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El 11 de febrero de 1979, día en que se proclamó la República Islámica de Irán, Reza Ciro Pahlaví (Teherán, 1960) tenía 17 años. Se encontraba en la base de la Fuerza Aérea estadounidense de Lubbock, en Texas, donde se estaba formando como piloto de caza como parte de su programa de preparación para suceder en el trono a su padre, Mohammed Reza Pahlaví, último Sha de Persia.

El sátrapa a quien acercó al mundo Ryszard Kapuściński a través de El Sha o la desmesura del poder (Anagrama, 1987); o célebre por la entrevista que ofreció a la italiana Oriana Fallacci, a quien dijo que entre las mujeres nunca había habido un Miguel Ángel o un Bach, se exilió de Irán poco menos de un mes antes, el 16 de enero de aquel año. A los mandos de su propio avión, con su mujer, Farah Diba, y el resto de su familia a bordo menos el joven Reza, puso fin al reinado de los Pahlaví y a los más de 2.500 años de historia monárquica de Persia.

Aquellos acontecimientos de inicios de 1979 cambiaron dramáticamente los planes de vida del Príncipe Heredero: de pasar toda su infancia y adolescencia con la convicción de ser el siguiente Sha y llevar en su espalda el peso de la historia de los Ciros, Daríos y Jerjes, pasó a una vida de exilio e irrelevancia política, mientras contemplaba cómo el régimen de los ayatolás convertía a su patria, con los años, en el enemigo público número uno de Occidente.

El pasado 7 de octubre, cuando se cumplía un año del ataque de Hamás a Israel, origen de la escalada bélica que ahora vive de nuevo la región, Reza Pahlaví dio un paso al frente con un mensaje en X (antes Twitter) que ya acumula 11 millones de reproducciones.

Lo hizo, no casualmente, pocos días después del 1 de octubre, fecha del ataque sin precedentes de Irán a Israel con misiles supersónicos y que abría la puerta, de forma más plausible que nunca, a un enfrentamiento directo entre ambas potencias antagónicas y a la consecuente guerra regional a gran escala.

En aquel mensaje, el heredero al trono de Irán quiso también recuperar el protagonismo después de 45 años en la sombra, lo cual ya dejó ver tras el primer ataque iraní contra Israel en abril de este año: "Nuestra región merece algo mucho mejor [que el régimen de los ayatolás] pero, para tener éxito, primero este régimen que nos ha tenido rehenes por casi medio siglo, se tiene que ir", dijo en su último comunicado.

"Sé que pueden tener miedo de que el cambio traiga caos, pero no tengan miedo. No permitiremos un vacío de poder que siga al colapso del régimen (...) Les he dicho a mis compañeros que cumpliré con mi deber y daré un paso al frente a su llamado para supervisar esta transición pacífica a la democracia y el regreso de Irán a la comunidad de naciones", concluyó, adelantándose a una casi inevitable guerra que conllevaría la caída de Alí Jamenei.

En medio de la expectación internacional por la respuesta de Israel contra el régimen, Reza Pahlevi atiende a EL ESPAÑOL desde su exilio estadounidense, en uno de los momentos de mayor tensión geopolítica en la región, y al borde del momento histórico en que, según reconoce, el régimen que expulsó a su familia del poder está más cerca que nunca de ser derrocado.

PREGUNTA: ¿Cómo recuerda los días de la Revolución Islámica?

RESPUESTA: Aquellos días fueron increíblemente tumultuosos. Mientras continuaba mi formación como piloto de la Fuerza Aérea iraní con la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en Texas, vi cómo mi país atravesaba una terrible convulsión. La Revolución trajo consigo una gran devastación, no sólo para mi familia, sino para los millones de iraníes que perdieron sus libertades. Mis pensamientos inmediatos fueron por el bienestar del pueblo iraní, y me quedó claro que mi vida estaría definida por ayudar a los iraníes a recuperar su dignidad, sus derechos y su soberanía.

P: ¿Cómo le afectó, como heredero al trono, ese cambio de planes repentino?

