Una escena de 'Monster Hunter Wilds'

Una escena de 'Monster Hunter Wilds'

Homo Ludens

'Monster Hunter Wilds', proteger el ecosistema a base de espadazos

Capcom vuelve a su mayor éxito de ventas, refinando la fórmula, poniendo toda la atención en cómo el clima afecta a los biomas y recreando unas batallas espectaculares.

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Aunque Monster Hunter ya ha cumplido veinte años desde el lanzamiento del primer título en PlayStation 2, no fue hasta Monster Hunter World (2018) cuando la franquicia se expandió de manera decidida fuera de Japón. Capcom llevó a consolas de sobremesa la fórmula sobre la que había estado iterando en consolas portátiles, con unos valores de producción extraordinarios y una apuesta decidida por la atención al detalle en la recreación de los diferentes ecosistemas.

El título llegó a una audiencia masiva y en estos momentos se sitúa con 28 millones de copias como el juego más vendido de Capcom en toda su historia, con bastante diferencia sobre el segundo, que también forma parte de la franquicia. Por eso, la editora japonesa no ha tenido prisa a la hora de volver al ruedo, consciente del factor generacional de estos títulos. La cuestión es, ¿puede la saga seguir innovando con una fórmula tan depurada sin recurrir a grandes revoluciones?

El gremio de los cazadores lleva a cabo una incursión en Las Tierras Prohibidas, una expansión enorme que ha permanecido aislada del resto del mundo durante más de mil años. Nada más llegar al desierto que ejerce de frontera, se topan con un muchacho llamado Nata que dice provenir de una tribu que habita en túneles subterráneos.

Pronto, el gremio se topa de bruces con unos fenómenos climáticos extremos que rigen por completo las diferentes comarcas de la región, generando violentas tormentas eléctricas, vientos huracanados y pluviosos monzones. La monstruosa fauna, en consonancia, se ha desarrollado para sobrevivir e incluso prosperar en estas condiciones, lo que supone un desafío tremendo para los cazadores del gremio. Conforme siguen la pista de Nata hacia su hogar, irán descubriendo que quizá estos fenómenos no responden a un ciclo natural y que los remanentes de una civilización pretérita esconden la clave para salvar a Las Tierras Prohibidas del desastre.

Monster Hunter Wilds ha puesto mucha atención en la historia esta vez, con un hilo narrativo claro, personajes principales, abundantes diálogos y unas secuencias cinemáticas muy cuidadas que nos llevan de la mano por toda la geografía del título. El objetivo de Capcom sigue estando claramente en atraer al público masivo, eliminando todos los posibles elementos de fricción y otorgándole un tratamiento de superproducción.

He de reconocer que en mi caso ha funcionado, ya que es el primer juego de la franquicia que no abandono a las primeras de cambio. Monster Hunter siempre ha tenido fama de impenetrable, con una idiosincrasia muy particular, rígida y poco amable con los neófitos. La avalancha de información al principio es tremenda y sigue avasallando un poco. Hay 14 armas diferentes (desde espadones colosales a lanzas, dagas, arcos y todo entre medias) con sus propios ritmos, mecánicas y estrategias. Solo es necesario manejar una con soltura para enfrentarse a los desafíos del juego y quizá la mayor dificultad es saber cuál se acomoda mejor a nuestras expectativas y deseos.

Aunque hay muchas actividades opcionales, el grueso de la experiencia se centra en los combates contra los monstruos en sí, una colección de animales colosales que saben utilizar el ecosistema a su favor para ponernos las cosas difíciles. Todo bascula en torno a la posición, el movimiento, el control de los tiempos y el campo de batalla con el objetivo de conectar los golpes en los lugares anatómicos precisos. Son contiendas extendidas que suelen durar en torno a 15 o 20 minutos dependiendo de nuestro desempeño.

Una vez acabamos con el monstruo en cuestión, volvemos a la base con sus restos para forjar nuevas armas y armaduras con las que enfrentarnos a enemigos más poderosos en un una escalada matemática que, si queremos aprovecharla al máximo, nos obliga a tener en cuenta todo tipo de afinidades y cuestiones elementales. La fórmula básica es muy simple y aunque tiene la capacidad de complicarse bastante en el endgame, la primera mitad es sorprendentemente accesible. Realmente no me vi contra las cuerdas hasta el Arkveld que decora la portada del juego, una bestia enorme tan ágil como violenta.

Capcom sigue haciendo algunos de los diseños de personajes más conseguidos de toda la industria y el motor gráfico que utilizan, propiedad suya, soporta una complejidad visual increíble. Hay momentos durante la campaña realmente espectaculares, donde rebaños de animales asaltan el campo de batalla, inmiscuyéndose en la lucha, mientras una tormenta de arena y truenos genera una estampa apocalíptica. Todo sin bajones destacables en la tasa de refresco de imágenes, al menos en la PlayStation 5 Pro en la que he podido probar el título.

Un fotograma de 'Monster Hunter Wilds'

Un fotograma de 'Monster Hunter Wilds'

Es verdad que hay algunos problemas con las texturas, que aparecen en ocasiones de manera intermitente o de forma borrosa, pero son prueba más que nada de cómo Capcom está llevando al límite el RE Engine, que nunca fue concebido para semejantes menesteres. Con el modo a 120 herzios y 40 frames por segundo, la imagen en términos generales ha sido sobresaliente. Nada que ver con el despropósito tecnológico de Dragon’s Dogma 2 con el que tuvimos que lidiar el año pasado.

Monster Hunter Wilds no es ninguna revolución, sino un refinamiento más de una fórmula que a estas alturas está más que probada. El mundo está completamente interconectado y tiene mil detalles para vendernos la simulación ecológica definitiva. Puede que el principio fundamental que ha llevado a los desarrolladores a eliminar todo aspecto que pudiera suponer cierta fricción le haya quitado un claro aliciente para los jugadores veteranos, pero no tengo la más mínima duda de que el año que viene recibiremos una expansión con un desafío acorde.

El enfoque narrativo es muy de agradecer, a pesar de que Capcom sigue flaqueando tanto en los diálogos como en las motivaciones de los personajes, con un Nata que termina resultando agotador con sus brotes de histeria. La trama está bien llevada, aunque el misterio es bastante evidente y ninguna revelación es particularmente sorprendente.

Hay un hilo conductor en torno al colonialismo muy interesante con cómo el gremio se debate entre su identidad como visitantes extranjeros y la asunción de medidas drásticas para salvar a las tribus autóctonas de un desastre ecológico que les supera. Es un conflicto que se podría haber explotado más pero que revela que en Capcom son muy conscientes de lo peliaguda que es la situación y que en general resuelven bien. En cualquier caso, los momentos de épica desatada son tan intensos y están tan bien manejados que ya por sí mismos compensan el coste de la entrada.

Monster Hunter Wilds

Estudio: Capcom
Editora: Capcom
Director creativo: Yuya Tokuda
País: Japón
Plataformas: PC, PlayStation 5, Xbox Series