Ilustración: Pablo García Santos

Ciencia

España no es país para doctores: el número de tesis aprobadas se reduce un 44% desde 2016 por la precariedad y los abusos

Informática y ciencia son las dos disciplinas más afectadas, con una disminución del 70% y el 55% entre los doctorandos que acaban el proceso.

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Realizar un doctorado es algo que requiere mucho tiempo y, sobre todo, trabajo. Es el máximo grado académico y, sobre todo, es necesario para aquellos que quieren dedicar su vida a la investigación académica. No obstante, la titulación no pasa por su mejor momento en España. Desde 2016 a 2022 —último año con datos oficiales— se ha reducido casi a la mitad la cantidad de tesis aprobadas cada año. En poco más de seis años pasaron de ser 20.049 a 11.259, casi un 44% de diferencia. También han descendido los matriculados en los dos últimos cursos y han pasado de 97.749 a 94.680. Se han perdido más de 3.000 alumnos.

Sandra González, presidenta de la Oficina Española para la Integridad en la Investigación (OEII) cuenta que esta disminución es un hecho claro, pero no simple. Influyen varios factores. El primero es la visión que hay en España de los doctorandos: "Se les ve como becarios, no como trabajadores". Esto provoca que en muchos estén precarizados e, incluso, hagan la tesis sin cobrar. 

Otro elemento que puede desgastar mucho a quienes inician su tesis es la inestabilidad laboral durante y tras el doctorado, dice Cristina Rodríguez, presidenta de la Federación de Jóvenes Investigadores/Precarios (FJI/Precarios). "Desde que la acabas hasta que encuentras algo estable en investigación pueden pasar diez años", lamenta.

En general, todas las disciplinas STEM han sufrido esta disminución, aunque unas de forma más acusada que otras. La informática es la que sale peor parada y ha perdido casi un 70% de tesis aprobadas desde 2016, pasando de 958 a 298 en 2022. Le siguen de ciencia las carreras de ciencias con un 55% menos. Han sufrido una reducción de 5.522 a 2.467 en seis años.

En ingeniería y en el ámbito de agricultura, ganadería, silvicultura y veterinaria este descenso ha sido menos pronunciado, aunque también notable. El primer grupo ha perdido casi el 20% de las tesis aprobadas. Si en 2016 eran 1.601, seis años después eran solo 1.306. El segundo y último grupo es el que sale mejor parado, ya que ha descendido en menos de 100, pasando de 360 doctores titulados a 235 en esos seis años.

Fernando Serranía es uno de los rostros que representa a quienes se han desencantado por el camino con el doctorado. En 2015 comenzó su tesis en Química Atmosférica con un grupo de investigación muy potente de un organismo público científico español, pero pronto vio que lo que parecía una oportunidad no lo era tanto.

Firmó un contrato como técnico de laboratorio para trabajar con ellos mientras le dirigían el doctorado. Al hacerlo así, era él quien tenía que pagar las tasas de la matrícula, que en ese momento eran unos 400 euros. Además, sus superiores prácticamente se desentendían de la parte académica, lamenta el madrileño.

Eran él y sus otros compañeros doctorandos quienes, incluso, redactaban los informes de seguimiento (tarea del director de tesis) para que su jefe solo tuviera que firmarlo. El químico da un dato muy ilustrativo de la situación: junto a él entraron otras cinco personas al laboratorio para hacer la tesis, pero solo la acabaron dos.

"Contrataron doctorandos, pero lo que querían eran ayudantes en el laboratorio", denuncia Serranía. El químico cuenta que le tocaba asumir trabajo fuera de su plan de investigación. "Solo les interesaba que completara tareas relacionadas con sus proyectos concretos". El madrileño firmó un contrato de media jornada, pero no se cumplió. "Recuerdo jornadas de trabajar 50 horas e, incluso, ir los fines de semana", se queja.

Prácticas como las que narra Serranía, cuenta Rodríguez, no son infrecuentes y son otro factor que empujan a los doctorandos a dejar el proceso a medias. "Hay una estructura de poder, en la que al final la persona que está en la tesis doctoral es uno de los eslabones más débiles de la cadena". 

