Tras la conferencia de Yalta, la decisión de los aliados estaba clara: sustituir al dictador Franco por Don Juan, el hijo heredero de Alfonso XIII, exigiéndole hiciera pública una declaración condenando el régimen totalitario del general. El 14 de marzo de 1945, Don Juan despejó el camino con un manifiesto rotundo.

Pero el 12 de abril falleció Roosevelt y, aunque su sucesor Truman era muy hostil a Franco, aceptó la posición de Churchill: "Stalin se ha merendado Polonia, Letonia, Estonia, Lituania, Hungría, Rumanía y Bulgaria y atiza ya una guerra en Grecia. Si se restaura en España una Monarquía débil, cuando solo hace nueve años que triunfó allí el Frente Popular, nos exponemos a que Stalin se adueñe de la nación y con partidos comunistas muy potentes en Italia y Francia los aliados habríamos perdido Europa". Y concluyó: "Es preferible una España franquista al riesgo de una España estalinista".

En esta frase se condensa la salvación de Franco y su posterior papel en la "guerra fría". Don Juan no percibió la situación real y organizó "el pacto de San Juan de Luz" que significaba un Gobierno con Indalecio Prieto como presidente y Gil Robles, como vicepresidente, para que acordaran una Constitución, monárquica o republicana, que se sometería a referéndum nacional. En la Navidad de aquel año 1947, Louis Mountbatten llamó a Don Juan para decirle: "Te estás equivocando, Juan, los aliados, tapándonos la nariz, estamos con Franco. Preferimos una España franquista al riesgo de una España estalinista".

Paul Preston se ha acreditado como un riguroso historiador, objetivo y profundo. Sus libros siempre me han parecido admirables. Publica ahora La pérfida Albión (Debate, 2025) y, con una documentación incontrovertible, documenta que no sólo en la "guerra fría", sino también durante la contienda civil española, los británicos apoyaron de forma enmascarada a Franco.

La posición oficial de no intervención no fue real, al menos en la política subterránea del Gobierno británico. Norman King, por ejemplo, cónsul en Barcelona, consideraba que "la victoria electoral del Frente Popular en febrero del 36 era el primer y alarmante paso hacia la sovietización de la República española". Y en julio de 1936 anunció que "si la rebelión militar fracasaba, España se vería sumida en el caos de una suerte de bolchevismo y caben esperar actos de una salvaje brutalidad".

Franco no sólo contó para ganar la guerra civil con los fascismos italiano y alemán, sino también con la colaboración del Gobierno británico

El Gobierno de Baldwin sostenía, según Preston, "que la República era un títere de los soviéticos". Churchill, que en aquella época estaba contra Franco, llegó, sin embargo, a declarar: “Franco tiene toda la razón porque ama a su patria. Además, defiende a Europa del peligro comunista".

Paul Preston considera que la política británica era "innecesariamente timorata". El historiador estudia de forma objetiva el acoso a Lluís Companys, al que King despreciaba. Y demuestra el apoyo disimulado del Gobierno británico a la campaña franquista en el País Vasco.

Se complace Preston en señalar los errores y las atrocidades del bando nacional y califica a Queipo de Llano como "el artífice" de la crueldad. Se refiere a algunos libros que contribuyeron al entendimiento de la guerra civil y analiza el Homenaje a Cataluña de George Orwell. Su autor, voluntario en la contienda, llega a escribir: "Era horrible que los defensores de la República fuesen una caterva de niños andrajosos armados con fusiles estropeados que ni siquiera sabían utilizar". Brenan, por su parte, en La faz de España, manifiesta hostilidad sin fisuras hacia Franco “y profunda simpatía hacia las clases populares españolas”.

En La pérfida Albión, en fin, Paul Preston hace una contribución histórica del mayor interés. Franco no sólo contó para ganar la guerra civil con la ayuda de los fascismos italiano y alemán, sino también con la colaboración enmascarada del Gobierno británico.