No es la Tercera Guerra Mundial, sólo la secuela de la Segunda
Israel e Irán sólo están midiéndose el tamaño de sus respectivos poderes de cara a una audiencia doméstica: la escalada no es un escenario deseable para los implicados.
Aunque es difícil guarecerse del efecto hipnótico y berlanguiano de la política nacional, no hay que olvidar que el mundo sigue su curso a pesar de Pedro Sánchez. Y estos días flota en el aire la angustiosa amenaza de que el conflicto entre Israel e Irán desate una Tercera Guerra Mundial.
No deben preocuparse en ese sentido. Todo lo que sucede en Oriente Medio todavía forma parte de la Segunda.
Esto también sirve para los herederos de las élites que se manifiestan en los campus estadounidenses en favor de Palestina para pedir, legítimamente, que cesen los bombardeos israelíes contra civiles, con más de 34.000 muertos según fuentes consideradas fiables por la ONU.
Tal vez los reyes del hashtag han descubierto alguna solución que se le haya escapado a los líderes internacionales desde 1948, cuando se produjo la creación del Estado de Israel al final de la Segunda Guerra Mundial, lo que introdujo un elemento más de volatilidad en una región que ya había quedado condenada al conflicto con el Acuerdo Sykes-Picot de 1917. Un pacto secreto entre Reino Unido y Francia para repartirse los territorios del Imperio otomano tras la Primera Guerra Mundial.
Transcurridos más de cien años, los actuales actores regionales, que basculan entre las dictaduras islamistas del petrodólar, la deriva autocrática de Turquía y el resto de Estados fallidos, siguen culpando de sus cuitas a Occidente, ese cáncer de la historia contra el que también se levantan los campus occidentales.
Quizás con las presiones de estos estudiantes posh sobre Joe Biden, cuyo apoyo al movimiento woke juega cada vez más en su contra de cara a renovar su presidencia, surtan algún efecto sobre el acuerdo de defensa incondicional de Washington a Tel Aviv. Quizás.
Pero regresando al juego estratégico de los adultos y respondiendo a la preocupación de tantos por que los conflictos que siempre vive Oriente Medio se trasladen a Occidente, que es lo que en históricamente se ha considerado "guerra mundial", la respuesta por el momento es no.
Israel e Irán solo están midiéndose el tamaño de sus respectivos poderes de cara a una audiencia doméstica y con cada vez mayores reparos por parte de sus valedores internacionales. Por supuesto, esta predicción no está exenta de que a algún líder con arsenal nuclear se le escape la canica en algún momento del juego. Pero en líneas generales, la escalada no es un escenario deseable para la mayoría de los implicados.
Los titulares del mes de abril se han visto copados por los impresionantes y anunciados ataques, sin bajas civiles, entre Israel e Irán. Y tras el despliegue de poderío armamentístico en forma de drones y misiles balísticos, la única tajada que intentaba sacar Israel a finales de mes es un ataque a Rafah para, supuestamente, eliminar los batallones del grupo terrorista Hamás en esa ciudad del sur de Gaza fronteriza con Egipto. Allí se acumulan más de un millón de gazatíes, la mitad de la población de la franja, que huyen de siete meses de bombardeos.
Recapitulemos cómo se ha producido esta escalada entre Israel-EEUU e Irán.
El ataque de Hamás a Israel del 7 de octubre contó con el apoyo de Irán, ya que el grupo terrorista es uno de sus proxies en la región. En enero, Teherán asesinó a tres funcionarios estadounidenses en territorio jordano, a lo que Washington respondió en febrero con ataques letales a grupos respaldados por Teherán en Siria e Irak, y advirtió de consecuencias más graves si se repetían las agresiones.
"Israel respondió a Irán con ataques igualmente quirúrgicos, una respuesta muy contenida y lejos de la ofensiva feroz que temía Biden"
Por su parte, el 1 de abril Israel asesinó a varios líderes de la Guardia Revolucionaria Iraní (IRG) en Damasco. Irán anunció con tiempo su respuesta, para que su adversario se preparara, y esta se materializó el día 14 con el ataque de centenares de drones y misiles balísticos, sin muertos, al ser interceptados por la tecnología israelí.
Se trata del primer ataque directo, sin proxies, en 45 años desde suelo iraní contra objetivos militares israelíes. Tel Aviv respondió de nuevo con ataques igualmente quirúrgicos en Irán el día 20, una respuesta muy contenida y lejos de la ofensiva feroz que temía Biden. Recordemos que EEUU mantiene un acuerdo de defensa blindado con Israel. A estas alturas, los titulares de la prensa internacional hablaban del inicio de la Tercera Guerra Mundial.
El analista Ian Bremmer cree que el conflicto entre Irán e Israel podría haber sido mucho peor, y aunque la tensión continúa, "esto no es la Tercera Guerra Mundial". Bremmer subraya el hecho de que Washington evitara en enero un enfrentamiento directo con Irán, al que avisaron del ataque que planeaban para dar tiempo a que se prepararan, mientras movilizaba toda su diplomacia pública y privada y enviaba al jefe del CENTCOM (Mando Central de EEUU) a Israel, para asegurarse de que se preparaban también contra el ataque y de que se contendrían para evitar una escalada.
