Fotograma de la serie 'La vida breve'

Fotograma de la serie 'La vida breve'

En plan serie

'La vida breve', un vodevil en palacio: la historia de España como nunca te la habían contado

La serie dirigida por Cristóbal Garrido y Adolfo Valor es una crítica mordaz a la monarquía, institución que presenta como anacrónica ya en el siglo XVIII.

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La pareja de guionistas formada por Cristóbal Garrido y Adolfo Valor, con este último asumiendo, además, tareas de dirección, aborda en La vida breve el reinado de Luis I, cuya duración apenas alcanzó los 229 días. Y lo hacen desde la infrecuente vistosidad que surge al verter un bote de vitriolo discursivo descaradamente contemporáneo sobre la suntuosidad estética propia del subgénero al que se adscribe la propuesta, en este caso la comedia de época.

Así pues, por un lado, todo aquello que tiene que ver con la estricta superficialidad de esta miniserie que Movistar Plus + estrenó el pasado jueves, desde las localizaciones hasta el primoroso trabajo de los departamentos de arte (Jorge Fernández de Soto), decoración (Luciana Castagnari), vestuario (Helena Sanchis), maquillaje y peluquería (Esther Liébana, Alicia López, Laura Pérez, Ana Urosa), juega sin un ápice de ironía ni afán paródico con las claves del period drama.

La comedia emerge, como en otras producciones españolas recientes tales como Celeste (Diego San José, 2024), cuando sobre una colección de lienzos que se mira en las pinturas de Jean Ranc o del último Van Loo —cortesía de la afinada labor de la directora de fotografía María Codina— empiezan a estallar burbujas satíricas que hacen que la recargada belleza de cada cuadro se emborrone como el rímel de Kelly Reilly en la temporada final de Yellowstone.

En muchas producciones actuales no resulta nada extraño encontrar actitudes, conductas o discursos impropios para historias situadas en el pasado, asumidos por un puñado de personajes que buscan calibrar otros tiempos empleando un sistema métrico inventado en el presente; véase, por ejemplo, Las pelotaris 1926 (Marc Cistaré, 2023).

Sin embargo, y al contrario de lo que sucede en esos dramas a los que se les presupone cierto rigor histórico al que no se ajustan, aquí esa anacronía discursiva se torna en el motor de la comicidad y adopta la forma de una sátira monárquica que viene a poner en solfa una institución que ya en 1724 era un sinsentido, tal y como se expresa en el capítulo final.

La vida breve queda resumida en apenas un par de líneas. Tras la súbita abdicación de un mermado Felipe V, su hijo Luis I (Carlos Scholz) se ve obligado a contraer nupcias con Luisa de Orleans (Alicia Armenteros) —15 años él, 12 ella según los libros de historia— y a cargar con el peso de la corona. Su corto reinado se debatirá entre sus dificultades para tener descendencia (digamos que su fogosidad es inversamente proporcional a su educación sexual y a su puntería) y su escasa fortaleza para imponer su voluntad en la corte.

En ese contexto, Garrido y Valor no solo infiltran en los pulidos diálogos del que es, sin ninguna duda, su mejor trabajo conjunto, críticas mordaces a la realeza, sino que combinan fórmulas orales arcaicas con modismos propios del presente, como si Henar Álvarez o Charlie Pee llevasen pelucón y se empolvasen la cara antes de salir a escena –pensemos en la Isabel de Orleans encarnada por una estupenda Alicia Armenteros como antecesora de ambas—.

Así pues, ese buscado desajuste no viene más que a reforzar la idea de que la monarquía vive alejada de la realidad, y que los privilegios y el aislamiento conducen a una gobernanza inútil. Y se dan sobrados argumentos para ello. Ahí está la maquiavélica Isabel de Farnesio— ¿podemos decir, otra vez, que Leonor Watling es una de las más grandes cómicas de este país?— refiriéndose a España como un agujero infecto y mostrando un desprecio por los súbditos que su borbónico y francés esposo también comparte, pese a su (parcial) redención final.

Una Isabel que, por cierto, utiliza torticeramente argumentos extraídos del feminismo en beneficio propio, algo a lo que no es ajeno el audiovisual español que ha visto cómo, tras la tímida irrupción de un #metoo patrio, algunas de las más insignes portavoces de tan necesario movimiento han mantenido un silencio sepulcral.

Alicia Armenteros como Luisa Isabel de Orleans (centro) en 'La vida breve'

Alicia Armenteros como Luisa Isabel de Orleans (centro) en 'La vida breve'

Tampoco faltan las chanzas a propósito del furor sexual de la casa Borbón, su querencia por el incesto o la violación repetida del periodo de cuarentena que llevó, literalmente, a la muerte de María Luisa de Saboya (al menos, según la serie). Mención especial merece la existencia de una camarilla política dispuesta a conculcar las disposiciones de un rey inexperto y con afanes reformistas para conservar las prebendas de unos pocos. Curas, nobles y cortesanos no se salvan de la quema.

En cualquier caso, La vida breve destaca por sus inadecuaciones, que empiezan por un soundtrack contemporáneo que se combina con el repertorio clásico en una playlist esquizoide. Siguen con la introducción de personajes y actitudes queer que contravienen toda norma y terminan por impugnar la doble moral que preside una corte en la que el médico real practica la necrofilia o, a falta de reina y por despecho, el monarca emérito se folla un cuadro (sic) de su primera esposa, si bien no puede tolerarse que dos mujeres compartan lecho (poder, pueden, lo que no puede es saberse).

Javier Gutiérrez como Felipe V y Leonor Watling como Isabel de Farnesio en 'La vida breve'

Javier Gutiérrez como Felipe V y Leonor Watling como Isabel de Farnesio en 'La vida breve'

Esta nueva producción de Zeta Studios y Movistar Plus + no tiene miedo a ser grotesca y excesiva, algo que, en más de una ocasión, la hace caer en el chiste obvio, como sucede en la secuencia en la que Isabel de Farnesio y el gabinete desatienden las últimas voluntades del todavía monarca. Ahora bien, su liga es la del vodevil y no la de la comedia sofisticada, y sus imágenes parecen afirmar que su modelo es antes The Great (Tony McNamara, 2020—2023) que El rey pasmado (Imanol Uribe, 1991), verbigracia el alocado y liberador número musical del quinto episodio, las bromas escatológicas o los chistes de índole sexual.

Por más que en su tramo final Garrido y Valor demuestren cariño por sus dos protagonistas más jóvenes, a los que describen como un bien avenido matrimonio de conveniencia con ansias renovadoras destruido por el propio sistema, las cargas de profundidad con respecto a la monarquía como institución anacrónica —tanto como el consecuente planteamiento de la propia serie— están ahí, y eso es una conquista que no deberíamos despreciar.