R: Fue un cambio profundo, tanto en lo personal como en lo político. De la noche a la mañana, el mundo que conocía cambió drásticamente. Mis prioridades evolucionaron: en lugar de prepararme para un papel tradicional como monarca constitucional, mi enfoque pasó a ser el de liderar el movimiento para recuperar nuestro país y defender la democracia, los derechos humanos y el empoderamiento del pueblo iraní. Me vi obligado a cambiar la manera en que podía servir a Irán y a mis compatriotas.

P: ¿Cómo reordenó su vida? ¿A qué ha dedicado todos estos años?

R: En el exilio, me he dedicado a convertirme en la voz del pueblo iraní. Mi actividad política siempre ha estado orientada a apoyar los derechos civiles, la resistencia no violenta y el cambio democrático. Siempre he dicho que mi misión no es una misión para recuperar ningún puesto, sino ayudar a los iraníes a recuperar nuestro país. Una vez que tengamos éxito, el pueblo iraní podrá elegir entre una república o una monarquía constitucional, pero esa es su elección, no la mía. Mi prioridad siempre ha sido apoyar la voluntad del pueblo y ayudar a establecer un sistema democrático. Lo he hecho viajando por el mundo en un esfuerzo por ser su voz y su representante en el escenario global.

P: En 1975, a la edad de 15 años, y cuatro antes de la Revolución, recibió el Collar de la Real Orden de Isabel la Católica. ¿Qué relación tiene con España?

R: Tengo un gran respeto por España y su larga historia de apoyo a los valores democráticos. La relación entre España y mi familia ha sido de respeto y admiración mutuos. Me he beneficiado en gran medida del consejo y de la guía de la Familia Real Española, y tengo un particular cariño por Su Majestad el Rey Felipe, además de seguir el camino democrático del país desde su ejemplar Transición. Espero volver a España pronto.

P: En las últimas décadas, en Irán ha habido diferentes movimientos de la sociedad civil contra el régimen de los ayatolás pero, ¿es este el momento histórico en que el régimen está más cerca de caer?

R: Así lo creo. El movimiento que estamos viendo ahora no tiene precedentes en su escala e intensidad. Pero no se trata de algo nuevo, sino la continuación y la maduración de un movimiento por la libertad de muchos años. Las demandas del pueblo son claras: pide el fin del régimen teocrático y un futuro basado en la libertad y en los derechos humanos. El régimen ahora es más débil que nunca, y el coraje del pueblo iraní, en particular de las mujeres y de los jóvenes, está inspirando al mundo. Estamos a las puertas de un cambio fundamental.

Reza Pahlaví, junto a su mujer, Yasmine Etemad-Amini.

Reza Pahlaví, junto a su mujer, Yasmine Etemad-Amini. Cedida

P: ¿Es bajo esta convicción que decidió dar un paso al frente y lanzar su mensaje el pasado 7 de octubre?

R: Sí. Mi mensaje fue como respuesta a la valentía del pueblo iraní y a sus demandas de cambio. Quise dejar en claro que, cuando ellos den un paso adelante, yo daré un paso adelante con ellos. Y cuando me pidan que lidere la transición hacia una democracia secular, cumpliré con mi deber. Consideré que era importante responder a este llamado de mis compatriotas y también, en su nombre, transmitir un mensaje a las naciones de nuestra región de que la República Islámica no los representa. El pueblo de Irán busca la paz en nuestra región. Es el Ayatolá, y no el pueblo iraní, quien nos está acercando a la guerra.

P: Sus palabras se producen pocos días después de que el régimen bombardease Israel en un ataque sin precedentes. Ahora, el mundo vive en vilo por que tenga lugar una escalada tras una más que previsible represalia. ¿Apoyaría una intervención armada de Israel contra Irán, como parte del camino hacia la caída del régimen?

R: En estos 45 años siempre he enfatizado el poder del pueblo iraní como el principal factor de cambio y nunca he contado con la intervención de ninguna potencia extranjera. El destino del pueblo iraní está en sus propias manos. Además, durante más de cuatro décadas, he advertido contra la quietud occidental hacia la República Islámica, porque cuanto más tiempo permanezca en el poder, más cerca estaremos de la guerra. Este régimen no representa los intereses nacionales de Irán, sino sus propios objetivos ideológicos radicales. Hace tiempo que digo que esta locura nos arrastrará a la guerra y me preocupa terriblemente por mis compatriotas. Por eso estoy ofreciendo un camino alternativo y el liderazgo de transición necesario para reemplazar a este régimen. Un Irán libre y democrático será una fuerza para la paz y la estabilidad en Oriente Medio. Así es como acabaremos con el conflicto y desescalaremos la situación.