Si EEUU, que está de retirada en Oriente Medio, se embarcara en una guerra directa con Irán sería el fin de Biden. De manera que por ambas partes las contraofensivas fueron anunciadas, quirúrgicas e inocuas. La estrategia de Washington en esta guerra es tranquilizar a Israel y evitar una escalada con Irán.
Irán se ha convertido en el actor con mayor poder ofensivo en Oriente Medio a través de sus proxies árabes, que son Hamás en Palestina, Hezbollah en Líbano, los hutíes en Yemen, milicias chiítas en Irak y en Siria (donde apoya al régimen de Bashar al-Assad), y los hutíes en Yemen. Todas estas facciones tienen en común la falta de atención a las necesidades de su propia población y la obsesión por acabar con Israel.
¿Qué ganaba Irán con su despliegue de drones del 14 de abril? Enviar una advertencia a Israel por el asesinato de sus funcionarios en Damasco y demostrar su gran potencial bélico contra objetivos militares israelíes; tranquilizar a sus proxies árabes por no haber intervenido en los ataques a Gaza; y enviar un mensaje a su propia población, que lleva años sublevándose contra el represivo régimen islamista de los ayatolás
"Se espera que Irán siga llevando a cabo ataques de menor escala contra Israel a través de sus proxies árabes, cuyo sacrificio no duele en casa"
"Este es un gobierno que quiere permanecer en el poder. Si su venganza es muy débil, pierden credibilidad, si es demasiado fuerte, pueden perder su cabeza", explica Karim Sadjadpour, del Carnegie Endowment.
Este analista recuerda que, paradójicamente, Israel e Irán podrían ser socios bilaterales estratégicos, por su poderío económico, militar y territorial complementarios. Pero todo se truncó en 1979, cuando la Revolución Iraní derrocó al sah Mohammad Reza Pahleví y se instauró la república islámica que actualmente gobierna el país con mano dura. Una secuela de la Guerra Fría que siguió al conflicto mundial.
De la noche a la mañana, Irán pasó de ser una monarquía aliada de EEUU a una dictadura visceralmente antiamericana liderada por el ayatolá Jomeini, y desde entonces hasta hoy la oposición a América y a Israel se ha convertido en su identidad. Se espera que Irán siga llevando a cabo ataques de menor escala contra Israel a través de sus proxies árabes, cuyo sacrificio no duele en casa.
¿Cuál es el siguiente paso para Israel?
La esperanza para Washington es que Benjamin Netanyahu esté contenido después de haber demostrado su capacidad para proteger a los israelíes con su respuesta al ataque sin precedentes de Irán, a diferencia de su fracaso defensivo en octubre. Al mismo tiempo, la ofensiva con Irán le ayuda a distraer la atención sobre sus ataques a Gaza, que cada vez tiene más oposición internacional.
"Los países árabes de la región aliados de EEUU han mantenido un perfil bajo, porque no ven a Israel como una amenaza existencial"
El primer ministro tiene ahora menos presión para abandonar el poder a corto plazo. Si apretara más las tuercas a Irán, se arriesga a que su gobierno se desmiembre. Por lo que cabe esperar también más ataques a proxies iraníes en la región, pero no una confrontación directa.
Esta tesitura también aleja el deseable objetivo del fin del conflicto con Gaza en los próximos seis meses. Los americanos intentan impedir cualquier ataque israelí por tierra de Rafah.
El resto de países árabes de la región aliados de EEUU, como Jordania, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos han mantenido un perfil bajo, porque no ven a Israel como una amenaza existencial, aunque al mismo tiempo son objetivos de ataques aislados de Irán en instalaciones petroleras o aeropuertos. A estos países les gustaría que Irán perdiera poder, pero saben que si se enfrentan directamente a Teherán se desatará un incendio en la región en el que se consumirían.
El que sí puede sacar tajada de esta escalada es Vladímir Putin. Al ruso le interesa el caos en Oriente Medio, no sólo para distraer la atención sobre su invasión de Ucrania, sino para que el precio del petróleo árabe se incremente y beneficie sus exportaciones energéticas. Al mismo tiempo, mantiene fuertes lazos con el Irán revolucionario, que apoya al Kremlin con armamento en su guerra contra Ucrania, después de haberse unido para salvar el régimen sirio en la última década. A ambos países les une su cruzada antiamericana.
En este conflicto, el papel de China es el contrario al de Rusia: importa la mayor parte de su energía de Oriente Medio, por lo que quiere estabilidad en la región. En este sentido, Pekín también puede ejercer y exigir contención a Irán y a Rusia, ya que es el principal comprador de sus respectivos petróleos.
Así las cosas, el equilibrio de poderes en la región, aunque precario, se mantiene. Pueden dormir tranquilos, de momento.
*** Marga Zambrana es periodista, corresponsal en China desde 2003 y en Oriente Medio desde 2013.