También es importante el plano económico. Desde FJI y la OEII, informan de que la mayoría de quienes inician el proceso lo hacen sin un contrato predoctoral. Es decir, no reciben ningún tipo de remuneración. Esto puede complicar mucho las cosas y alargar el proceso si los doctorandos se ven obligados a compaginar la tesis con otro trabajo. "No vivimos del aire", denuncia la segunda.

Esto es algo que no se da solo en ámbitos científicos. Daniel Lumbreras también los conoce bien. Comenzó su tesis sobre teoría de la literatura de fantasía y de ciencia ficción en el año 2020 en la Universidad de Oviedo, pero la dejó en el verano de 2023, por las pocas previsiones de futuro. "Acabas y luego, ¿qué? Tienes que pelearte por una plaza con decenas de personas más", lamenta el asturiano.

Fernando Serranía en una imagen cedida.

Fernando Serranía en una imagen cedida.

España no es país para doctorandos

Rodríguez y González coinciden en que España no es, precisamente, el paraíso de los doctorandos. Esto hace que muchas veces los futuros doctores decidan realizar su tesis fuera porque encuentran salarios más altos. Francia, ejemplifica la presidenta de la OEII, obliga a que exista una remuneración durante el proceso. 

Sin embargo, incluso esa opción puede suponer un problema. Hacer la tesis en otro país puede ser una dificultad añadida para entrar en la investigación académica al volver a España, expone González. "Se castiga a quien la hace fuera". La falta de contactos cuando regresan, puede complicar a los doctores conseguir las plazas universitarias que solicitan, añade.

Esto acaba por beneficiar únicamente a la empresa privada. Muchas veces, cuentan desde ambos organismos, las personas abandonan su tesis porque les salen ofertas mucho mejores en el sector privado que les posibilitan tener estabilidad. Esto ocurre en cualquiera de las disciplinas. "Al ver que no tiene espacio en lo público se tiene que ir a lo privado", dice la presidenta de FJI. 

Ese trasvase acaba suponiendo un perjuicio para la investigación pública, dice González. "Adquieres el conocimiento en la pública y acabas trabajando para la privada", agrega. En este sentido, es talento y dinero que pierden las facultades y universidades del Estado, resalta. 

Una situación global

La situación en España no es muy alentadora, aunque no es el único país así. El descenso de los doctorados es un fenómeno que ya se puede ver a nivel global. Desde Reino Unido a Australia, pasando por Japón y Brasil, ya existe la preocupación de que los costes de vida cada vez más altos, la baja remuneración y las pocas opciones laborales después de acabarlo, estén convirtiendo el doctorado en una opción cada vez menos atractiva.

Los datos más recientes sobre ello en Australia han revelado que las inscripciones a programas nacionales de doctorado se redujeron en un 8% entre 2018 y 2023. Brasil registró en 2022 el menor número de matriculados nacionales en estos programas en casi una década. Por último, Japón también vive esta crisis académica y sus estudiantes de doctorado llevan disminuyendo desde 2003 y ha perdido más de 3.000.  

Canadá todavía no ha sufrido este descenso, pero la mejora de la financiación para aumentar el salario de los doctorandos lleva años protagonizando los debates. Lo que dejan  claro estos datos es que la precariedad es un problema a nivel global, expresa González. No obstante, como en todo, "hay países que están peor que otros".

Para Rodríguez, de FJI, la raíz del problema se encuentra en que no se da el reconocimiento suficiente ni al título de doctor ni a la investigación en general. Siempre se ha apelado a la vocación y la pasión por la ciencia para justificar de alguna manera la precariedad. Sin embargo, "ya no es un argumento suficiente", comenta. 

La presidenta de FJI es clara y advierte de que este no es un problema único y exclusivo de quienes quieren acceder a esta titulación académica. Rodríguez habla del perjuicio que supone, ya que esto significa que no dedica la inversión suficiente a la investigación. "No pierde solo quien abandona la tesis, sino toda la sociedad".