El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, escucha la intervención del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, escucha la intervención del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Chema Moya Efe

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El Gobierno ya no disimula: ha decidido incumplir la Constitución

Ya estamos visualizando al tertuliano de guardia explicándonos por qué los incumplimientos constitucionales de Pedro Sánchez serán muy buenos para todos.

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Fue una ofensiva por tierra, mar y aire.

La negativa del Partido Popular a proceder a la preceptiva renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) sirvió de base a un argumentario reproducido en canon por el Ejecutivo y sus postes de repetición mediáticos.

No había declaración pública, monólogo de opinión en la SER, intervención parlamentaria ni editorial de El País que no incidiera en la idea: el principal partido de la oposición se negaba a obedecer el mandato constitucional.

Hay algo en lo que Pedro Sánchez nunca decepciona: la capacidad de poner a prueba la coherencia argumental de aquellos que le defienden.

Ya lo está dejando claro a través de sus cronistas habituales. Que nadie espere que se moleste en presentar un proyecto de Presupuestos Generales del Estado.

La filtración lleva adjunta algo parecido a una explicación. ¿Para qué emprender un esfuerzo baldío si las Cámaras no parecen dispuestas a aprobar las cuentas públicas?

Un análisis benévolo podría hacer la comparación con el Mariano Rajoy de 2016, que decidió hacerle una finta al rey con la investidura sobre el peregrino argumento de que no iba a poder sacarla adelante. ¡El debate existe, precisamente, para convencer a los diputados de que deben votar al candidato!

Pero esto es mucho peor. El artículo 134.3 de la Constitución no deja lugar a dudas. El Gobierno deberá presentar ante el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado al menos tres meses antes de la expiración de los del año anterior.

De modo que sí: Pedro Sánchez nos dice ya a las claras que piensa hacer un parajito de papel con la ley fundamental para emprender vuelo con destino a la papelera.

Pedro Sánchez atiende a los medios en Bruselas.

Pedro Sánchez atiende a los medios en Bruselas. Efe

Por eso irrita la asepsia con la que lo cuentan esas mismas cabeceras que, en lo del CGPJ, ejecutaron unos aspavientos editoriales que podrían computar como fuente de energía eólica.

Ya estamos visualizando al tertuliano de guardia explicándonos por qué este incumplimiento constitucional será muy bueno para todos. Y la pantalla partida entre las excusas que nos endilgue ahora Sánchez y la exigencia de elecciones a Rajoy en 2018 porque no conseguía aprobar Presupuestos.

Como en todas las ocasiones anteriores, surge la misma inquietud. Cómo se cierran determinadas puertas una vez se han abierto. Y la certeza molesta de la turra que nos sobrevendrá cuando un gobierno de otro signo aproveche el terreno abonado por los mismos que entonces reclamarán las sales.

La duda es cómo de lejos estamos del momento en que la anestesia sea absoluta y no queden ganas ni de protestar.

No nos hagan recurrir a la sobadísima cita de Vargas Llosa. Pero, cuando se toque fondo, puede que alguien se pregunte cuándo empezó la degradación.

Aquí una propuesta de respuesta: el día en que el Gobierno decidió incumplir la Constitución.