado con numerosos impedimentos por parte de la Cámara de Representantes, controlada por el movimiento MAGA en la figura del “speaker” Mike Johnson.

Y es que, aunque el propio Zelenski haya declarado que Europa no está en condiciones por sí sola de soportar el peso de una lucha contra Rusia y aunque a Trump le parezca excesiva la ayuda que Biden mandó a Ucrania, lo cierto es que lo más relevante han sido los permisos para utilizar antimisiles Patriots, misiles de larga distancia HIMARS y ATACMS y cazas F16.

Esa tecnología no se puede encontrar en ningún otro lado, pero los europeos la han comprado de Estados Unidos y pueden suministrársela a Ucrania, que ya dispone, en cualquier caso, de sus propios misiles de media y larga distancia. No son hipersónicos, pero sirven.

¿Puede aguantar Ucrania sin el apoyo de Estados Unidos y con el de la Unión Europea, Canadá, Gran Bretaña y Australia? No es temerario pensar que sí. Lo que no se sabe es durante cuánto tiempo. El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, y la alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, la estonia Kaja Kallas, han insistido en la necesidad de una paz justa que disuada a Putin de nuevas aventuras imperialistas. Firme lo que firme Trump con Putin, Europa no estará segura si Rusia sale reforzada del acuerdo y tendrá que tomar sus propias cartas en el asunto.

Un Plan B lleno de riesgos

Dicho esto, las consecuencias pueden ser terribles. De entrada, continuar la guerra en Ucrania al margen de Estados Unidos supondría el fin de la OTAN tal y como la hemos entendido durante setenta y seis años. Sin el paraguas militar de Estados Unidos, la organización no sirve para nada… y Trump lleva tiempo deseando que la Alianza Atlántica implosione. Sus continuas peticiones de aumento del gasto en defensa solo esconden la búsqueda de una excusa para romper los acuerdos y dejar a sus socios europeos en la intemperie.

Sin la OTAN de por medio y con Washington mirando a otro lado, el riesgo más evidente es que Putin cumpla su amenaza y utilice armas nucleares tácticas para desequilibrar la balanza a su favor. Es algo que ya estuvo a punto de hacer en octubre de 2022, pero la firmeza de la Casa Blanca le obligó a pensárselo dos veces. Si la Casa Blanca no va a decir nada y Putin solo se va a enfrentar a Macron y a Starmer como potencias nucleares europeas, es posible que el presidente ruso opte por una “solución Truman”. De hecho, no es descartable que Trump esté utilizando esa baza para convencer a Zelenski.

En otras palabras, el problema de que Estados Unidos se separe de sus aliados no es tanto que deje de mandar ayuda, sino que deje de servir como agente disuasorio. Desde 1945, hemos vivido en un mundo con dos bloques, ambos con armas nucleares, pero conscientes de que, por eso mismo, no podían enfrentarse entre sí. No es posible saber hasta qué punto eso cambia con la alianza Putin-Trump a la que puede unirse Xi Jinping si decide atacar Taiwán. Lo que está claro es que el mundo se puede convertir en un lugar más peligroso y todos los países harían bien en iniciar o acelerar sus propios programas nucleares para evitar convertirse en un blanco fácil.

El Plan A de Ucrania y Europa es sencillo: seguir a Trump en lo que diga y cruzar los dedos para que Putin no vuelva a saltarse el acuerdo y no retome las hostilidades en cuatro o cinco años. El Plan B es mucho más complejo y peligroso: no hacer caso a los augurios de una derrota inevitable, luchar con las armas propias, invertir en defensa, reforzar la economía y tener claro quiénes son los aliados y quiénes son los enemigos. Con la extrema derecha prorrusa y protrumpista llamando a las puertas, esto se hace aún más difícil, pero, en cualquier caso, no decidimos nosotros. Decide Zelenski y eso convendría tenerlo muy claro. El asunto es quién y cómo seguiría a su lado.