Israel desmonta el discurso nuclear de Irán y presume de haber destruido en octubre una de sus bases secretas
- Irán ha negado en repetidas ocasiones que tenga siquiera el interés en fabricar una bomba nuclear. El ataque de Israel a la base Taleghan 2 parece indicar lo contrario: Teherán ya estaba preparando el uso militar del uranio enriquecido.
- Más información: Los nombramientos de Trump entusiasman a la derecha ultra israelí que pide la anexión de Cisjordania a Netanyahu
Según apuntan fuentes de la inteligencia estadounidense y del ejército israelí al portal de noticias Axios, las FDI habrían conseguido destruir una base secreta iraní de desarrollo de armas nucleares en el complejo militar de Parchín, a apenas cuarenta kilómetros de la capital, Teherán. La base, conocida como Taleghan 2, formaba parte del programa nuclear Amad para usos militares que Irán había abandonado en 2003, después de que el ayatolá Ali Jamenéi considerara que tanto el uso como la mera tenencia de armas nucleares eran pecaminosos.
Sin embargo, las informaciones de Israel iban por otro lado y hay que recordar que la Inteligencia israelí está tan metida en Irán como para conseguir asesinar al líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, en un hotel de Teherán el día antes de la investidura del presidente Pezeshkian. Por ello, en el ataque del pasado 25 de octubre, se decidió incluir este objetivo pese a la promesa hecha a la Administración Biden de que no se bombardearían instalaciones nucleares ni eléctricas de ningún tipo.
De confirmarse la versión israelí, la credibilidad de Irán habría quedado muy tocada, pues la semana pasada, sin ir más lejos, su ministro de Asuntos Exteriores insistía con contundencia en que no tenían la más mínima intención de fabricar armas nucleares. El debate está en la sociedad iraní desde que empezara la guerra en Gaza y especialmente tras los asesinatos por parte de Israel de los cabecillas de las milicias afines al régimen chií. También lo está en el parlamento, donde el pasado 9 de octubre, 39 diputados solicitaron que se reiniciara la investigación para hacerse con un arma nuclear, aunque dicha proposición quedó descartada.
Un anticipo de la doctrina Trump
No es esta la única consecuencia de este acto. De entrada, nos hace pensar que el ataque fue mucho más agresivo de lo que se nos contó. Ambos países prefirieron no darle demasiada importancia, pero los daños militares a Irán pueden ser suficientemente poderosos como para que se replanteen mucho sus amenazas de un nuevo ataque en las próximas fechas. De hecho, justo antes de las elecciones estadounidenses del pasado martes 5 de noviembre ya se especuló con un ataque inminente desde las posiciones del Eje de Resistencia en Irak, algo que finalmente no sucedió.
También pone en cuestión, como decíamos, hasta qué punto Netanyahu decidió hacer caso a Biden y a su secretario de Estado, Antony Blinken. Puede que la Administración estadounidense presionara para evitar daños sobre estructuras civiles, pero no quisiera oponerse a un ataque sobre instalaciones militares en activo. También puede ser que, directamente, el Gobierno israelí no informara a su aliado, algo que hemos visto en los últimos meses con una cierta frecuencia. El ataque iría más en la línea de lo manifestado en público por Donald Trump, que pidió a Netanyahu que no hiciera caso a Biden y “acabara de un plumazo con el programa nuclear iraní”.
En ese sentido, cabe esperar que la nueva Administración apriete aún más las clavijas del régimen de Jamenéi, como ya hizo Trump durante su primer mandato. Aunque el presidente electo se ha mostrado interesado en llegar a un nuevo acuerdo con Irán para controlar su programa nuclear que sustituya al que firmó Obama en 2015 y del que se salió el propio Trump en 2018, lo cierto es que todos los nombramientos en materia de política exterior tienen un fuerte perfil proisraelí y el odio del propio empresario hacia los líderes iraníes viene de lejos: en 2020, ordenó en primera persona el asesinato del jefe de las Fuerzas Quds, el general Soulemaini, en el aeropuerto de Bagdad. Como venganza, Irán organizó una operación para asesinarle antes de las elecciones que no fue a ningún lado.
El dilema ruso
El ataque israelí también habría dañado otras instalaciones militares iraníes, sobre todo equipos de defensa antiaérea. Por ello, Netanyahu no se ha cansado de avisar de que, si Irán vuelve a atacar por tercera vez, la respuesta será mucho más contundente… y poco podrá hacer el régimen de Teherán al respecto. De momento, cada uno de los países ha atacado al otro en dos ocasiones, pero los daños son bien distintos. Algunos piensan que una derrota humillante de Irán por medios convencionales puede obligarles a abrazar la creación de un arma nuclear como medida disuasoria, pero esa excusa ya no vale si los iraníes estaban de hecho ya investigando el uso militar del uranio enriquecido del que disponen.
Tampoco pueden contar Jamenéi y Pezeshkian con el apoyo de Putin o no por completo. Las relaciones entre ambos países son excelentes, como se demostró en la pasada reunión de los BRICS, a la que Irán fue como invitado. El primer ministro ruso, Mijail Mishustin, visitó Teherán justo el día antes del segundo ataque sobre Israel, lo que siempre ha despertado sospechas sobre hasta dónde llega su alianza militar. Sin embargo, hay dos factores que hacen improbable que Rusia se vuelque en la ayuda a Irán contra Israel.
El primero, obvio, es que prácticamente todo el material de guerra del que dispone Rusia está ahora mismo en Ucrania, incluyendo los equipos de defensa antiaérea que tanto necesita Irán. El segundo, más enrevesado, tiene que ver precisamente con la salida negociada a la guerra. Putin confía en que Trump corte el suministro de armas a Ucrania o lo reduzca a la mínima expresión. También confía en que eso obligue a Zelenski a sentarse en una mesa de negociación y, bajo la presión estadounidense, le ceda el control de las regiones de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón, ya anexionadas unilateralmente en septiembre de 2022 por Rusia.
En otras palabras, dentro de su obsesión imperialista, Putin necesita llevarse bien con Trump, porque, militarmente, sigue envuelto en una guerra de atrición en la que, si bien sus soldados avanzan poco a poco, las pérdidas humanas y materiales son gigantescas. Aparte, la economía rusa se acerca a un callejón sin fondo si permanecen las sanciones de Occidente. Aquí, Trump también podría ser un importante aliado, lo que hace que Rusia tenga que pensárselo dos veces antes de ir al rescate de Irán y, a su vez, coloca a Jamenéi y a sus milicias terroristas en una posición muy complicada.