P: ¿Pero no cree que sólo a través de una guerra puede el régimen caer?

R: Creo que el régimen se derrumbará desde dentro, gracias a los esfuerzos del pueblo iraní y a su resistencia y desobediencia civil. Por supuesto, la solidaridad y el apoyo internacionales pueden acelerar este proceso. El pueblo iraní rechaza la legitimidad del régimen todos los días, y esa presión interna, combinada con el apoyo extranjero, puede acabar por derribarlo.

P: Una guerra a gran escala, sin duda debilitaría al régimen, ¿pero no dañaría también, de forma irreversible, la infraestructura vital del país y, sobre todo, los corazones de los iraníes, que se unirían ante un enemigo extranjero común?

R: Los iraníes saben que este no se trata de un conflicto nacionalista o patriótico. Es la guerra de Alí Jamenei y es él quien pone en peligro y arriesga las vidas del pueblo. Los iraníes llevan mucho tiempo coreando "nuestro enemigo está aquí". Saben que su enemigo no es una potencia extranjera, sino el Ayatolá y su régimen. Nadie, incluido yo, quiere que nuestra nación se vea sometida a una guerra o a un ataque extranjero, pero si tal acontecimiento ocurriera como resultado de la beligerancia del régimen, todos sabemos quién merece la culpa y quién debería afrontar las consecuencias: Alí Jamenei.

P: ¿Cómo serían las relaciones entre Irán e Israel en el nuevo Irán del que usted habla y al que se ha ofrecido a liderar?

R: En este momento, estoy simplemente tratando de ofrecer un liderazgo de transición para el colapso del régimen hasta nuestras primeras elecciones democráticas. Será el pueblo iraní el que elegirá a sus futuros líderes. Pero en el Irán democrático y laico que defiendo, imagino unas relaciones pacíficas y diplomáticas con todas las naciones, incluido Israel. De hecho, teníamos esa relación antes de la Revolución. La animosidad entre la República Islámica e Israel ha sido alimentada por la ideología, no por la voluntad del pueblo iraní. Un Irán libre buscaría establecer relaciones constructivas basadas en el respeto mutuo y los intereses compartidos.

Reza Pahlaví en el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, durante una visita a Israel en abril de 2023.

Reza Pahlaví en el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén, durante una visita a Israel en abril de 2023. Ariel Zandberg, GPO; Pazit Dank

P: ¿Tiene su plan para un Irán democrático algún apoyo específico a nivel mundial?

R: Insisto, no tengo un plan personal. Pero es cierto que muchos gobiernos e instituciones democráticas de todo el mundo apoyan las aspiraciones del pueblo iraní de libertad y de derechos humanos. Si bien he colaborado con varios gobiernos y organizaciones, el apoyo más importante, de nuevo, proviene del propio pueblo iraní. La comunidad internacional puede y debe apoyar esta lucha, pero en última instancia son los iraníes quienes deben dar forma a su futuro.

P: ¿Cómo cree que recibe el mundo su mensaje? Todavía hay quienes juzgan al pueblo y al actual Gobierno de Irán como un todo…

R: En los últimos años, la opinión pública mundial ha cambiado drásticamente, como resultado de las redes sociales, que les permiten escuchar directamente al pueblo de Irán. Todavía no han llegado a comprenderlo por completo, pero han logrado un progreso inmenso. Lo mido por la mejora que veo en los comentarios públicos y privados de los líderes mundiales que siempre insisten en distinguir entre el pueblo iraní y la República Islámica.

P: ¿Regresará algún día a Irán como Sha?

R: Eso lo decidirán los iraníes. Como le he dicho, no estoy luchando para liberar a mi país para mí mismo. Estoy luchando para liberar a mi país para mi pueblo. Por supuesto que regresaré a mi país para supervisar la transición pacífica y garantizar la estabilidad. El momento llegará.