Poco antes de la pandemia, un tío de Álvaro y Luis Comas (Barcelona, 1992 y 1994) tuvo un accidente en la montaña que le dejó una lesión medular con un dolor crónico. Ninguna intervención médica logró mitigar las desastrosas consecuencias de aquel suceso, así que toda la familia quiso aportar su granito de arena para dar con una solución. Fue así como estos hermanos, ambos abogados fiscalistas y con prometedoras carreras en el despacho Cuatrecasas y en la consultora PwC, dieron con las infinitas y pocas conocidas capacidades del cannabis para tratar el dolor.
Lo que comenzó como una investigación motivada puramente para dar con una solución para el dolor que arrastraba su tío, se convirtió pronto en una obsesión: se dieron cuenta de que los tratamientos médicos con cannabis sativa, el nombre científico de la planta de la marihuana, tenían un enorme potencial inexplorado para calmar el dolor y otras patologías. Pero al mismo tiempo, su uso extendido como droga impedía la producción y la comercialización para usos médicos en España.
"El dolor crónico agudo se trata en muchos casos con opiáceos que tienen efectos secundarios muy fuertes, como es el caso de la morfina. Nuestro tío no podía moverse. Entonces descubrimos que en países como Israel o Canadá se usaban flores de cannabis con su principio activo, el THC, para combatir el dolor y reducir progresivamente las dosis de morfina, lo cual implicaba disminuir también los fuertes efectos secundarios. Es algo que ha estado prohibido desde el 1961 y que no se podía investigar, lo cual ha llevado a los pacientes a automedicarse del mercado negro y provocar un problema de salud pública", explica Luis Comas, el menor de los hermanos.
Tras el descubrimiento, Álvaro y Luis decidieron ponerse manos a la obra y utilizar todo su bagaje jurídico para encontrar la forma de plantar cannabis de uso medicinal de manera legal en España. Hace apenas unos meses, Canamedics S.L. obtuvo la exigente y ansiada licencia de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) para cultivar cannabis y obtener los lotes necesarios para la validar su proceso de fabricación de principios activos estupefacientes con fines médicos. Cuando validen su modelo, podrán comercializar las flores de cannabis para uso medicinal, aunque esto último, la venta, todavía no es posible dentro del territorio nacional.
Se trata, así, de la primera empresa en obtener esta licencia en Cataluña y una de las primeras de España, donde Ondara Directorship en Soria, Linneo Health en Madrid y Medical Plants en Almería dominan un mercado que está a las puertas de un despegue sin precedentes una vez tenga luz verde la venta de cannabis con THC para fines medicinales.
Se estima que el sector mundial del cannabis medicinal representará ingresos de 20.240 millones de dólares en 2024, siendo Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá, Israel y Australia sus principales mercados. En Europa es un mercado reciente que no está abierto por completo, y las ventas se estima que alcancen al cierre de este año los 1.610 millones de dólares, según datos de Statista.
Por su parte, en España, aunque hay un enorme potencial, el mercado de cannabis medicinal es muy pequeño ya que sólo se permite el acceso a algún medicamento autorizado en formato extracto extraordinariamente caro y de muy difícil acceso y para pocas indicaciones.
Al contrario que sus competidores, Canamedics es la primera empresa española que cultiva la planta en un recinto interior con el objetivo de evitar la radiación y con unos procedimientos científicos y genéticos únicos que pretenden convertir su producto en el cannabis de mayor calidad de Europa. Su modelo, "de baja producción y alta calidad", se ha diseñado a lo largo de los últimos tres años y les permitirá producir flor de cannabis con una alta concentración de THC de manera homogénea para comercializar, de momento, a clientes principalmente de Alemania y el Reino Unido.
Tienen planes de hacerlo también en España, donde la regulación de cannabis con THC para uso medicinal se encuentra en su fase final. "No tiene sentido que nosotros vendamos este producto de alta calidad en Alemania y que un alemán lo use aquí de vacaciones, mientras los pacientes españoles no tienen acceso ni pueden usarlo. Queremos contribuir a mejorar la vida de la gente, y obviamente también a la de aquí", asegura al respecto Luis, CEO de la compañía.
Ahora, con el laboratorio y sus salas de cultivo a pleno rendimiento desde hace apenas cuatro semanas, de la primera hornada de 1.000 plantas, los hermanos esperan validar su proceso y comercializar productos a partir del 2025, generando ingresos al cierre de 2026 de más de un millón de euros. Para alcanzar tal objetivo tienen "un margen más que de sobra", según Luis: les basta con que 675 de estas 1.000 plantas den, al final del proceso, la flor de cannabis que han diseñado.
Búnker de seguridad
En las instalaciones de una antigua fábrica de jamón en un polígono industrial a las afueras de Barcelona ahora se encuentra un búnker-laboratorio que parece salido de una película de ciencia ficción. Tras una discreta puerta blanca sin rótulos o nada que permita identificar la actividad que se desarrolla tras sus muros, hay un laberinto de pasillos con luces de colores, salas de cultivo y un laboratorio con tecnología de punta de donde, en unos meses, saldrán flores de cannabis para pacientes de varios mercados europeos.
La seguridad no es un asunto menor en Canamedics: su producto está altamente cotizado en el mercado negro de los narcóticos. Por ello, toda su planta de producción cuenta con fuertes medidas de seguridad, como concertinas, puertas con códigos, cámaras, sensores de movimiento y hasta filtros de carbono activo que impiden que el olor del cannabis salga al exterior por las vías de ventilación y dé pistas a alguien de lo que se cuece dentro del recinto.
