
'Escala 1:1'. Foto: Azkuna Zentroa
Ixone Sádaba convierte los restos de la central nuclear de Lemóniz en arte contemporáneo
El Azkuna Zentroa de Bilbao repasa la historia más trágica del nacionalismo vasco a través de los restos nucleares.
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Sabido es que la imagen fotográfica que se autorreconoce como documental puede configurar instantes que se aproximan a lo real, a ese magma de representaciones inestables, de significaciones plurales y dispares. ¿Puede la imagen fotográfica disputar de modo crítico el mundo y sus historias asociadas?
Estas consideraciones me surgen cuando recorro el ambicioso proyecto de Ixone Sádaba (Bilbao, 1977), Escala 1:1, en Azkuna Zentroa Alhóndiga Bilbao, comisariado por Carles Guerra, en torno al distópico proyecto de la central nuclear de Lemóniz, 1972-1984, que no llegó a entrar en funcionamiento en la Cala Basordas de la costa vasca.
Sádaba ha tomado alrededor de 30.000 imágenes de los muros y vistas del complejo devenido en un paisaje-ruina, en una investigación que se inició en el 2020 y culminó en el 2024. La instalación de imágenes en blanco y negro, de escala monumental proyectadas en la sala se organiza de tres modos: uno, ocho proyecciones de gran formato unidas en una secuencia de imágenes, que cambian cada 15 segundos, abarcan un gran muro; dos, en otra sala dos proyecciones contiguas cambian las imágenes cada 10 segundos; y tres, una muestra de carpetas con 90 imágenes en color y de medio formato que los públicos pueden revisar y comentar.
El enorme formato de las imágenes nos permite una recepción inmersiva casi como si nos situáramos en el lugar, pero la elección del blanco y negro nos recuerda la distancia estética y la naturaleza artística de las imágenes que vendrían a signar tres dimensiones: la icónica, la indiciario y la simbólica. Aunque en la fotografía de linaje más documental ha primado la función icónica, en esta propuesta diríase que, mediante la potencia estética de las mismas, derivan a un haz de connotaciones indiciarias y simbólicas.
El paisaje ruinoso de la central en ruinas activa un hacer reminiscente, una anamnesis que nos retrotrae a un momento convulso de la historia vasca que va del final de franquismo a la Transición política. Por un lado, un modelo depredador de los recursos naturales y de desarrollo económico-energético alentó la creación de centrales nucleares que tuvo una poderosa contestación social. Incluso Eduardo Chillida creó varios logos para el movimiento antinuclear entre los años 1972-1974 y Oteiza varias piezas que señalaban críticamente a Lemóniz.
Por otro lado, esa central inacabada, objeto también de la acción terrorista de ETA que intentó apropiarse del movimiento ecologista, democrático y plural. Entre 1997 y 1982 los atentados de ETA causaron cinco víctimas entre trabajadores, ingenieros y directivos, además de estragos en las instalaciones. De esta manera, las silenciosas imágenes de Sádaba remiten así a una memoria de aquellas tragedias y heridas.
El título que da a sus series, Echar el olvido al futuro, enlaza con esa memoria de futuro hecha y por hacer. En palabras oportunas de Iñaki Martínez de Albeniz: “La cámara de Ixone Sádaba es ese observatorio ubicuo del ecosistema Lemóniz, esa suerte de laboratorio móvil que extrae datos de sus múltiples estratos de significación. La cámara de Ixone es una ‘plataforma-manifiesto’ que se desplaza, al tiempo que socializa esa visión”.

'Escala 1:1', 2024. Foto: Azkuna Zentroa
El dispositivo espectacular de las imágenes conlleva tambien una puesta en forma irónica, por el anhelo de sugerir una escala 1:1 que solo se asemeja en las plantas o muros que están más cerca de la cámara. La eleccion de la gama de grises es otro recurso formal que desborda el estatuto icónico de las imágenes y favorece una fuga de sentidos simbólicos.
La arquitectura de hormigón, ruinosa e inerte, contrasta con la vida de las plantas que se apoderan del lugar. Todo ello se afirma como paisaje crítico y siniestro. El proyecto artístico incluye la réplica del mirador construido en 1974 para visitar las obras, ubicado en un alto cerca de la carretera que conduce a las instalaciones de Lemóniz y “a modo de atalaya desde la que se puede divisar pasado, presente y futuro”, ha destacado el comisario.
Sádaba propone una intervención de imágenes registradas con tres dispositivos fotográficos diferentes, y, desde el asombro, movilizar una experiencia estética y cognitiva que se expanda a otros diálogos y memorias de lo acontecido y de lo por venir.