Pedro Sánchez, de espaldas, responde a Alberto Núñez Feijóo en la sesión de control al Gobierno en el Congreso.

Pedro Sánchez, de espaldas, responde a Alberto Núñez Feijóo en la sesión de control al Gobierno en el Congreso. Efe

Columnas CONVOCATORIA EXTRAORDINARIA

Sánchez empieza a parecerse a la caricatura que hacen sus enemigos de él

La excusa de la seguridad, como ya pasó con la Covid-19, no puede justificar la violación de los límites más elementales de la democracia.

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No se puede gobernar sin Presupuestos y no se puede elevar el gasto en defensa sin la autorización del Parlamento.

Es inadmisible que la política más importante de todas, la de seguridad y defensa, que implica un aumento del gasto público tan importante y que afectará a otras cuestiones también esenciales, se haga de espaldas a la oposición, a algunos miembros del Gobierno y, sobre todo, contra la mayoría en el Congreso y sin debate público

Si el presidente del Gobierno tiene mayoría gracias a unos socios parlamentarios que no piensan como él, y enfrente tiene a una oposición que sí estaría dispuesta a apoyarle, es evidente que su responsabilidad de Estado es colaborar con quien sí podría ayudarle a sacar adelante lo mejor para España.

Si a su lado tiene Sánchez a los del "no a la guerra", y tiene también la mala suerte de que ahora va a ser él el que se haga una foto como la de las Azores, tendrá que asumirlo.

Pero, por razones obvias, que son siete, las mismas que votos le vende muy caros Junts, prefiere pactar con un partido xenófobo, nacionalista y anticonstitucionalista, que hablar con el Partido Popular.

La misma razón, puramente electoralista, que le llevó a invitar a EH Bildu a la Moncloa y concederle los mismos minutos que a los demás grupos con representación en el Congreso, pero a negar la entrada a Vox.

Esa razón son los votos. O sea, la posibilidad de mantenerse en el puesto. Esa razón no es España, ni Europa, ni el bien de todos.

Sánchez sabe que su estrategia para mantenerse en el poder es frágil, pero que es la única que tiene. En el mismo momento en que asome la cabeza al otro lado del muro y lance por encima un gesto de conciliación con los del otro lado, estará perdido. Su castillo se desmoronará porque todo el andamiaje descansa sobre una única idea: todo vale con tal de frenar a la ultraderecha.

Todo vale, incluso pactar con partidos de ultraderecha en Europa, porque si es allí, no pasa nada. El muro sanchista se levantó para justificar todas las contradicciones.

Pedro Sánchez, María Jesús Montero y Yolanda Díaz, este miércoles en el Congreso de los Diputados.

Pedro Sánchez, María Jesús Montero y Yolanda Díaz, este miércoles en el Congreso de los Diputados. Eduardo Parra Europa Press

Es posible que un muro se pueda levantar contra todos, pero un ejército no debería. Para mantener mayorías parlamentarias frágiles se puede acorralar a la oposición, a los jueces, a El País e incluso traicionar a los socios.

Pero esto tiene consecuencias.

La más importante es que, a la hora de la verdad, cuando toca afrontar amenazas serias contra la seguridad nacional, estás solo y has dejado solos a todos.

Una política de seguridad y defensa no se puede construir desde el muro. No se puede declarar, sin que se te caiga la cara de vergüenza, como ha hecho Pedro Sánchez, que "sólo a través de la unidad y el coraje de los Estados miembros se podrá avanzar hacia una Europa más soberana".

La unidad que se desea para Europa primero hay que respetarla en España. Y si esa supuesta unidad se construye saltándose la democracia, es decir, al Congreso y al Senado, el control judicial, la libertad de prensa y la Constitución, con concesiones a golpistas y separatistas, entonces lo mejor que podremos hacer es oponernos con todas nuestras energías.

La excusa de la seguridad, como ya pasó con la Covid-19, no debe justificar la violación de los límites más elementales de la democracia. Si para resistir a Rusia vamos a acabar pareciéndonos a ella, lo mejor es decir que no.

La unidad que se construye con violencia es uniformidad, y no queremos ser como Rusia, Corea del Norte, Hungría, China o los nuevos Estados Unidos de Trump.

Sánchez se empieza a parecer demasiado a la imagen que se ha hecho él mismo de los que están al otro lado del muro. Ahora sí que todo es fascismo.