Otro elemento de seguridad es el volumen de producción: "No somos un gran invernadero con miles de plantas. Somos un laboratorio que diseña una fórmula muy rigurosa y produce una cantidad mínima pero de alta calidad", subraya Luis, vestido con el uniforme de trabajo que llevan él y otros cinco trabajadores en el interior: camiseta y pantalón blancos.
Además de Luis y de Álvaro, el equipo de Canamedics lo forman un químico formado en Esteve Química, Jordi de Dalmases; un ingeniero agrónomo uruguayo especialista en cannabis, Joaquín Dell’Acqua; un responsable de logística y mantenimiento, Guillermo Sierra; y una biomédica, María Subirana. La razón de su vestimenta no es un capricho cinematográfico, sino que obedece a medidas de máxima higiene: cualquier elemento externo en contacto con las plantas puede alterar el desarrollo de las mismas y que no se consiga el resultado final.
Por ello, cuando entran en la pequeña habitación donde se encuentran sus 12 primeras bandejas, cada una con 77 minúsculas plantas de cannabis, extreman aún más las medidas de higiene: guantes de látex, mascarillas y bolsas para el calzado que haya pisado el exterior u otras salas con contaminación.
El proceso
La de Canamedics no es una planta clonada, sino que se trata de plantas generadas a partir del cultivo in vitro de determinados tejidos vegetales de variedades de cannabis seleccionadas por genetistas de Colombia. De esta manera, aseguran la pureza e higiene de las plantas que se cultivan. A partir de aquí, se llevan a cabo los procesos productivos que desarrollaron tras varios años de investigación. "Después de varios ensayos, fuimos añadiendo pequeñas variaciones y nutrientes, y diseñamos un recorrido de crecimiento y de secado calculado al milímetro para obtener el producto final", explica Luis.
Los exabogados cambiaron los libros de Derecho por las fórmulas químicas y con su equipo y la ayuda de empresas públicas catalanas como el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (IRTA) y el Centro de Investigación en Agrigenómica (CRAG), dieron con una fórmula para una flor de cannabis con alta concentración de THC que alcanzase los estándares de los mercados europeos, empezando por el alemán y el británico. "No entregamos algo que no entendemos", recalca Luis sobre cómo ha cambiado su vida y conocimientos en los últimos años.
Luego buscaron capital, llamaron a business angels, amigos y familiares a quienes les explicaron el proyecto, y levantaron una primera ronda de financiación de 750.000 euros. Además, implicaron a diferentes inversores que pudieran aportar el conocimiento de sus áreas profesionales a Canamedics.
Su proceso comienza con la creación del embrión de la planta en una probeta, que luego se planta en pequeños cubos de lana de roca con una concentración calculada de compuestos químicos y minerales. Allí, las plantas de cannabis comienzan a echar sus primeras raíces, y son regadas con agua purificada con ósmosis hasta que aumentan de tamaño. "Usamos agua virgen a la que luego añadimos los nutrientes que nos interesan", matiza Luis.
Una vez han crecido, se trasplantan del primer habitáculo –un cuarto de apenas seis metros cuadrados– a nuevos cubos de lana de roca de mayor tamaño en la primera sala de cultivo. Allí se aplican nuevas condiciones de luz, aire y humedad. Sobre mesas metálicas galvanizadas que se han reutilizado de los antiguos secaderos de jamón que antes ocupaban las instalaciones, las plantas crecen de forma vertical hasta lograr un tamaño de metro y medio.
En una segunda sala con una fuerte iluminación prosigue su crecimiento y se extraen finalmente las ramas con las flores de cannabis. Las ramas se envían después al laboratorio en el piso inferior, donde se cuelgan en carros verticales también diseñados por ellos, dentro de tres salas de secado. Éstas tienen unas planchas perforadas que hacen circular el aire a menos de 0,3 metros por segundo para secar las ramas con flores y posteriormente curarlas. "No somos agresivos con la flor", explica Luis, que insiste todo el tiempo en la importancia de cada detalle.
Una vez concluida esta fase, un trabajador separa manualmente las flores de las ramas sobre una mesa. Luego, en otra habitación dentro del laboratorio, una máquina de trimado poda con delicadeza los cogollos en un tambor hasta lograr una forma y un peso homogéneos que revisa un último operario, y que aparta los residuos estupefacientes. Éstos, en un futuro, podrían acabar destinandos a otros usos tras las autorizaciones pertinentes.
Canamedics se centra de momento en flores de cannabis, ya que en Europa constituyen el 60% del uso médico del cannabis. Estas flores se suelen consumir dosificadas por vaporización para inhalación a través de aparatos médicos, aunque existen más vías de administración según el paciente y la patología. El 40% restante de uso médico del cannabis lo forman productos procesados como extractos, productos sintéticos, pastillas o cremas, cuya materia prima son los residuos estupefacientes separados de la flor, o flores de menor calidad. "Esto era una fábrica de jamones y, como en el cerdo, del cannabis también se aprovecha todo", dice Luis.
Después de limpiar las flores, éstas se empaquetan en sobres de 100 gramos con hidrógeno para favorecer su conservación, o en botes con la dosis final que redosifican terceros autorizados, según las demandas del cliente. Finalmente, el producto empaquetado se guarda en un almacén al que denominan "el búnker", donde las medidas de seguridad son todavía más extremas, y, desde allí se envían a la cadena de distribución autorizada.
"Nuestros potenciales clientes en los mercados europeos regulados nos están pidiendo cientos de kilos de flor de cannabis al año y en el primer año no llegaremos ni a una quinta parte, con lo que la capacidad de escalar es muy grande", explica Luis.
Ambos hermanos esperan a lo largo del año siguiente ampliar su capital con una segunda ronda de inversión y, para verano del año siguiente, esperan iniciar las producciones recurrentes para su comercialización en países europeos.