Uno de mis placeres más friquis es leer el informe que desde hace ya unos años presenta anualmente la Federación de Gremios de Editores de España y el Ministerio de Cultura en el que se analizan los hábitos de lectura y la compra de libros de los españoles. Este año, las noticias parecen ser buenas. No para tirar cohetes, claro, porque a las personas que nos dedicamos de una u otra manera al sector del libro nos gustaría que la cifra de lectores en el país fuera del 100 %, pero no se puede tener todo en esta vida.
Ante los datos recogidos en el 2024, el titular (El País) era el siguiente: "Los jóvenes de 14 a 24 años son los que más leen en España". El titular es bonito, esperanzador y, efectivamente, si comprobamos la sencilla gráfica del informe que separa a los lectores por grupos de edad, la barra que más asciende es la de los jóvenes (hasta el 75,3 %).
El titular no me sorprende. Al fin y al cabo, ¿quién sino los jóvenes cuenta con abundante tiempo libre para leer? Si tienes entre 14 y 24 años es probable que todavía no hayas entrado en el mercado laboral (o que estés a punto de hacerlo), que tu vida todavía no se haya acabado y que puedas disponer de tu tiempo de ocio como gustes: leyendo, jugando a videojuegos o comiendo pipas con tus amigos en un parque (todo planazos).
A pesar de este dato, del titular bonito y esperanzador y de la posibilidad de acceder de manera sencillísima al informe (está colgado en la web del Ministerio de Cultura), si una pincha en los comentarios de la noticia se le cae el alma a los pies.
"Esto no se lo cree nadie". "¿Es el día de los inocentes?". "No es verdad. No leen absolutamente nada". "¿Leer? Será jugar o ver vídeos en TikTok". La mayoría de comentarios van en esta línea, aunque al hilo de algunos de ellos se genera debate y diálogo cuando aparecen jóvenes defendiendo que ellos sí que leen (menos mal que los jóvenes leen y, además, están en redes para debatir con nosotros).
La idea de que los jóvenes no solo lean, sino que lean más que los adultos, desmonta la imagen que se tiene de ellos como personas apáticas adictas al móvil
Muchas de las personas que comentan la noticia citan sus propias experiencias; son madres, padres, incluso profesores. Algunos de ellos tienen hijos y alumnos que no leen y extrapolan sus propias experiencias al total de la población. Es decir, tergiversan los datos, que es exactamente de lo que acusan al informe. ¿Por qué tanta desconfianza hacia nuestros jóvenes? ¿Y por qué tanta desconfianza hacia un informe oficial?
Algunas personas señalan que las estadísticas no reflejan la realidad; consideran que los jóvenes solo leen por obligación aquellas lecturas que se les manda en el instituto. Pero el informe deja claro que los datos que recoge se refieren a "lectores de libros en tiempo libre"; ahí está el lema, en la esquina superior izquierda de cada página, si es que alguien se digna a mirarlo.
Leo los comentarios con una mezcla de perplejidad y tristeza. No me cabe duda de que esta reacción nace del choque que supone recibir un dato que desmonta los prejuicios que algunos tienen sobre los jóvenes. La idea de que los jóvenes no solo lean, sino que lean más que los adultos, desmonta la imagen que se tiene de ellos como personas apáticas adictas al móvil (los habrá, obvio, pero esa no es la cuestión).
¿O será que los jóvenes leen, pero no leen lo que nosotros queremos que lean? ¿Acaso deberían iniciarse en la lectura únicamente a través de los libros que consideran necesarios los adultos? Quizás deberíamos confiar un poco más y esperar, pacientes y a ser posible leyendo, al informe del año que viene.