Son expertos en comunicación y política que asesoran a los líderes en la construcción de mensajes estratégicos para conectar con la sociedad. Con esta escueta definición del trabajo de un ‘spin doctor’ le parecerá una ocupación poco motivadora, pero si le hablo de Doug Stamper (House of Cards), Toby Ziegler (The West Wing), Mickey Ray Ban (Borgen) u Olivia Pope (Scandal) los decibelios empiezan a subir.

Sí, el cine ha hecho mucho daño a los asesores políticos. Los ha transformado en personajes de thriller o en genios maquiavélicos que “mueven los hilos” del poder en las sombras. Lo que antes era un oficio discreto y reservado, tiene ahora un aura artística y protagonista. El último capítulo de esta serie lo interpreta Aleix Sanmartín, el consultor que ha incorporado el Partido Popular tras asesorar al PSOE en sus últimas campañas electorales. Y su contratación se ha reflejado en los medios como como si Mbappe dejara el Real Madrid y fichara por el Barça.

Pero no solo Sanmartín se ha convertido en una estrella mediática. ¿Qué me dicen de Iván Redondo? Durante sus años en la jefatura de Gabinete de Sánchez fue “el ideólogo de la moción de censura”, “el hombre que le llevó a la presidencia del país” y “uno de los más poderosos del Gobierno”, tal y como reflejaban las noticias allá por 2018- 2021. De hecho, su salida de Moncloa tuvo la repercusión comparable a la de un ministro: se despidió con una carta pública que abrió informativos.

Y no menos polémico es Miguel Ángel Rodríguez. MAR no necesita presentación porque ya forma parte de la actualidad política. El veterano asesor es un personaje con voz propia, capaz de marcar la agenda desde su cuenta de X (Twitter) personal.

Si a lo largo de las décadas los asesores eran figuras invisibles, ahora se han convertido en personajes públicos. Como bien apuntó el también consultor Fran Carrillo, han pasado “de las bambalinas al ruedo”, con todo lo que ello implica. ¿Qué ha cambiado y por qué son vox populi?

En la era de la hipercomunicación y, sobre todo, de la personalización extrema de la política, crece el interés por saber más sobre “la mano que mece la cuna”. Los medios han contribuido a esa visibilización y las redes sociales han amplificado este fenómeno.

Para la que escribe, que forma parte de este colectivo de asesores en compol, la fascinación mediática puede desdibujar nuestra verdadera función. Opino que no somos gurús ni celebridades, sino técnicas/os con un conocimiento profundo de la política y de la comunicación. Nuestro trabajo consiste en moldear discursos, pensar a largo plazo y asegurarnos de que nuestros candidatos no digan barbaridades en horario de máxima audiencia.

Adoptar la lógica de Hollywood y dejar de ser guionistas en la sombra ha desvirtuado la función de los asesores, pero uno de los efectos colaterales en positivo de esta sobreexposición es el aumento del interés por lo que hacemos. Cada vez son más los estudiantes y los programas formativos que dan solidez a la profesión. Entre otros factores, ha tomado relevancia el pragmatismo profesional por encima de la lealtad partidista, por lo que la capacidad de asesorar a diferentes siglas (como es el caso de Sanmartín) ya no es vista como una traición sino como muestra de experiencia y solvencia.

A modo de propuesta y cierre, propongo aprovechar la ola de cambio y abrir, entre todos, un nuevo capítulo en la comunicación política: menos ideologizados, más tecnificados, más preparados y más estrategas. Preocupémonos en explicar a la sociedad nuestro verdadero papel, que es el de informar, proponer, acompañar, guiar y ejecutar; pero nunca decidir. Que el foco mediático, para quien decida tenerlo, no distorsione el verdadero objetivo.